2016-05-18 15:16:00

«Pequeños esclavos de una crueldad intolerable», el drama de los niños soldados


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(RV).- «Retomamos hoy las catequesis sobre la familia, hablando de los niños muchos de los cuales sufren desgraciadamente auténticas historias de pasión. Pensemos en los hijos no deseados o abandonados, en los niños de la calle sin educación ni atención sanitaria. En los chicos maltratados a los que les roban su infancia y su juventud. Es una vergüenza para la sociedad y un grito de dolor dirigido directamente al corazón del Padre»; así habló el Papa Francisco en su catequesis del 8 de abril de 2015, sobre la importancia de velar por la protección de los derechos de los más pequeños de nuestra sociedad.

Recordamos estas palabras inmersos en un mundo donde miles niños juegan a ser soldados, con pistolas de juguete y videojuegos; mientras que muchos otros se ven obligados a vivir la guerra de verdad. Son los llamados niños soldados forzados a matar y a vivir en condiciones infrahumanasLa pobreza, falta de acceso a la educación, discriminación y orfandad; son las condiciones que hacen que estos pequeños sean blanco fácil para el reclutamiento en grupos armados. 

América Latina, Asia, Europa son algunos de los continentes más afectados, pero la gran mayoría se concentra en África, según Naciones Unidas, donde hay más de cien mil niños envueltos en este drama. A continuación, reflexionamos junto a nuestros seguidores de Facebook y Twitter sobre este tema y compartimos los comentarios que nos envían. 

Ricardo Pérez de Santiago de Chile escribe: «La vida de los niños soldados es sumamente dura y peligrosa. La mayoría son secuestrados por bandas violentas y terroristas. Son utilizados como mensajeros, cargadores y espías; obligados a colocar explosivos. Aprenden a usar pistolas y armas automáticas.Las niñas son forzadas a satisfacer las necesidades sexuales de los soldados en los campos militares. Esta es una terrible  realidad  que los Gobiernos del mundo entero conocen pero que no se esfuerzan por detener, debido a los intereses políticos y económicos que hay por detrás».

 Lucía González de Costa Rica comenta: «Algunos niños soldados han conseguido escapar y sobrevivir al horror de la Guerra. Han contado que durante su formación militar, para endurecerlos son obligados bajo amenaza de muerte a asesinar a amigos y miembros de su propia familia. Todo esto ocurre muchas veces bajo la influencia de  drogas y alcohol. Desgraciadamente son niños cuyas vidas quedan destrozadas por el horror de la maldad y la corrupción humana».

 Inés Perales comparte desde Haití: «Los niños son  lo más sagrado que tiene una sociedad. Los adultos y los gobernantes deberían trabajar sin descanso para garantizar la protección de sus derechos, especialmente el derecho a crecer en un ambiente de seguridad, paz y amor. Pero todo esto se queda siempre en palabras bonitas, que nunca se llevan a cabo en la práctica. Las Constituciones de todos los países hablan maravillas sobre los derechos de los niños, mientras que la realidad nos muestra el salvajismo con el que tantos hombres explotan a niños indefensos». 

«La voluntad política de los Estados juega un rol decisivo para lograr poner fin al horror de estos ejércitos formados por niños y niñas, explotados y esclavos de una crueldad intolerable», comenta Ana Ferreira de Galicia y nos invita a rezar: Oremos para que la piedad infinita de Dios, transforme el corazón de estos hombres asesinos, señores de la muerte que acaban con la infancia de estos pequeños».

Como cristianos estamos llamados a abrir los ojos ante esta cruel realidad que esclaviza a miles de niños en todo el mundo. Aunque no seamos testigos directos de estos conflictos armados, no podemos mostrarnos indiferentes. Por ello evocamos esta predicación del Santo Padre, haciendo especial hincapié en sus palabras: «Un niño nunca puede ser considerado un error. El error es del mundo de los adultos, del sistema que nosotros hemos contruido, que genera bolsas de pobreza y de violencia, en los que los más débiles son los más perjudicados. Podemos estar seguros de que Dios no se olvida de ninguno de sus hijos más pequeños. Jesús los trató con especial predilección imponiéndoles las manos y bendiciéndolos. Además dijo que de ellos y de los que se hacen como ellos, es el Reino de los cielos». 

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