2015-02-13 11:20:00

Testigos de la fe, programa del Padre Guillermo Buzzo


Franca es la hermana mayor de una familia grande. Ella vivió con alegría el casamiento de varios de sus hermanos. Con alegría, y también con preocupación, porque los años iban pasando y para todos llegaba “la media naranja” como se dice en algunos lugares, es decir, la persona adecuada, el amor de su vida. Pero para Franca, parecía que no.

Hay cosas que en las que las diferentes culturas parecen coincidir y ésta es una de ellas: Cuando una persona que quiere formar una familia, no encuentra con quien, se hacen todo tipo de bromas, (algunas muy pesadas) que van “estigmatizando” a la víctima, para que no siempre es fácil mantener el humor.

Pero –miren cómo se dan las cosas en este mundo- un día, el menos esperado, Franca presentó novio, y antes que los sorprendidos se recuperaran de la sorpresa, anunció matrimonio. Comentarios aparte, todos coincidían que ellos formaban una linda pareja. Se complementaban muy bien, y se los veía muy contentos con sus planes.

Matrimonio, fiesta, regalos, luna de miel. Todo fue un éxito. Y así comenzó para ellos un camino nuevo.

“No es fácil –comentaba Franca- arrancar a esta edad. No sé como será cuando uno es joven. Pero con Miguel ya tenemos muchos años de vida independiente, sin tener que rendirle cuentas a nadie, trabajando y asumiendo nuestros compromisos. No es fácil con más de 40 este cambio. Es hermoso, pero no es fácil”

Lo cierto es que, a pesar de todo, ellos se casaron y formaron su familia.

Menos de dos años después de su casamiento nació Luz, su primera hija. Luz era y es simplemente como su nombre. Ella iluminó la casa de Franca y Miguel. La llenó de alegría, ruido, vida! “Ella nos cambió la vida –dice Franca- hasta el punto en que conocimos cosas de nosotros, que ignorábamos por completo.” La pequeña Luz, frágil, bonita –lo supimos el mismo día de su nacimiento- nació con el síndrome de Down.

“Hoy, que Luz tiene ya 7 años, contamos esta historia con una sonrisa, pero no fue así al comienzo –dice Franca-. Sabíamos que a causa de nuestra edad era un riesgo extra que corríamos, y después del nacimiento de Luz nos costó asumirlo. La gente llegaba a felicitarnos y parecía que terminaban dándonos un pésame. Era raro. Nosotros estábamos felices y conmovidos a la vez. Pero no tristes”.

A Franca se le presentaron preguntas que se le presentan a muchos padres de niños con síndrome de Down. Sobre todo, les acosaba la incertidumbre de pensar que su hija no podría valerse por sí misma. Y que ellos no estarían allí siempre para ayudarla.

“No vamos a mentir –confiesa- Una niña como Luz supone mucho trabajo, y muchas renuncias. Pero también es justo reconocer que las alegrías fueron también muy grandes, y más que las dificultades. Nosotros confiamos en Jesús. Somos gente de fe, aunque a veces titubeamos un poco, y no siempre somos tan practicantes como nos gustaría. Pero nunca abandonamos la oración en familia. Luz nos ayuda cada día a recordar que si no nos apoyamos en Jesús, nuestra vida se desmorona. Ella es, al mismo tiempo, un cable a tierra y un puente al Cielo”.

Franca, alguien como yo, alguien como tú. Alguien que se animó a decirle sí a Jesús.








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