2017-11-17 15:09:00

Hoy más que nunca es necesario el diálogo interdisciplinar. Entrevista al Prof. Francesc Torralba


De Griselda Mutual

«El futuro de la Humanidad, Nuevos desafíos a la antropología», es el tema de la Plenaria del Consejo Pontificio de la cultura, que se llevó a cabo en el Auditórium de la Curia General de los Jesuitas en Roma del 15 al 18 de noviembre, y que tuvo por objetivo general aquel de abrir un diálogo sobre el futuro de la humanidad, a través del análisis de los cambios antropológicos en tres ámbitos: la posibilidad de transformación del cuerpo a través de la medicina y la genética, las implicaciones éticas producidas por la neurociencia, y las transformaciones sociales y antropológicas provocadas por el desarrollo de las máquinas.

Más detalladamente la finalidad de la Plenaria ha sido la de comprender mejor los contextos culturales en los cuales se están llevando a cabo los progresos científicos, y en ese sentido, son diversas las preguntas que se plantean, entre muchas otras, aquella de cómo gestionar la brecha que se abre entre el desarrollo científico y nuestra capacidad de comprenderlo.

Para ello se han convocado en Roma en este importante evento, laicos y religiosos, obispos y Cardenales, hombres y mujeres de ciencia, biólogos, neurocientíficos, filósofos, teólogos, sociólogos, psicoanalistas, para presentar el estado de la investigación científica en relación a diversas temáticas, y delinear asimismo las potenciales aplicaciones de los recientes descubrimientos científicos y su impacto en los distintos sectores, con un análisis interdisciplinario gracias al cual los diferentes puntos de vista converjan para iluminar las problemáticas y sus soluciones.

El profesor de Ética Aplicada de la Universidad Ramón Llull de Barcelona, Francesc Torralba, fue uno de los relatores que abrió la plenaria trazando un mapa del territorio y de los modelos antropológicos fundamentales. A él le preguntamos en primer lugar cómo afrontó su introducción, y qué discusiones se abrieron a partir de ella:

Mi objetivo era presentar las distintas visiones del ser humano que hay hoy en nuestra cultura contemporánea, sobre todo para ver qué tipos de respuestas podemos dar desde la antropología cristiana  y cuáles desafíos nos plantea.

Abordé cinco modelos, en los que hay una visión del ser humano por un lado materialista, es decir por un lado el ser humano es pura y simple materia en movimiento. Eso está muy presente en científicos actuales y se trata de ver cómo podemos responder a esta visión antropológica desde una visión del ser humano que es una unidad de cuerpo y alma, por lo tanto, en él hay una dimensión que no es material y que nos define como personas.

Hay también un modelo antropológico en nuestra cultura contemporánea, donde el ser humano puede ser mejorado biotecnológicamente, de tal modo que a través de chips, incrustaciones tecnológicas en nuestro cuerpo podemos mejorar nuestras capacidades visuales, auditivas, táctiles, olfativas, incluso de imaginación, inteligencia, memoria. Y eso es un desafío enorme para la antropología cristiana. Porque nosotros partimos de la idea que el ser humano es un ser que está en desarrollo, un ser que debe todavía culminarse, pero entendemos la tecnología más como un modo de curar patologías y carencias de la persona, no tanto como mecanismos, incluso para superar su finitud. Pensamos que el ser humano es un ser finito, limitado, frágil y que debemos aceptarnos como tales. En cambio éste es un desafío antropológico muy serio.  

Y luego otro desafío muy serio es esta comprensión del ser humano como alguien que puede ser modificado genéticamente, en virtud de los deseos de los padres. Y claro, esto cambia mucho el sentido de paternidad - maternidad  - filiación. Desde la  antropología cristiana el ser humano es un ser dotado de dignidad pero no es nunca una propiedad, ni siquiera el hijo es propiedad, lo que significa que debe ser aceptado, cuidado y amado tal como es, no en virtud de sus características genéticas y de su capacidad o excelencia en la naturaleza. 

Una de las corrientes actuales que está poniendo en discusión conceptos que parecían incuestionables es el de la ideología de género. ¿Cuáles son los riesgos de borrar la diferencia sexual entre hombre y mujer?

Este es otro desafío que he tratado esta mañana. Creo que respecto a este punto hay una gran confusión, una cosa es reconocer la igualdad de derechos entre hombre y mujer, eso es algo evidente, nítido y claro, tanto en la declaración de los derechos humanos, como en la Doctrina Social de la Iglesia: la idéntica dignidad ante Dios. Otra cosa es la comprensión de lo masculino y femenino, y cómo se ha ido transformando en la historia.

En la antropología cristiana partimos de que hay una visión femenina, una comprensión  y  sensibilidad femenina, y una comprensión, sensibilidad y modo de ser masculino, y ambos modos configuran la complejidad de lo humano, se complementan, están hechos uno para el otro, y no pueden disolverse o simplemente reducirse a cero.

Entonces, en la ideología de género se parte de la idea que uno puede elegir u optar por su condición sexuada en virtud de su voluntad o interés, incluso puede cambiarla o alterarla a lo largo de su decurso vital. Nosotros, en cambio, partimos de que la sexualidad es un don, una maravilla, una expresión de la creación humana que no permite expresar el amor incondicional a alguien, es lenguaje, es fragilidad, pero es un don que recibimos. No una especie de opción que depende de nuestra voluntad, del tener una condición sexuada o el tener otra. Por lo tanto, una cosa es concebir la sexualidad como un rasgo de nuestro ser y otra cosa es concebirla como un elemento que optamos según nuestra voluntad. Aquí hay una diferencia sustantiva en el modo de comprender la condición sexuada. 

En ese sentido, siempre siguiendo palabras del Santo Padre Francisco, cancelando la diferencia sexual “se corre el riesgo de dar un paso hacia atrás”, porque “una sociedad sin diferencias de sexo vacía el fundamento antropológico de familia. ¿Cómo hacer frente a la discusión antropológica, siempre en el respeto la diversidad?

La clave es un debate de ideas, un debate social, es estar muy atentos a los razonamientos y argumentos que hay en la ideología de género, pero también estar muy atentos a los argumentos que han aportado grandes filósofos, filosofas, teólogos, teólogas a lo largo de la historia, y no sólo del siglo XX. Llevamos reflexionando sobre la masculinidad y la feminidad desde Platón, y estamos en el siglo XXI, por lo tanto, deberíamos estar muy atentos a todas esas comprensiones, que es una gran pluralidad de lo femenino y de lo masculino que se han articulado, también para ser capaces de auto críticas y para deshacer tópicos y prejuicios sobre un rol u otro.

A lo largo del siglo XX hemos roto muchos prejuicios. Había una serie de profesiones que se consideraban estrictamente femeninas. Había una serie de roles en la familia y en la vida social que se consideraban estrictamente masculinos: eso ha cambiado, eso se ha transformado. De hecho hay hombres que desarrollamos roles que nunca vimos en nuestros padres ni abuelos. Y hay mujeres que desarrollan roles en la vida social, política, económica, que nunca vieron nuestras abuelas y bisabuelas.

Por lo tanto debemos ser lo suficientemente humildes para ver cómo se está comprendiendo hoy socialmente lo masculino y lo femenino, pero por otro lado también defender que la masculinidad y la femineidad no son rasgos que tienen que ver puramente con lo biológico, con lo genital o con las áreas, digamos, sexuales del ser humano, sino que tiene que ver con una mirada, con un modo de estar, con una sensibilidad, y de hecho hay hoy quien habla de liderazgo femenino, de una ética femenina, de una feminización de las organizaciones, que introduce un punto de vista distinto que el clásico masculino, que generalmente ha sido el que ha ocupado las instituciones, las organizaciones. Por lo tanto estamos delante de otro paradigma, de capacidad de descubrir lo bello, lo nuevo, lo rico que aporta cada una de esas polaridades en la vida humana, social, política y también en la vida eclesial, que el mismo Papa Francisco es muy sensible a ese tema, de intentar reconocer ese talento y aportación también ad intra, es decir, en el mismo marco de la Iglesia católica.

Otro de los temas que serán abordados en este plenaria se relaciona con las implicaciones éticas producidas por la neurociencia.  Por un lado se está desarrollando la investigación dirigida a eliminar las enfermedades; por la otra, se plantea la hipótesis del uso de la ingeniería genética para mejorar el genotipo humano de manera radical. ¿Según usted, es necesario replantearse las categorías antropológicas y la ética tradicional para ir en profundidad?

Lo que cabe y lo que es estrictamente necesario es acompañar este desarrollo científico y tecnológico con la reflexión ética y jurídica. ¿Y qué observamos? Observamos que hay una desproporción, una gran velocidad en el desarrollo científico y técnico, una extraordinaria aceleración y una gran lentitud ética y jurídica. Como consecuencia hay como dos ritmos, como una asincronía, que cuando uno empieza a debatir el último hallazgo biotecnológico, la última posibilidad, ya han aparecido cuatro problemas nuevos que la ética no está respondiendo. Por lo tanto lo que hay primero es una asincronía.  

Y luego lo que hay una gran pluralidad de criterios éticos. Es decir, lo que se puede hacer en un laboratorio en China no se puede hacer en EEUU, lo que se puede hacer en un laboratorio en Inglaterra no se puede hacer en Alemania, porque hay una pluralidad de órdenes jurídicos y también de sensibilidades éticas. Esto hace que como no tenemos una ética global, como no hay una ética planetaria, donde tengamos unos criterios compartidos, se pueden hacer experimentos, desarrollos, trasplantes, incluso de cerebros, debido a que en algún lugar del mundo simplemente no hay un marco legal que lo prohíba, y, por lo tanto, el científico que quiere desarrollar estas técnicas ya sabe dónde tiene que ir. Y por otro lado, cuando encuentre la patente la va vender para todo el mundo, y todo el mundo querrá disfrutar de esa aportación.

Por lo tanto más que nunca hoy es necesario el debate en los medios, en los periódicos, en la televisión, en las universidades por supuesto, y el diálogo interdisciplinar, que es algo que ha subrayado el cardenal Gianfranco Ravasi, es decir, no se trata de desarrollar sólo una aproximación mono disciplinar, como una línea paralela, sino que hay interacción, que es lo que hacemos aquí, entre científicos, biólogos, neurocientíficos, filósofos, teólogos, sociólogos, psicoanalistas, para tratar de ver la complejidad de la cuestión y sobre todo un uso prudencial de esos descubrimientos.

 








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