2016-05-14 13:07:00

Pentecostés: Muchas voces una Palabra, el diálogo es el camino. Reflexión del jesuita Juan Bytton


Pentecostés: Muchas voces una Palabra, el diálogo es el camino.

Hch 2, 1-11

50 días después de la Pascua el pueblo judío se reúne para recordar dos eventos fundamentales de su historia: la alianza con Dios y la entrega de la Ley (Éxodo 19-20). Se recuerda y festeja el amor incondicional de Dios por su pueblo. Para Lucas, este evento, leído desde la llegada de Jesús, confirma la alianza definitiva de Dios con lo humano y la entrega de un don que renueva la ley: la presencia del Espíritu. Lo que antes estaba escrito sobre la piedra, ahora se graba en el corazón de cada creyente.

El evangelista nos cuenta esta experiencia con mucho detalle teniendo presente la historia de la salvación de su pueblo. Del cielo viene el Espíritu como viento que sopla y llena todo el lugar. Ese Espíritu, aliento de Dios (Juan 3, 8), que ya volaba sobre todo la creación en el nacimiento del mundo (Gen 1,2). Luego, como “lenguas de fuego”, este Espíritu se posa sobre cada discípulo, como el fuego de Dios que se revela en el Sinaí y protege a su pueblo (Ex 13, 21). Espíritu Santo que es viento y fuego, alivio y calor que acompaña los pasos de un pueblo sediento de esperanza, que hará posible el nacimiento del Salvador (Lc 1, 35) y que hoy sopla sobre la nueva comunidad cristiana. La vida de la Iglesia nace de un don y de allí su signo distintivo: ser comunidad para donarse al mundo en el servicio.

Este Espíritu produce un efecto especial, hace hablar a cada uno “en su propio idioma”. Desde antiguo, este acontecimiento es interpretado como la narración renovada de la Torre de Babel (San Agustín, Gregorio Nacianceno, Cirilo de Jerusalén). Pero a diferencia de la experiencia de la dispersión y el deseo de ser como dioses que nos cuenta el Génesis (11, 1-9), aquí la diversidad es un don y el diálogo es el camino para construir no torres, sino puentes. A partir de este momento, Espíritu y comunicación son inseparables. El diálogo crea, une, abre espacios para dejar respirar y hablar al alma.

De inmediato, la narración nos presenta en 3 versículos 17 pueblos diversos, que era el mundo entero conocido hasta entonces. Así, desde un inicio se dibuja la misión universal de la nueva comunidad, pues la iglesia es tan diversa como el mundo. Cada uno habla en su propio idioma (v 6), cada uno viene de su propio lugar y tiene su propia historia. En esta diversidad y en este mundo podemos compartir la Palabra de paz, amor y justicia. Este es lenguaje de Dios que todos conocemos porque estamos hechos de él; y es este el Espíritu Santo que nos da la oportunidad de escuchar las “grandes obras de Dios” (v 11) en cada cultura.

Una promesa hecha realidad en las palabras de Jesús: “El Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, les enseñará y les recordará todo lo que les he dicho” (Juan 14, 26). Una ley inscrita en el corazón, porque es desde allí que se renueva el mundo.

(Para Radio Vaticano, jesuita Juan Bytton)








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