2015-01-24 15:09:00

Que la bendición sea tan potente como los tifones


REFLEXIONES EN FRONTERA, jesuita Guillermo Ortiz

En Manila, en medio de grandes rascacielos, algunos viven con la familia en el triciclo, que es una precaria bicicleta con una silla cubierta al costado, donde entran dos personas y hasta tres muy ajustados. Durante el día el triciclo es la herramienta de trabajo para transportar personas y cosas y durante la noche es hogar. Son personas sin casa. ¿Se las destruyo un tifón, un terremoto?, o ¿tampoco la tuvieron antes?

 

Por otra parte entre los rascacielos enormes - algunos vacíos- hay grandes centros comerciales en los que el propietario, no se si por católico o para atraer a la gente, construyó primero una iglesia al centro del centro comercial donde hay de todo, también las ostias, el vino, las velas para la misa. Pero los empleados, la mayoría jóvenes, solo trabajan 6 meses, que es el tiempo que se puede tener una persona sin obligación de contrato. Después los despiden. Es una desigualdad enorme la que vi en Filipinas. Los pobres son mayoría, con barrios enteros que viven en la miseria. Un sistema consolidado, donde pareciera que todos están acostumbrados a ese modo de vida.

 

En su misión en Filipinas Francisco pidió “escuchar la voz de los pobres y romper las cadenas de la injusticia y la opresión que dan lugar a flagrantes e incluso escandalosas desigualdades sociales”. Exhortó a las familias a “animarse a soñar”. Celebró con las víctimas sollozantes en el lugar más castigado por el fatal Tifón Yolanda, junto al mar, mientras la lluvia y el viento de un tifón de 2 grados los azotaba. El Obispo de Roma dijo que no tenía palabras ante los damnificados, que miraran a Cristo que lloró como nosotros y que nos puede comprender porque pasó primero por todo esto. Respondiendo en el “Encuentro con los Jóvenes” el Papa insistió en la necesidad de aprender a llorar por los sufrimientos de los otros.

 

En una cultura aparentemente habituada a vivir desigualdades enormes sin quejarse, la gente está unida por la devoción al “Santo Niño”, llevada en los inicios por los misioneros españoles. En nuestro alojamiento, una señora que, sin duda, bien podía pagarse holgadamente la pensión, llevaba en su canasta de la silla de ruedas con motor, el clásico Santo Niño de pie, con los brazos abiertos y vestido de rey de color rojo. Mientras que, vestido con otros atuendos populares, había también otras 2 imágenes del Santo Niño también en la calle, en un pequeño puesto donde comían de pie una o dos familias, el día de partida del Papa. Dijo el Papa: “El Santo Niño sigue anunciándonos que la luz de la gracia de Dios ha brillado sobre un mundo que habitaba en la oscuridad, trayendo la Buena Noticia de nuestra liberación de la esclavitud y guiándonos por los caminos de la paz, el derecho y la justicia”. “El Santo Niño nos recuerda nuestra identidad más profunda. Todos somos hijos de Dios, miembros de la familia de Dios”.

 

Para responder al desafío propuesto por el Papa, los filipinos, además de la devoción popular al "santo Niño", tienen la gran ayuda de la hospitalidad, el sentido de familia y de fraternidad. Tienen un profundo sentido religioso y respeto de lo sagrado propio de Asia, con sus antiguas tradiciones. Un respeto que occidente ha perdido mucho, llegando a la burla de las cosas de Dios; un respeto y valoración de lo religioso que relaciono con el santo temor de Dios, fundamental en la Biblia, principio de sabiduría y de tantas virtudes. Este sentido se refleja en el respeto por el sacerdote ante quien se inclinan para pedir la bendición de Dios. Por eso valoraron mucho la visita y la presencia del Vicario de Cristo, al que no se cansaron de pedirle la bendición.

Dios quiera que la bendición espiritual sea tan copiosa, abundante y potente como el agua y el viento de los tifones.








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