2017-09-16 08:00:00

Radio Vaticano en español para Guinea Ecuatorial y África


Compartimos algunos momentos con el Papa Francisco y dedicamos nuestro espacio al encuentro de oración por la Reconciliación Nacional, que presidió en Colombia:

«Desde el primer día deseaba que llegara este momento de nuestro encuentro».

(RV).- Así empezó sus intensas palabras el Papa Francisco en la Liturgia de Reconciliación, que presidió en Villavicencio, en la que participaron representantes de víctimas de la violencia, militares, agentes de policía y ex guerrilleros.

Mons. Oscar Urbina Ortega, Arzobispo de Villavicencio y Presidente de la Conferencia Episcopal Colombiana recordó que «el sufrimiento acumulado en las familias y comunidades afectadas por el conflicto armado», «está marcado por la sangre y el dolor de 8.472.134 de víctimas, a causa de los combates, atentados, amenazas, delitos contra la integridad sexual, desaparición forzada, desplazamiento, homicidios, minas antipersona, torturas, secuestros, vinculación de niños y adolescentes a la guerra, el despojo de las tierras y la pérdida de los bienes.

Y añadió: «estamos aquí, movidos y animados por Jesucristo quien vino a derribar el muro del odio y la inhumanidad que nos separaba. El gesto de darnos la paz, al que nos invita el Santo Padre tiene una poderosa fuerza sanadora. El auténtico saludo de la paz llega también al que está lejano, al que considerábamos enemigo o adversario, abierto a los que han sufrido tanto. Que en aquel que recibe nuestro saludo esté representada toda Colombia. Que este sea un primer paso en el camino de la reconciliación».

Animando a los colombianos «como padre y como hermano» a abrir su corazón de pueblo de Dios, a dejarse reconciliar a no temer a la verdad ni a la justicia, el Papa Francisco culminó sus palabras con una ferviente oración a los pies del Crucificado de Bojayá mutilado y herido, contemplando en él tanto dolor, tanta muerte, tantas vidas rotas y tanta sangre derramada en Colombia de los últimos decenios:

«Quisiera, finalmente, como hermano y como padre, decir: Colombia, abre tu corazón de pueblo de Dios, y déjate reconciliar. No le temas a la verdad ni a la justicia. Queridos colombianos: No tengan miedo a pedir y a ofrecer el perdón. No se resistan a la reconciliación para acercarse, reencontrarse como hermanos y superar las enemistades. Es hora de sanar heridas, de tender puentes, de limar diferencias. Es la hora para desactivar los odios, y renunciar a las venganzas, y abrirse a la convivencia basada en la justicia, en la verdad y en la creación de una verdadera cultura del encuentro fraterno. Que podamos habitar en armonía y fraternidad, como desea el Señor. Pidámosle  ser constructores de paz, que allá donde haya odio y resentimiento, pongamos amor y misericordia (cf. Oración atribuida a san Francisco de Asís).

Y todas estas intenciones, los testimonios escuchados, las cosas que cada uno de ustedes sabe en su corazón, historias de décadas de dolor y sufrimiento, las quiero poner ante la imagen del crucificado, el Cristo negro de Bojayá:

«Oh Cristo negro de Bojayá,

que nos recuerdas tu pasión y muerte;

junto con tus brazos y pies

te han arrancado a tus hijos

que buscaron refugio en ti.

Oh Cristo negro de Bojayá,

que nos miras con ternura

y en tu rostro hay serenidad;

palpita también tu corazón

para acogernos en tu amor.

Oh Cristo negro de Bojayá,

haz que nos comprometamos

a restaurar tu cuerpo.

Que seamos tus pies para salir al encuentro

del hermano necesitado;

tus brazos para abrazar

al que ha perdido su dignidad;

tus manos para bendecir y consolar

al que llora en soledad.

Haz que seamos testigos

de tu amor y de tu infinita misericordia».

Después de la oración:

«Hemos rezado a Jesús, al Cristo, al Cristo mutilado. Antes de darles la bendición les invito a rezar a nuestra Madre que tuvo el corazón atravesado de dolor».

Ave María y Bendición

(CdM – RV)








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