2016-04-16 11:06:00

El Papa Francisco con prófugos de guerra en la isla de Lesbos


REFLEXIONES EN FRONTERA, jesuita Guillermo Ortiz

Grecia es emblema de hospitalidad y sus habitantes de puertas abiertas a tantos que solicitan asilo. Pero el Campo de Refugiados Moria se ha transformado en una estructura de detención de prófugos de guerra, por imposición de la Unión Europea. Desde el 20 de marzo los que huyen de la guerra arriesgando su vida en el mar, especialmente sirianos, terminan detenidos en Moria, sin los servicios necesarios, en condiciones de vida inaceptables. El campo tiene capacidad para 900 o 1.000 personas y en este momento hay más de 3.000. Sin servicios higiénicos suficientes, con familias y niños que duermen al exterior, en el piso. Los alimentos no alcanzan para todos. Y no tienen ninguna información sobre su situación. Organizaciones humanitarias como Médicos sin Fronteras, después del acuerdo entre la Unión Europea y Turquia, decidieron abandonar el campo para no transformarse en cómplices de un sistema considerado inicuo y deshumano.

Tanto los habitantes de la isla, como los prófugos, la Iglesia y los religiosos, esperan que el Papa Francisco pueda lograr despertar las conciencias de la opinión pública y de las autoridades. Reiteramos que se trata de una visita humanitaria y no política, en un marco ecuménico, de un Papa que pide con el ejemplo primero y después con la palabras, crear ‘puentes y no barreras’. Al acercarse para ver con sus propios ojos y sentir con su propio cuerpo el sufrimiento de los prófugos de guerra, Francisco los saca de la invisibilidad, los pone en el centro y nos mueve a tomar conciencia de lo que sufren. Francisco renueva en Moria su llamado a respetar los derechos internacionales y de la persona humana, a sostener la ayuda humanitaria, a trabajar por la cultura del encuentro y la integración.

 








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