2017-04-22 13:45:00

La Divina Misericordia y los Pontificados de Juan Pablo II y Francisco


(RV).- En vísperas de la Fiesta de la Divina Misericordia que se celebra el II Domingo de Pascua,  como instituyó San Juan Pablo II, en el Gran Jubileo del Año 2000, canonizando a Santa Faustina Kowalska, el Postulador de la Causa de Canonización de Juan Pablo II, Mons. Slawomir Oder, ha sido entrevistado por Alessandro Gisotti:

«No es posible pensar en la Divina Misericordia sin la Resurrección del Señor, porque la Resurrección del Señor, la Pascua del Señor es el culmen de la revelación de la Misericordia de Dios, aquella apertura a la vida, a la vida eterna. Es un don supremo que Dios ofrece al hombre en Cristo. Jesús ha venido al mundo precisamente para revelar el rostro misericordioso de Dios».

Mons. Oder destacó que la Divina Misericordia marca la continuidad de los Pontificados de Juan Pablo II y de Francisco

«Sí, el tema de la misericordia los une entrañablemente y, al mismo tiempo, es un camino formidable de continuidad entre los dos Pontificados. Ambos provienen de situaciones marcadas por trastornos sociales y dificultades históricas. Es precisamente la sensibilidad humana, la concreción histórica y la atención que ambos Pontífices brindan a la dignidad del hombre, a los más pobres – a los que esperan el cumplimiento del mensaje evangélico - lo que los hace tan cercanos en afrontar el tema de la Divina Misericordia»

La misericordia no elimina la justicia, sino que la supera la historia nos muestra la lección de una justicia sin Dios y la misericordia no se puede confundir con cierto buenismo, explica también Mons. Oder

«No, en absoluto. También desde la perspectiva del siglo pasado podemos decir claramente qué significa la justicia humana sin Dios: lleva a la ignominia, a la negación del hombre, a un sistema de esclavitud y a la negación de la dignidad de la persona. Sin duda, no hay contradicción entre la justicia y la misericordia, no es buenismo hablar de la Misericordia, pero debemos recordar siempre, que de todas formas, la revelación de la Divina Misericordia lleva consigo una obligación moral, religiosa del hombre a acoger este misterio, y también a convertirse a este misterio».

(CdM – RV)








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