2016-03-11 18:30:00

Conclusión de los Ejercicios Espirituales: buscar la acción de Dios en una zona de proximidad


(RV).- “Dios está siempre cerca del hombre, con una proximidad doméstica, junto a sus necesidades cotidianas. Esta es la experiencia de María en sus treinta años en Nazaret, sin clamores ni visiones”, lo dijo el padre Ermes Ronchi en la última meditación de los ejercicios espirituales predicados al Papa y a la Curia Romana en la localidad de Ariccia.

La reflexión conclusiva del predicador estuvo centrado en el pasaje bíblico de la Anunciación de la Virgen María. La escena de un evento colosal, el ángel que visita a María en Nazaret, se da en un contexto de normalidad. Porque es la simplicidad una característica de Dios.

“Dios en la cocina”

Para le meditación conclusiva de los ejercicios espirituales, el padre Ronchi propuso al Papa y a la Curia un recorrido dentro de los versículos de la Anunciación, el evento que, señala el predicador, sucede en lo cotidiano, sin testigos, lejos de las luces y de las emociones del templo. El primer anuncio de gracia del Evangelio es dado en la normalidad de la casa, mejor dicho – dice el religioso – en el lugar donde cada uno es sí mismo. Y es ahí donde se manifiesta y se toca a Dios:

“Santa Teresa de Ávila en 'El Libro de las Fundaciones' (...) ha escrito para sus monjas una carta que incluye estas palabras: hermanas recuerdan, Dios está entre las ollas, en la cocina. Pero como el Señor del universo que se mueve en la cocina del monasterio, entre jarras, ollas, platos, ollas y sartenes (...) Dios en la cocina, designa la acción de Dios en una zona de proximidad (...) Si no lo sientes doméstico, es decir, dentro de las cosas más simples, no has todavía encontrado el Dios de la vida. Estas todavía en la representación racional del Dios de la religión”.

Promesa de felicidad

A María la vemos, afirma el predicador, en el tentativo de reparar las partes más dañadas y dramáticas de nuestra fe: “el Dios de la religión” que se había separado del “Dios de la vida”. La mujer de Nazaret, prosigue el religioso, como ama de casa, nos lanza un desafío enorme: pasar de una espiritualidad que se funda en la lógica de lo extraordinario a una mística del cotidiano. Y en este día a día el sentimiento que prevalece es la alegría. Y estas son las primeras palabras de la Anunciación: “Alégrate María”. Porque cuando Dios se acerca al hombre, es para traerle una promesa de felicidad:

“Para nosotros que estamos vestidos de gravedad y de pesadez, vistámonos también de responsabilidad, María recuerda que la fe o es la alegre confianza o no es (...) María entra en escena como una profecía de felicidad a nuestras vidas, como una bendición de la esperanza, consolación, que descendía en nuestro mal vivir, la sufrida soledad, la ternura negada, la violencia que amenaza pero no gana, porque la belleza es más fuerte que el dragón de la violencia, asegura el Apocalipsis. Y el ángel con esta primera palabra dice que hay una felicidad en el creer, el placer de creer”.

Obrar en nuestras casas

María, indica el padre Ronchi, entra en escena como una mujer que cree en el amor. “El ángel – se lee en el Evangelio – fue enviado a una virgen, prometida como esposa de un hombre llamado José”. Según el evangelista Lucas, señala el predicador, la Anunciación es hecha a María, en cambio según Mateo, es hecha a José:

“Pero si superponemos los dos Evangelios vemos con alegría que el anuncio se hace a la pareja, el esposo y la esposa juntos, al justo y la virgen enamorados  (...) Y Dios hace su obra en nuestras relaciones, hablando dentro de la familia, en nuestros hogares, en el diálogo, en el drama, en la crisis, en la duda, en los arrebatos (...)Dios no roba espacio a la familia, no invade, no lesiona, no quita, busca un sí plural, que se vuelve creativo porque es la suma de dos corazones, la suma de muchos sueños y mucho trabajo paciente”.

La fe frágil, pero autentica

Finalmente, María sabe pedir a Dios, pide como podrá suceder lo que apenas le han anunciado. “Tener perplejidad, poner interrogantes es un modo para estar delante del señor con toda la dignidad humana”, sostiene el religioso, “aceptar el misterio, pero al mismo tiempo usar la inteligencia”. Afirmo cuales son mis caminos y luego acepto los caminos que están por encima de mí:

“En ninguna parte se dice que la fe frágil sea mejor que la pequeña fe entrelazada con las preguntas. Basta que sea autentica (...), que en su pequeñez tiene aún más necesidad de Dios. De hecho, aquello que me da esperanza es ver cómo en el pueblo de Dios continúan creciendo preguntas, ninguno se contenta con más de las respuestas... de palabra ya escuchadas, de respuestas de manual, queremos entender, profundizar, queremos hacer la propia fe. ¿Un tiempo cuando todos estaban en silencio antes el sacerdote era un momento de mayor fe?, Creo que es todo lo contrario y si esto es más difícil para nosotros, es también un aleluya, finalmente”.

La reflexión final es sobre la maternidad de Dios. “Sin el cuerpo de María el Evangelio pierde cuerpo”, afirma el padre Ronchi, y todos los cristianos estamos llamados a ser madres de Dios, porque Dios siempre necesita venir al mundo.

(Renato Martinez – Radio Vaticano)








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