2017-11-23 16:52:00

Ratio Fundamentalis. Mons. Patrón Wong: el sacerdote, servidor del amor de Cristo


De Griselda Mutual

Gratitud a la Santísima Virgen “que ha renovado en el corazón de los sacerdotes y seminaristas el regalo de la vocación sacerdotal”, expresa el Secretario para los Seminarios de la Congregación para el Clero, S.E. Mons. Jorge Carlos Patrón Wong en primer lugar, al ser interpelado sobre la Nueva Ratio Fundamentalis, instrumento para la formación de los presbíteros, que fuera promulgada casi un año atrás, en la Solemnidad de la Inmaculada Concepción. Sobre el recorrido realizado a lo largo de este año, el prelado explica que se ha dado inicio a las líneas fundamentales de formación sacerdotal que jurídicamente renuevan la formación inicial, que son los seminarios.

Mons. Patrón Wong precisa que la Nueva Ratio “se ha convertido en el corazón de una renovación de la vida sacerdotal, el corazón de la pastoral vocacional, de la formación de los seminarios y también de la formación permanente de los sacerdotes”, y todo esto se ha dado con el apoyo de los obispos, quienes han entregado y regalado a los sacerdotes este bello documento de renovación.

Tras este primer paso efectuado en el transcurso de este año, en que el documento ha sido leído, estudiado y con el cual se ha producido un movimiento de conversión finalizado a que haya mejores sacerdotes, con una mejor formación en los seminarios y una renovación de la pastoral vocacional, sigue un segundo paso, esta vez a nivel jurídico, y es que cada Conferencia Episcopal en los próximos años va a redactar nuevos lineamientos fundamentales de formación para el propio país.

La Ratio Nacional: un pastor para un pueblo y cultura concreta

Tras la Ratio Fundamentalis Universal, se van a redactar las nuevas Ratio Nacionales, y éstas inspirarán los proyectos formativos de cada seminario y también los estatutos y los reglamentos. Entonces por una parte ya ha comenzado una renovación en la vida misma de los seminarios de los sacerdotes, de las diócesis; pero al mismo tiempo de un cambio estructural de tal manera que esta conversión, que es una conversión desde el corazón, vaya permeando nuestros modos de ser y de formar. Precisamente porque la visión sacerdotal, esta visión pastoral del Papa Francisco, nos da una gran unidad y al mismo tiempo un respeto para que el ser pastor, nazca, crezca y se desarrolle para un pueblo concreto, que es de una cultura muy concreta.

Entontes la universalidad de la Iglesia en este ambiente colegial sinodal tiene repercusiones de mucha participación y de colaboración de todos. No únicamente de los sacerdotes, de los obispos, de los seminaristas, sino también de la vida consagrada, de las familias, de las mujeres, de toda la comunidad cristiana y también de la sociedad

¿Cuáles son las características del sacerdote, “hombre de Dios”?       

El hombre de Dios es eso: un ser humano y alguien escogido por amor misericordioso de Dios. Es un ser humano, un bautizado, un hijo de Dios, un seguidor de Jesús, es una persona guiada por el espíritu Santo pero que ha nacido de nuestras familias y lo conocemos, y lo conocemos en su humanidad y también en su espiritualidad.

Es por esto que el sacerdote se define como un discípulo permanente de Jesús, un bautizado que sirve a su pueblo en esta consagración ministerial que es una consagración de servicio del pueblo de Dios y trata de ser un hombre que sea un puente entre Dios y los hombres.

“El seminario no es un refugio para las limitaciones que podamos tener”; “es ser hombres de oración, voz de Cristo que alaba al Padre e intercede continuamente por los hermanos”. Son palabras del Santo Padre Francisco dal Pontificio Colegio Leoniano de Anagni, en 2014. ¿Qué sirve para la formación sacerdotal?

Soy muy bellas y profundas estas palabras del Papa Francisco porque presentan a los sacerdotes y a los candidatos al sacerdocio como verdaderos seres humanos en desarrollo, que van buscando la plenitud de los talentos que Dios les ha dado, pero siempre al servicio de los demás. Es decir con una llamada especial de Dios para que, generosamente, muy al estilo de María, sean servidores de Dios y de su pueblo. Es por eso que en el seminario se les da una formación intensa específica sacerdotal, que forma parte de una formación, que es toda la vida.  Este es un nuevo paradigma que aparece en la Ratio Fundamentalis. Cuando se habla de formación no se está hablando de seminarios únicamente: la vida es formación y la formación es para toda la vida.

Inicia el día del bautismo, inicia con nuestra familia, en nuestra parroquia, en nuestra diócesis, en un movimiento, y en un momento dado de la vida el seminario da una formación específica para una vocación cristiana de servicio particular.

Después de la ordenación sacerdotal, viene la formación permanente que es la más larga. Entonces, la formación del seminario es la más breve de la vida, pero la más intensa, y tiene ciertas características:

Primero la unidad, es una sola formación: ser discípulos misioneros de Jesús. Desde nuestro bautismo hasta el día de la muerte tratamos de ser como Jesús, seguir a Jesús, ser transformados en Jesús.

Este discípulo, que es un discípulo misionero, un apóstol permanente, trata todos los días de configurar su corazón al corazón de Cristo. ¿Qué quiere decir esto? Que mis sentimientos, mis actitudes, mis acciones, que todo esto es humano, sean las de Jesús. Que yo pueda expresar en mi propia humanidad la riqueza del amor de Dios que en Jesús, Dios hecho hombre, experimentamos todos los  días, y experimentaron las personas que entraron en contacto con Jesucristo, el Jesucristo histórico. Entonces, hay una unidad de la formación.

Hay una gradualidad en cuanto cada etapa de la vida nos va enseñando en nuevas realidades y haciendo profundizar realidades de la vida cristiana y de la vida sacerdotal y por lo tanto es permanente, gradualmente permanente. Es también una formación integral porque sintetiza, congrega todas las dimensiones del ser humano, todos los elementos humanos: la dimensión espiritual, la dimensión intelectual, la dimensión apostólica.

Todo esto vivido en una comunidad: el sacerdote nace en una comunidad que es la familia, nace en una Iglesia, y el seminario viene a ser como su segunda familia, una comunidad muy específica en donde otros jóvenes llamados por Dios viven juntos con la ayuda de los formadores que le da la Iglesia, y formar una comunidad de discípulos que se forman para ser sacerdotes toda la vida.

Es por esto que la comunidad del seminario es una comunidad con un número suficiente de seminaristas y, por supuesto, un número estable a tiempo pleno de formadores, para que se constituya la familia: así lo dice la Ratio Fundamentalis, el seminario es como una familia y esa familia origina para la Iglesia y para la sociedad hermanos sacerdotes, amigos sacerdotes, que también han experimentado ser hijos de Dios, hermanos entre ellos mismos que se entregan unidos como un colegio presbiteral al pueblo de Dios.

Estas son como “las características” del seminario y de toda la formación, que el Papa coloca de una manera preciosa y profunda en estas palabras.

¿Cuán importante es el acompañamiento de las familias?

Esta es una palabra clave que aparece en la Ratio Fundamentalis: el acompañamiento. Todos, la familia, la parroquia, la sociedad, el presbiterio, el obispo, el seminario, todos debemos acompañar a los jóvenes. Precisamente el Sínodo que vamos a vivir en el 2018 coloca en el centro de este tema: la relación de fe, que es acompañar en la fe a un joven para que haga un discernimiento de vocacional, es decir, para que experimente su vida como una vocación de servicio. Entonces, este tema del sínodo viene a unirse a esta propuesta de que debemos acompañar permanentemente todos a los jóvenes para que desarrollen la semilla vocacional que Dios les ha dado: puede ser la vida consagrada, puede ser el sacerdocio, puede ser la vida laical.

En el caso de los sacerdotes la familia ocupa un lugar primordial, porque es un don, un regalo para la persona, para la familia, para la Iglesia. Nunca es un don privado. Entonces, evidentemente cuando el joven descubre que le llama Dios a ser sacerdote, la familia comienza a descubrir el revelársele de un amor muy especial de Dios a la familia, y entonces es evidente que los papás, las mamás, los hermanos, la familia, cambian para bien, y pueden apoyar y sostener a un hijo que va a dejar de ser nada más nuestro hijo, va hacer hijo y va a ser el papá de una gran familia, va a ser el fruto de un hijo de la Iglesia que se convierte en el padre espiritual de todo un pueblo. Entonces la familia se siente maravillada.

Voy a decir algo que sucede a todos los sacerdotes: recuerdo mi papá que me decía "antes todos me llamaban por mi nombre ahora me dicen es el papá del padre Jorge Patrón": es interesante porque los papás experimentan que comienzan hacer como los abuelos de muchos! “Porque mi hijo es un sacerdote, y ya toda la gente de la diócesis, del pueblo, de las parroquias, me relacionan con mi hijo, porque mi hijo es su padre espiritual”. Esta es una parte existencial bellísima de la vida sacerdotal que hace cumplimiento en lo que Dios prometió: que quien deja padre madre y una familia tendrá cientos de papás, mamás y familias, porque la vocación sacerdotal es una vocación de amor, y es por esto que el Papa dice "el sacerdocio no es ningún refugio", sino es, precisamente, aquel joven que ha experimentado el amor de Dios y quiere donarse y entregarse en plenitud en el amor que entra en este proceso de discernimiento y acompañamiento para ser un servidor del amor.

Porque un sacerdote ¿qué va a hacer? Va a hacer el bien y va a sostener a las familias, a los laicos, a la vida consagrada, a sus propios hermanos sacerdotes, en la gran vocación, la gran misión de amarnos los unos a los otros como Jesús nos ama.








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