2015-05-02 14:42:00

El Árbol de la Vida


REFLEXIONES EN FRONTERA, jesuita Guillermo Ortiz

El viñador cortó el gajo seco de la vid infectado por el virus. Junto al seco había uno vivo pero el viñador lo acortó con la poda. La viña sangró primero, pero después floreció fecunda y sazonó un fruto sabroso.

El virus del egoísmo te seca. La comunión con los otros vivifica. “Se corta solo”; “hace la suya” decimos del individualista que sigue sus propios intereses, separado de los que trabajan por el bien común. ¿Pero hasta dónde llegará?; ¿podrá solo? El que trabaja por un proyecto común se nutre con la fuerza de los hermanos, pero debe ceñirse a la ley de la comunidad. El fruto crece y sazona en la comunión.

Jesús es el árbol de la vida; el tronco arraigado en las entrañas divinas de las que fluye el Espíritu de Vida. Las llagas de Jesús, árbol de Vida, es donde tenemos que injertarnos y permanecer para dar fruto abundante de amor concreto a Dios y a los hermanos.

Dice Jesús a sus discípulos en el Evangelio de Juan: Así como el sarmiento no puede dar fruto si no permanece en la vid, tampoco ustedes, si no permanecen en mí. El que permanece en mí, y yo en él, da mucho fruto. Pero el que no permanece en mí, es como el sarmiento que se seca, se tira al fuego y arde.

Oraciòn: Dios, que nos has injertado en Cristo como gajos en la vid verdadera, danos tu Espíritu, para que, amándonos los unos a los otros con amor sincero, seamos primicia de la nueva humanidad y demos frutos de santidad y de paz.








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