2016-07-29 14:35:00

Multipliquemos las obras de la cultura de la acogida, invitó Francisco en el Hospital pediátrico de Prokocim


(RV).- “Me gustaría poder estar un poco cerca de cada niño enfermo”, “abrazarlos uno a uno”, “y juntos guardar silencio ante las preguntas para las que  no existen respuestas inmediatas. Y rezar ”: fue el deseo expresado por el Papa Francisco en el Hospital Pediátrico Universitario de Prokocim, en su tercer día de visita a Polonia. Otra “etapa de misericordia” en una jornada marcada por el dolor, la compasión y la oración silenciosa del Pontífice, que por la mañana, visitó los campos de concentración de Auschwitz y Birkenau. 

Una cita con los pequeños ingresados en este hospital, el más grande del sur de Polonia, que “no podía faltar” en su visita a Cracovia, como dijo el mismo Pontífice al iniciar el breve discurso que dirigió ante los 50 pequeños enfermos con sus familias, que junto al personal del hospital, compartieron con él este encuentro.

En las palabras del Papa la referencia a las repetidas ocasiones en que, en el Evangelio, el Señor Jesús encuentra a enfermos: “siempre se fija en ellos – dijo -, los mira como una madre mira al hijo que no está bien, siente vibrar dentro de ella la compasión”.

"¡Cómo quisiera que, como cristianos, fuésemos capaces de estar al lado de los enfermos como Jesús, con el silencio, con una caricia, con la oración!, exclamó el Papa, constatando que, por desgracia, las principales víctimas de la cultura del descarte que “contamina” la sociedad de hoy son, precisamente, “las personas más débiles”. Y "esto es una crueldad". De ahí su agradecimiento por el “signo de amor” que ofrecen en este hospital, que “es el signo de la verdadera civilización, humana y cristiana” ya que pone “en el centro de la atención social y política a las personas más desfavorecidas”.

Y “desde este lugar, donde se ve el amor concreto” salió la invitación del Pontífice a “multiplicar las obras de la cultura de la acogida, obras animadas por el amor cristiano, el amor a Jesús crucificado”, “porque servir con amor y ternura a las personas que necesitan ayuda, nos hace crecer a todos en humanidad“.

Finalmente el aliento de Francisco a los operadores sanitarios "que han hecho de la visita a los enfermos una opción de vida personal” para que “el Señor los ayude a realizar bien su trabajo, en este como en cualquier otro hospital del mundo”.

(María Cecilia Mutual - RV)

Texto completo de las palabras del Papa 

Queridos hermanos y hermanas:

No podía faltar, en esta mi visita a Cracovia, el encuentro con los pequeños ingresados en este hospital. Los saludo a todos y agradezco de corazón al Primer Ministro las amables palabras que me ha dirigido. Me gustaría poder estar un poco cerca de cada niño enfermo, junto a su cama, abrazarlos uno a uno, escuchar por un momento a cada uno de vosotros y juntos guardar silencio ante las preguntas para las que no existen respuestas inmediatas. Y rezar.

El Evangelio nos muestra en repetidas ocasiones al Señor Jesús que encuentra a enfermos, los acoge, y también que va con gusto a encontrarlos. Él siempre se fija en ellos, los mira como una madre mira al hijo que no está bien, siente vibrar dentro de ella la compasión.

Cómo quisiera que, como cristianos, fuésemos capaces de estar al lado de los enfermos como Jesús, con el silencio, con una caricia, con la oración. Nuestra sociedad, por desgracia, está contaminada por la cultura del «descarte», que es lo contrario de la cultura de la acogida. Y las víctimas de la cultura del descarte son precisamente las personas más débiles, más frágiles; esto es una crueldad. Sin embargo es hermoso ver que, en este hospital, los más pequeños y necesitados son acogidos y cuidados. Gracias por este signo de amor que nos ofrecen. Esto es el signo de la verdadera civilización, humana y cristiana: poner en el centro de la atención social y política las personas más desfavorecidas.

A veces, las familias se encuentran solas para hacerse cargo de ellos. ¿Qué hacer? Desde este lugar, donde se ve el amor concreto, diría: multipliquemos las obras de la cultura de la acogida, obras animadas por el amor cristiano, el amor a Jesús crucificado, a la carne de Cristo. Servir con amor y ternura a las personas que necesitan ayuda nos hace crecer a todos en humanidad; y nos abre el camino a la vida eterna: quien practica las obras de misericordia, no tiene miedo de la muerte.

Animo a todos los que han hecho de la invitación evangélica a «visitar a los enfermos» una opción personal de vida: médicos, enfermeros, todos los trabajadores de la salud, así como los capellanes y voluntarios. Que el Señor los ayude a realizar bien su trabajo, en éste como en cualquier otro hospital del mundo.

No quisiera olvidar, aquí, el trabajo de las religiosas, tantas monjas, que donan la vida en los hospitales.

Que el Señor los recompense dándoles paz interior y un corazón siempre capaz de ternura. Gracias a todos por este encuentro. Los llevo conmigo en el afecto y la oración. Y también ustedes, por favor, no se olviden de rezar por mí.








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