2015-10-22 14:39:00

Discernir los signos de los tiempos, la reforma de la Iglesia en clave sinodal


(RV).- En vísperas de la conclusión de la XIV Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos y de la aprobación de la Relatio Finalis (documento conclusivo) sobre “La vocación y la misión de la familia en la Iglesia y en el mundo contemporáneo”. El Papa Francisco delineó en su discurso con ocasión de la celebración del quincuagésimo aniversario de la institución de esta Asamblea sinodal, el camino de reforma para la Iglesia Universal en el tercer milenio, una reforma en clave sinodal.

En su discurso, el Santo Padre expresó su aprecio y valoración por la figura eclesial del Sínodo de los Obispos. “Desde el inicio de mi ministerio como Obispo de Roma he intentado valorizar el Sínodo, que constituye una de las herencias más preciosas de la última reunión conciliar”.

Citando a sus predecesores, el Beato Pablo VI, San Juan Pablo II y Benedicto XVI, el Papa señaló la importancia de la potenciación y mejora de la Asamblea sinodal. “Para el Beato Pablo VI, el Sínodo de los  Obispos debía volver a proponer la imagen del Concilio ecuménico y reflexionar sobre su espíritu y el método. El mismo Pontífice anunciaba que el organismo sinodal con el pasar del tiempo podrá ser mayormente perfeccionado”. Asimismo, el Sucesor de Pedro recordó que veinte años más tarde, San Juan Pablo II hacía eco de las palabras del Cardenal Giovanni Battista Montini, cuando afirmaba que «tal vez este instrumento podrá aun ser mejorado. Quizás la colegial responsabilidad pastoral puede expresarse en el Sínodo aún más plenamente». Del mismo modo, el Papa Francisco, evidenció algunas variaciones que habían sido realizados por Benedicto XVI al Ordo Synodi Episcoporum, a la luz de las disposiciones del Código de Derecho Canónico y del Código de los Cánones de las Iglesias orientales.

La reforma propuesta por Francisco, que interpretando los signos de los tiempos señala que el camino de la Iglesia en el tercer milenio, es el camino de la sinodalidad. Este tema, encuentra con el actual Pontífice argumentos y perspectivas que, desde la teología y misión pastoral del Sínodo de los Obispos y desde la misma naturaleza y quehacer de la Iglesia, han de implementarse de manera concreta, progresiva y eficaz. “Debemos proseguir por este camino. El mundo en el que vivimos, y que estamos llamados a amar y servir también en sus contradicciones, exige de la Iglesia el potenciamiento de las sinergias en todos los ámbitos de su misión. Precisamente el camino de la sinodalidad es el camino que Dios espera de la Iglesia del tercer milenio”.

Iglesia y Sínodo son sinónimos

En un segundo momento de su discurso, el Vicario de Cristo trazó de modo nítido, el camino por dónde debería de ir esta reforma. Sin entrar en cuestiones puramente metodológicas y formales, el Papa invitó a la Iglesia a una reforma en clave sinodal. “Lo que el Señor nos pide, en cierto sentido, ya está todo contenido en la palabra ‘Sínodo’. Caminar juntos – Laicos, Pastores, Obispo de Roma – es un concepto fácil de expresar con palabras, pero no es tan fácil ponerlo en práctica”.

En este sentido, el Obispo de Roma, reafirmó que el Pueblo de Dios está constituido por todos los Bautizados llamados a formar una casa espiritual y un sacerdocio santo. “El Concilio Vaticano II proclama que “la totalidad de los Fieles, teniendo la unción que viene del Santo (Cfr. 1 Jn 2,20 y 27), no puede equivocarse en creer, y manifiesta esta propiedad mediante el sentido sobrenatural de la fe de todo el Pueblo, cuando desde los Obispos hasta el último de los Fieles laicos muestra su consenso universal en cosas de fe y moral”.

De este modo, el Pontífice subrayó que “el Pueblo de Dios es santo en razón de esta unción que lo hace infalible in credendo”, agregando que todo Bautizado, cualquiera que sea su función en la Iglesia y el grado de instrucción de su fe, es un sujeto activo de evangelización y sería inadecuado pensar a un esquema de evangelización llevado adelante por actores calificados en el cual el resto del Pueblo fiel sería solamente receptivo de sus acciones. “El sensus fidei impide separar rígidamente entre Ecclesia docens ed Ecclesia dicens, ya que también la Grey posee un instinto propio para discernir los nuevos caminos que el Señor abre a la Iglesia”.

Ha sido esta convicción, dijo el Papa, a guiarme cuando he deseado que el Pueblo de Dios viniera consultado en la preparación de la doble cita sinodal sobre la familia. Una consultación de este tipo en ningún modo podría bastar para escuchar el sensus fidei. Pero, nos ha permitido por medio de las respuestas de los dos cuestionarios enviados a las Iglesia particulares, la posibilidad de escuchar sus alegrías y esperanzas.

Iglesia de la escucha

“Una Iglesia sinodal es una Iglesia de la escucha, con la conciencia que escuchar es más que oír. Es una escucha recíproca en la cual cada uno tiene algo que aprender. Pueblo fiel, Colegio Episcopal, Obispo de Roma: uno en escucha de los otros; y todos en escucha del Espíritu Santo, el Espíritu de verdad (Jn 14,17), para conocer lo que Él dice a las Iglesias (Ap 2,7)”. Esta clara afirmación del Santo Padre evidencia, que la entera realidad eclesial – Pueblo, Pastores y Obispo de Roma – se debe comprometer en poner en marcha y en buscar instrumentos, medios y modos de escucha, de reciprocidad, de corresponsabilidad, es decir, de sinodalidad.

“El Sínodo de los Obispos es el punto de convergencia de este dinamismo de escucha llevado a todos los niveles de la vida de la Iglesia. El camino sinodal inicia escuchando al Pueblo, que también participa en la función profética de Cristo, según un principio querido en la Iglesia del primer milenio: Quod omnes tangit ab ómnibus tractari debet”.

El camino del Sínodo prosigue escuchando a los Pastores, afirmó el Papa, por medio de los Padres sinodales, los Obispos actúan como auténticos custodios, intérpretes y testimonios de la fe de toda la Iglesia, que debe saber distinguir atentamente los flujos muchas veces cambiantes de la opinión pública.

“El camino sinodal culmina en la escucha del Obispo de Roma, llamado a pronunciarse como Pastor y Doctor de todos los cristianos: no a partir de sus convicciones personales, sino como testigo supremo de la fides totius Ecclesiae, garante de la obediencia y de la conformidad de la Iglesia a la voluntad de Dios, al Evangelio de Cristo y a la tradición de la Iglesia. El hecho que el Sínodo actué siempre cum Petro et sub Petro – por lo tanto no sólo cum Petro, sino también sub Petro – no es una limitación de la libertad, sino una garantía de la unidad”.

Iglesia sinodal y el dinamismo de comunión

“El carácter sinodal, como dimensión constitutiva de la Iglesia, nos ofrece el marco interpretativo más adecuado para comprender el mismo ministerio jerárquico… Al contrario, en la Iglesia es necesario que alguno se abaje para ponerse al servicio de los hermanos a lo largo del camino”.

En este sentido el Santo Padre recordó que quienes ejercen la autoridad se llaman “ministros”: porque, según el significado originario de la palabra, son los más pequeños de todos. Cada Obispo, sirviendo al Pueblo de Dios, llega a ser para la porción de la Grey que le ha sido encomendada, vicarius Christi, vicario de Jesús, quien en la última cena se inclinó para lavar los pies de los apóstoles (Cfr. Jn 13, 1-15). Y, en un horizonte semejante, agregó, el mismo Sucesor de Pedro es el servus servorum Dei. “¡Jamás lo olvidemos! Para los discípulos de Jesús, ayer, hoy y siempre, la única autoridad es la autoridad del servicio, el único poder es el poder de la cruz, según las palabras del Maestro”.

Por ello, es importante tener presente dijo el Obispo de Roma, los diversos niveles que comporta el ejercicio de la sinodalidad. El primer nivel se realiza en las Iglesias particulares, afirmo el Pontífice, seguido del nivel de las Provincias y de las Regiones Eclesiásticas, de los Consejos Particulares y, en modo especial, de las Conferencias Episcopales; por último el nivel de la Iglesia universal.

“Nuestra mirada se extiende también a la humanidad. Una Iglesia sinodal es como un emblema levantado entre las naciones en un mundo que – aun invocando participación, solidaridad y la transparencia en la administración de la cosa pública – a menudo entrega el destino de poblaciones enteras en manos codiciosas de pequeños grupos de poder. Como Iglesia que camina junto a los hombres, partícipe de las dificultades de la historia, cultivamos el sueño que el redescubrimiento de la dignidad inviolable de los pueblos y de la función de servicio de la autoridad podrán ayudar a la sociedad civil a edificarse en la justicia y la fraternidad, generando un mundo más bello y más digno del hombre para las generaciones que vendrán después de nosotros”.

(Renato Martinez - Radio Vaticano)








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