2017-08-14 14:01:00

Papa: “Que este lugar sea una advertencia para la humanidad”


(RV).- “El camino para encomendarse al Señor recomienza todos los días, desde la mañana en adelante”. Lo escribe el Papa Francisco en su cuenta oficial de Twitter, @Pontifex, en el día en que la Iglesia celebra la Fiesta de San Maximiliano Kolbe, es decir el 14 de agosto.

En Auschwitz, en el lejano 2006, el Papa Benedicto XVI, se preguntaba ¿dónde estaba Dios aquellos días? ¿Por qué, Señor, te has callado? ¿Por qué has podido tolerar todo esto?”. Mientras el Papa Francisco repetía – el viernes 29 de julio del año pasado en Polonia – “¿Dónde está Dios?”, al comentar el Vía Crucis con los jóvenes de la Jornada Mundial de la Juventud, reunidos en el enorme parque Jordan de Błonia en Cracovia.

Por la mañana, el Santo Padre había realizado una conmovedora visita a los campos de concentración de Auschwitz y Birkenau, pero en silencio. En efecto, el Papa Bergoglio se había limitado a escribir una invocación por los muertos inocentes y por sus verdugos en la que se lee: “Señor ten piedad de tu pueblo, Señor perdona tanta crueldad”.

“¿Dónde está Dios?” – volvía a preguntar Francisco al dirigirse al casi millón de chicos y chicas de más de doscientos países que invadían, pacíficamente, por esos días la ciudad de Cracovia y sus alrededores.

La reflexión del Pontífice comenzaba con las palabras del Evangelista Mateo: “Tuve hambre y me dieron de comer, tuve sed y me dieron de beber, fui forastero y me hospedaron, estuve desnudo y me vistieron, enfermo y me visitaron, en la cárcel y vinieron a verme” (Mt 25, 35-36).

“Estas palabras de Jesús responden a la pregunta que a menudo resuena en nuestra mente y en nuestro corazón: ‘¿Dónde está Dios?’. ¿Dónde está Dios, si en el mundo existe el mal, si hay gente que pasa hambre o sed, que no tienen hogar, que huyen, que buscan refugio? ¿Dónde está Dios cuando las personas inocentes mueren a causa de la violencia, el terrorismo, las guerras? ¿Dónde está Dios, cuando enfermedades terribles rompen los lazos de la vida y el afecto? ¿O cuando los niños son explotados, humillados, y también sufren graves patologías? ¿Dónde está Dios, ante la inquietud de los que dudan y de los que tienen el alma afligida? Hay preguntas para las cuales no hay respuesta humana. Sólo podemos mirar a Jesús, y preguntarle a él. Y la respuesta de Jesús es esta: ‘Dios está en ellos’, Jesús está en ellos, sufre en ellos, profundamente identificado con cada uno. Él está tan unido a ellos, que forma casi como ‘un solo cuerpo’”.

El Papa Francisco también decía a los jóvenes de tantas partes del mundo, con un pensamiento fraternal por los hermanos sirios que huían de la guerra:

“Jesús mismo eligió identificarse con estos hermanos y hermanas que sufren por el dolor y la angustia, aceptando recorrer la vía dolorosa que lleva al calvario. Él, muriendo en la cruz, se entregó en las manos del Padre y, con amor de oblativo, cargó consigo las heridas físicas, morales y espirituales de toda la humanidad. Abrazando el madero de la cruz, Jesús abrazó la desnudez y el hambre, la sed y la soledad, el dolor y la muerte de los hombres y mujeres de todos los tiempos. En esta tarde, Jesús – y nosotros con él – abraza con especial amor a nuestros hermanos sirios, que huyeron de la guerra. Los saludamos y acogemos con amor fraternal y simpatía”.

Y como hemos dicho, por la mañana de aquel 29 de julio, el Obispo de Roma cruzaba solo el cancel del hoy Memorial de Auschwitz. Caminando por esa larga calle, el Papa se detenía después para reflexionar y orar…

Permaneció más de quince minutos en un banco frente a una de las horcas donde mataban a los rebeldes allí internados para infundir temor en los demás. Francisco estaba absorto en la oración, con las manos unidas y los ojos entornados. Minutos interminables de plegaria, silencio y contemplación por todo el mal que aún hoy está encerrado en esos bloques del campo de concentración más grande de la historia.

También abrazaba a los once supervivientes (incluida una pianista de fama internacional que al día siguiente cumpliría 101 años) y con ellos encendía una lámpara ante el muro de fusilamiento. Y bajaba, solo, al semisótano del Bloque 11, la “celda del hambre”, que fue la prisión de San Maximiliano Kolbe, el religioso polaco que ofreció su vida por otro prisionero.

El Pontífice regresó a pie hacia el portón en el que está escrito que “el trabajo hace libres”, y desde allí se dirigió en automóvil hasta el cercano campo de Birkenau, donde lo esperaban un centenar de “justos de las naciones” que salvaron a unos mil judíos con sus familiares. Aquí Francisco dejó una carta sobre el basamento que contiene las lápidas en recuerdo de las víctimas de la locura nazi. En su carta el Sucesor de Pedro escribía: “Para siempre dejen que este lugar sea un grito de desesperación y una advertencia para la humanidad”.

Junto al Papa Francisco, los héroes y sus familias escucharon después el canto del De Profundis entonado por el Rabino Jefe de Polonia. Y el mismo Salmo fue leído posteriormente en polaco por el Párroco de una pequeña ciudad donde una entera familia, por la que está en curso el reconocimiento de su martirio, fue exterminada tras haber salvado a algunos judíos.

(María Fernanda Bernasconi – RV). 








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