2017-09-05 19:29:00

Ofrecía su sonrisa y sus brazos como almohada, para que el agonizante en la calle no muriera abandonado, la Madre Teresa de Calcuta


REFLEXIONES EN FRONTERA, jesuita Guillermo Ortiz

La pobreza en Calcuta bien podría representarse con la imagen del poderoso y fuerte Goliat, un asesino armado hasta los dientes que ninguno arriesga enfrentar. Por miles los considerados "intocables" mueren en las calles de Calcuta a la vista de todos y sin asistencia de nadie. Pero una mujer diminuta y sin otros medios que sus propios brazos y su sonrisa, no quiere pasar de largo, como en la parábola del buen samaritano. No se amilana, no tiene miedo de este enorme mal. Aunque sea a uno, ella lo puede asistir y afronta desarmada este Goliat inmenso que aterroriza. Y ella pequeña, avanza buscando al más miserable y ahí en la misma calle ofrece su mirada, sus brazos como almohada, su sonrisa...y ese infeliz, aunque sea uno solo entre los miles y miles de intocables, no muere abandonado.

Eso es Madre Teresa de Calcuta, todo lo demás es todo lo demás. Muchas otras mujeres quieren acompañarla y por eso nace una congregación que está en todo el mundo: las "Misioneras de la Caridad" con tantas casas de asistencia a los pobres y enfermos, tantos "bienhechores" que responden con generosas donaciones. Pero la santa de Calcuta canonizada por Papa Francisco en el Año de la Misericordia es nada más que esto: una mujer físicamente pequeña que ofrece solamente sus dos brazos y su sonrisa a los agonizantes. Espiritualmente una gigante de la caridad y la misericordia.

 








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