2015-08-29 13:37:00

Más que lavarse las manos hay que dejar que las lágrimas purifiquen el corazón, es la propuesta de Francisco


REFLEXIONES EN FRONTERA, jesuita Guillermo Ortiz

En el Evangelio Jesús enseña que lo que mancha viene del interior del hombre. No viene de afuera, ni se limpia con rituales externos. El 18 de febrero de 2015 Francisco dijo: «El corazón es la sede de nuestros sentimientos, el centro en el que maduran nuestras elecciones, nuestras actitudes»... «Volver al Señor «de todo corazón» significa emprender el camino de una conversión no superficial y transitoria, sino un itinerario espiritual que concierne al lugar más íntimo de nuestra persona», «El «vuelvan a mí de todo corazón» no sólo implica a cada persona, sino que también se extiende a toda la comunidad, es una convocatoria dirigida a todos… El Señor no se cansa nunca de tener misericordia de nosotros, y quiere ofrecernos una vez más su perdón, invitándonos a volver a Él con un corazón nuevo, purificado del mal, purificado por las lágrimas, para compartir su alegría».

«¿Cómo recibir esta invitación? Nos lo sugiere san Pablo: «En nombre de Cristo les pedimos: ¡que se dejen reconciliar con Dios» (2 Co 5, 20). Este esfuerzo de conversión no es solamente una obra humana, es "dejarse reconciliar". La reconciliación entre nosotros y Dios es posible gracias a la misericordia del Padre que, por amor a nosotros, no dudó en sacrificar a su Hijo unigénito. Cristo, que era justo y sin pecado, fue hecho pecado por nosotros (v. 21) cuando cargó con nuestros pecados en la cruz, y así nos ha rescatado y justificando ante Dios… Por favor, detengámonos, detengámonos un poco y dejémonos reconciliar con Dios… La verdad de la existencia humana es que somos criaturas limitadas, pecadores siempre necesitados de penitencia y conversión. ¡Qué importante es escuchar y acoger esta exhortación en nuestro tiempo! La invitación a la conversión es un impulso a volver -como hizo el hijo de la parábola- a los brazos de Dios, Padre tierno y misericordioso, a llorar en ese abrazo, a fiarse de Él y encomendarse a Él».








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