2017-05-20 16:15:00

Radio Vaticano en español para Guinea Ecuatorial y África


Compartimos algunos momentos con el Papa Francisco

(RV).- Los tres Obispos de Guinea Ecuatorial nombrados recientemente por el Papa Francisco recibieron la ordenación episcopal, en la solemne celebración presidida en Mongomo, por el Card. Fernando Filoni, Prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos.

El Purpurado comenzó así su homilía:

«Queridos hermanos en el episcopado y en el sacerdocio; Señor Presidente y distinguidas autoridades; Señor Nuncio Apostólico, queridos fieles:

El Santo Padre Francisco, sucesor de Pedro, el apóstol al que Jesús dio el poder para confirmar a sus hermanos, con un gesto de paternal solicitud hacia el pueblo de Guinea Ecuatorial y, en particular, de gran consideración hacia la comunidad católica de este amado país, decidió el 1 de abril de 2017 crear dos nuevas diócesis, las de Mongomo y Evinayong, y nombrar pastores para éstas y para la diócesis vacante de Ebebiyín.

Los nuevos obispos son el Reverendo Padre JUAN DOMINGO-BEKA ESONO AYANG, Claretiano, para la nueva diócesis de Mongomo; el Reverendísimo CALIXTO-PAULINO ESONO ABAGA OBONO, para la nueva diócesis de Evinayong y el Reverendísimo MIGUEL ÁNGEL NGUEMA BEE, Salesiano de Don Bosco, para Ebebiyín.  Se trata de tres hijos de este país a los que el Señor Jesús, por medio de la ordenación episcopal, concederá, por el don del Espíritu Santo, la plenitud del sacerdocio».

También nosotros, al igual que María Magdalena  podemos escuchar a Jesús que nos llama por nuestro nombre y nos envía a llevar la buena noticia a nuestros hermanos, dijo el Papa Francisco en su Audiencia General del miércoles de la quinta semana de Pascua

Destacando que María Magdalena hubiera querido abrazar al Señor, pero Jesús la envía a llevar la buena noticia a los Apóstoles, el Obispo de Roma reiteró que el Señor Resucitado nos llama por nuestro nombre como a la Magdalena y quiere que también nosotros seamos mensajeros de la alegría pascual en el mundo y apóstoles de su esperanza.

¡Saludemos a la Virgen de Fátima! Fue la invitación del Santo Padre al regreso de su peregrinación del 12 y 13 de mayo, introduciendo el rezo dominical del Regina Coeli.

«Nuestra oración mariana de hoy – afirmó – asume un significado particular, cargado de memoria y de profecía para el que mira la historia con los ojos de la fe».

El Papa Francisco expresó su gratitud al Señor que le concedió llegar «a los pies de la Virgen Madre como peregrino de esperanza y de paz»

(CdM – RV)

Texto completo de la homilía del Card. Fernando Filoni 

Ordenación de los obispos de

Mongomo, Evinayong y Ebebiyín 

 

Mongomo, sábado 20 mayo de 2017 

 

Queridos hermanos en el episcopado y en el sacerdocio; Señor Presidente y distinguidas autoridades; Señor Nuncio Apostólico, queridos fieles:

El Santo Padre Francisco, sucesor de Pedro, el apóstol al que Jesús dio el poder para confirmar a sus hermanos, con un gesto de paternal solicitud hacia el pueblo de Guinea Ecuatorial y, en particular, de gran consideración hacia la comunidad católica de este amado país, decidió el 1 de abril de 2017 crear dos nuevas diócesis, las de Mongomo y Evinayong, y nombrar pastores para estas y para la diócesis vacante de Ebebiyin. Los nuevos obispos son el Reverendo Padre JUAN DOMINGO-BEKA ESONO AYANG, Claretiano, para la nueva diócesis de Mongomo; el Reverendísimo CALIXTO-PAULINO ESONO ABAGA OBONO, para la nueva diócesis de Evinayong y el Reverendísimo MIGUEL ÁNGEL NGUEMA BEE, Salesiano de Don Bosco, para Ebebiyin.  Se trata de tres hijos de este país a los que el Señor Jesús, por medio de la ordenación episcopal, concederá, por el don del Espíritu Santo, la plenitud del sacerdocio.

Estos han sido llamados desde hace algunos años al servicio de Dios y al servicio de las comunidades cristianas como sacerdotes; hoy son llamados a ocuparse de la Iglesia, como Padres y Pastores del Pueblo de Dios que se les confía; Pueblo redimido y santificado por Cristo con el sacrificio de la Cruz.

Como bien sabemos, la Iglesia en Guinea Ecuatorial vive hoy un momento muy importante de su historia. Mientras se confirma la obra misionera comenzada en el pasado por muchos valientes evangelizadores que han gastado su vida por el Evangelio y por los pobres; el Papa, con esta decisión, pretende avanzar hacia un mayor y adecuado desarrollo de la Iglesia en este país. El momento histórico actual, por lo tanto, representa el reconocimiento del camino de maduración, tanto histórico como presente, a pesar de las muchas dificultades del pasado. Permitidme, pues, expresar toda mi alegría por estar hoy entre vosotros y participar con vosotros de este importante momento. A través de mi presencia, es el Santo Padre quien se une a vosotros, y me ha pedido que os manifieste su júbilo, queriendo dar un nuevo impulso y ánimo al país y a su Iglesia. Traigo, por tanto, el más cordial saludo del Papa al pueblo guineano y al Señor Presidente de la República.

La Liturgia de la Palabra que acabamos de escuchar nos recuerda que todo lo que nosotros estamos viviendo no es distinto de aquello que sucedió en los comienzos de la vida de la Iglesia hace dos mil años. En efecto, después de la Ascensión de Jesús, los apóstoles supieron que la región de “Samaría había acogido la palabra de Dios” y decidieron enviar a Pedro y a Juan para comprobar lo que se decía sobre la fe de los samaritanos. Samaría era una región habitada por grupos no hebreos que habían visto nacer las primeras comunidades de los seguidores de Jesús, por lo que se consideró necesaria una visita apostólica para valorar y confirmar la fe de aquellos hermanos.

También aquí, queridos hermanos y hermanas, los misioneros sembraron la palabra de Dios hace varios siglos; aquí se formaron las primeras comunidades cristianas, luego nacieron las primeras estaciones misioneras y las primeras parroquias y, finalmente, se crearon las primeras diócesis, que dieron vida a la Iglesia guineana en estas tierras. Todo esto fue posible gracias a la Palabra de Dios anunciada y a la acogida que vuestros antepasados le dieron.

Hoy continúa esa obra iniciada hace siglos, y el Santo Padre os dona tres nuevos obispos a los que voy a consagrar. Estos tendrán la misma tarea de Pedro y Juan, es decir, vigorizar y hacer crecer la semilla de la Palabra de Dios; serán para vosotros padres y pastores. Cuando el Nuncio Apostólico, en vistas a la elección de nuevos obispos, os preguntó a algunos de vosotros qué características quería encontrar el Pueblo de Dios en sus futuros pastores, todos los que fuisteis interpelados pedisteis que fueran hombres de Dios, hombres de oración, verdaderos padres y pastores, y no simplemente jefes.

Permitidme, entonces, en este momento, que me dirija a vosotros, queridos sacerdotes llamados al episcopado. El Señor,  a través del ministerio del Santo Padre, os encarga esta tarea especial: antes que nada, que seáis hombres valientes y auténticos testimonios de la fe, por lo tanto, que sostengáis la obra de evangelización y seáis siervos del Pueblo de Dios que se os confía. Vosotros sois los primeros responsables de esta gran misión y a vosotros están asociados vuestros sacerdotes, religiosos, religiosas y todos aquellos laicos que generosamente deseen colaborar con vosotros. Os agradezco que hayáis respondido generosamente a este alto y difícil compromiso en la Iglesia. No sois jefes de tribu ni líderes políticos: sois –repito- padres y pastores, siempre y para todos. La vocación del obispo es la de estar siempre e incansablemente dispuesto a realizar la voluntad del Señor; esto comportará alegrías y sufrimientos. Al igual que en una familia, donde al padre y a la madre no les faltan momentos alegres y dolorosos, será también para vosotros. Sabed que en la visión cristiana todo es don y gracia de Dios. Nunca seremos totalmente dignos de los grandes dones que recibimos del Señor: Él, en efecto, llama y, en primer lugar, nos destina, a la misión de continuar el anuncio del Evangelio y de sostener a la Iglesia. Por la gracia de la ordenación episcopal y del mandato del Santo Padre de regir vuestras Iglesias particulares, se os llama a la generosidad y a la santificación vuestra y de vuestro pueblo. El Señor os ha elegido no por vuestros propios méritos; quizá más bien por vuestras limitaciones, para que nadie en esta santa obra se pueda ensoberbecer. Recordemos al apóstol Pedro que, ante Jesús que le confiaba la tarea de regir y guiar a su Iglesia, exclamaba con humildad: aléjate de mí, Señor, que soy un pecador; tú sabes que te quiero, tú conoces mi debilidad. Jesús, sin embargo, lo fortifica en la fe y lo confirma como pastor supremo de la Iglesia naciente.

Sed, pues, verdaderos pastores, humildes y generosos, que comprendan y carguen con las necesidades de los propios fieles. Pedidlo  también de los demás, pero dad vosotros siempre el primer ejemplo. Cread un clima de colaboración y de fraternidad en la comunidad sacerdotal y de los religiosos para buscar de las soluciones más adecuadas. No os desaniméis nunca ante las dificultades. La fuerza de vuestro ministerio debéis ponerla en la fuerza de Cristo que os ha llamado. Él mismo os ayudará en vuestras acciones y en el discernimiento. Procurad tener una íntima relación con Él, encontrad en él la fuerza que viene de la oración. Sois verdaderos maestros de la fe, predicando con valor la Palabra, difundiendo las enseñanzas de la Iglesia y manteniéndoos al día con la lectura de las mismas. Buscad no solo ser dispensadores de sacramentos, sino también beneficiarios de ellos. Todos nos podemos inspirar en el ejemplo de Santo Padre Francisco, que lleva sobre sí la solicitud por todas las Iglesias del mundo y de los pobres. Podríamos resumir todo en una recomendación del Evangelio: dejaos formar por Jesús, viviendo una profunda vida espiritual con Él, como ha dicho el Santo Padre: “Es Cristo, de hecho, el que en el ministerio del obispo continúa predicando el Evangelio de la salvación y santificando a los creyentes, a través de los sacramentos de la fe. Es Cristo el que, en la paternidad y la prudencia del obispo, guía al pueblo de Dios en la peregrinación terrena hacia la felicidad eterna. Cristo que predica, Cristo que hace la Iglesia, fecunda la Iglesia, Cristo que guía: esto es el obispo” (Homilía del 19 de marzo de 2016). Ese es el obispo del que la Iglesia tanto necesita hoy. Y vosotros, queridos hermanos y hermanas, amad a vuestros obispos y sacerdotes no porque sean perfectos, sino porque el Señor los ha destinado a vuestro servicio, y rezad por ellos, para que cada día se conviertan a Cristo y le sean fieles.

Por último, querría decir a todos que la nueva configuración eclesiástica del territorio de Guinea Ecuatorial, con una archidiócesis y cuatro diócesis, debe ayudar a edificar una más intensa y adecuada comunión de bienes en el pueblo de este país. Con las dos nuevas diócesis, los obispos estarán más cerca de vosotros y, por ello, espero que más accesibles. Esta ampliación de las estructuras eclesiales tiene como fin propio el ayudaros. De todas formas, recordad que las estructuras, por sí solas, no bastan si falta ese espíritu de colaboración. Se deberá reforzar, por tanto, vuestro sentido de pertenencia tanto a la Iglesia universal como a vuestras Iglesias diocesanas, a través de la participación en la vida de vuestras parroquias. Todos estáis llamados a colaborar con responsabilidad para edificar vuestras comunidades y hacerlas crecer. En particular, las dos nuevas diócesis de Mongomo y de Evinayong son como un folio en blanco en el que escribir el gran libro de la Iglesia: os toca a vosotros escribir la vida y la historia de cada una de ellas. Participad en su crecimiento con entusiasmo y generosidad.

Queridos hermanos y hermanas, el amor es la fuerza que edifica y hace crecer. Amad vuestras Iglesias y ayudadlas, más que criticarlas o señalar solamente sus defectos. Solo amando y colaborando podemos reforzar y hacer crecer el trabajo de evangelización. El futuro espiritual y moral de la Iglesia en Guinea Ecuatorial están en vuestras manos: los obispos son vuestros conciudadanos, así como casi todos los sacerdotes, religiosos y religiosas. Si todo va bien, será para vuestra honra, pero si no va bien, será por vuestras deficiencias.

Queridísimos, invoquemos el don del Espíritu Santo para estos nuevos obispos y confiémoslos a la protección de María, Madre de Jesús, que ha custodiado al Verbo de Dios en su propio seno y en su propio corazón. Es hermoso que este solemne momento de Dios tenga lugar a la sombra de esta espléndida iglesia dedicada a María, Madre de la Iglesia y Reina de Guinea Ecuatorial. Que ella nos enseñe a ser humildes colaboradores de Cristo para vivir y anunciar siempre su misericordia entre los hombres. Amén.








All the contents on this site are copyrighted ©.