2015-05-22 19:56:00

Por las Heridas de Amor fluye el Espíritu - Reflexiones en Frontera, jesuita Guillermo Ortiz


Desde el más allá desconocido; ese más allá que es el seno del Padre Dios, donde Jesús volvió después de haberse embarrado, haciéndose hombre; desde el más allá al que Jesús ascendió para gozar definitivamente el respiro de Dios, el abrazo estrecho de amor santo con el  Padre Dios; ese más allá donde están nuestros mayores, padres y abuelos; desde ese más allá Jesús nos envía el Espíritu de amor santo, para unirnos con Dios, con todos los del más allá y entre nosotros aquí, para abrazarnos en el mismo soplo de fuego que respiran el Padre y el Hijo.

Para unirnos con los del más allá y entre los de aquí hace falta un puente, un camino que una las orillas distantes, invisibles. Las del seno de Vida plena del Padre y la orilla de la tierra, que se prolonga a los confines ignotos de las galaxias todavía más grandes, pero que también se pierden en las manos del Dios Altísimo,  porque es él el que hizo el universo y lo sostiene.

Jesús construyó el Puente entre el universo y el seno de Dios con su titánico sacrificio de amor. El Puente es la Cruz, pero no aquella cruz de olivo, sino la Cruz que Jesús tiene hoy en su cuerpo vivo, en las llagas de sus manos, de sus pies y de su pecho, como un túnel profundo por el que fluye a raudales el Espíritu; la Vida de Dios.

Como por un cordón umbilical invisible fluye el Espíritu de Vida plena en el amor; el soplo que respiran el Padre y el Hijo, ahora también con nosotros bautizados, por las llagas de Cristo. Ese Espíritu de Amor poderoso que crea, genera, sana, cura, restaura, vivifica.

La boca de este Puente-tunel con el Seno de Dios aquí en la tierra es ese templo, esa iglesia o santuario donde en la misa del domingo vos y yo podemos respirar el aliento de Jesús que viene a nosotros en la Eucaristía. Pero esta puerta del túnel es de dos hojas. Una es el Cuerpo eucarístico de Cristo y la otra es la herida del hermano que sufre. No se puede entrar ni recibir el Espíritu por una sola hoja de la puerta, hay que abrir las dos. Francisco insiste en salir al encuentro del hermano que sufre, para tocar el cuerpo de Cristo en sus llagas de hoy.REFLEXIONES EN FRONTERA, jesuita Guillermo Ortiz

 








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