2015-09-07 20:31:00

Que los «prófugos» sean recibidos por cada parroquia y comunidad, pidió el Papa el 6 de setiembre


REFLEXIONES EN FRONTERA, jesuita Guillermo Ortiz

Dos imágenes fuertes para el corazón tuvimos la primera semana de setiembre. La imagen de Aylan Kurdi, el niño sirio de tres años, que murió ahogado cuando intentaba con su familia llegar a la isla griega de Kos. Habían pagado mil dólares a los traficantes por cada una de las 6 plazas en el bote. La otra imagen es la de Teresa de Calcuta –cuya fiesta litúrgica celebramos el 5-, que se dedicó a asilar con solo su sonrisa y sus brazos a tantos niños, abandonados y moribundos de Calcuta. Porque los brazos de Dios, al que no se le pierde ninguno de sus hijos, necesitan de nuestros brazos dispuestos a ayudarlo con su amor a los más pequeños.

Cuando el Papa habló, citó a la Madre Teresa como testigo de la misericordia de Dios, para pedir que los católicos de Europa reciban una familia de prófugos en cada parroquia, comunidad religiosa, monasterio y santuario. «Ante la tragedia de decenas de miles de prófugos que huyen de la muerte por la guerra y el hambre y están en camino hacia una esperanza de vida, el Evangelio nos llama a ser ‘prójimos’ de los más pequeños y abandonados. A darles una esperanza concreta», dijo.

«Prófugos» y no «refugiados» En su llamado a que cada parroquia y comunidad reciba una familia, el Papa utilizó la palabra "prófugo" tres veces en el texto italiano, porque la palabra "refugiado" implica el reconocimiento jurídico del país que asila. Mientras que los que huyen de la muerte, de la guerra, del hambre, son «ilegales» y tantas veces son tratados como delincuentes. Precisamente es ese el problema y el desafío al que el Papa nos invita: Asilar al «prófugo». Porque en la mayoría de los casos la ley les impide ser «refugiado». Los refugiados no necesitan que los reciban. Ya están asilados.








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