2015-05-08 12:52:00

No es de oro, pero es una corona


REFLEXIONES EN FRONTERA, jesuita Guillermo Ortiz

La Virgen del Rosario tiene un culto muy antiguo, nacido de los Dominicos (en el siglo XIII), que fueron los mayores propagadores de esta devoción. La oración del Rosario, llamado también «Salterio de María», tiene una larga difusión por la facilidad con  la que se puede rezar. Era el «evangelio de los pobres» que, siendo en mayor parte analfabetos, podían así meditar los misterios de la vida de Cristo sin necesidad de leer.

La Virgen del Rosario tiene en los siglos, varias representaciones artísticas. La más conocida es aquella en la que la corona del Rosario viene dada a Santa Catalina de Siena y a Santo Domingo, arrodillados junto al trono donde está la Virgen. Es uno de estos cuadros el que ha dado vida a la devoción en Pompeya, gracias a la obra del beato Bartolo Longo, que nació en  1841 y  falleció en 1926. Él, mientras andaba por los campos cerca de Pompeya, sintió una voz misteriosa que le decía: “¡Si propagas el Rosario te salvarás!”

Desde aquel momento, se dedicó a la difusión del  Rosario y a la edificación del Santuario de Pompeya, con varias casas de caridad para pobres y huérfanos. El beato escribió también la Súplica a la Virgen del Rosario de Pompeya que, todavía hoy, se reza solemnemente el  8 de mayo y el primer domingo de octubre. La Virgen nos indica, en la oración del Rosario, un medio privilegiado para profundizar el encuentro con Jesús y los pobres del Evangelio.

 








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