2014-10-17 08:26:00

A gustar desde ahora el amor de Cristo, el Papa en la Catequesis


(RV).-Durante este tiempo – dijo el Papa en su catequesis en la audiencia general - hemos hablado sobre la Iglesia, sobre nuestra santa madre Iglesia, el pueblo de Dios en camino. Y hoy queremos preguntarnos: al final, ¿qué fin tendrá el pueblo de Dios? 


Queridos hermanos y hermanas:
En esta catequesis nos preguntamos por el destino final del pueblo de Dios. Qué tenemos que esperar. El Apocalipsis nos presenta dos imágenes: la esposa que espera a su Esposo, y esto nos habla del proyecto de comunión con la persona de Jesús que Dios ha trazado a lo largo de la historia, y la otra imagen, la Nueva Jerusalén, que evoca el lugar donde todos los pueblos se reunirán junto a Dios. 


La esperanza cristiana – dijo el Santo Padre- no es sólo un deseo, un auspicio. Para un cristiano, la esperanza es espera, espera ferviente, apasionada por el cumplimiento último y definitivo de un misterio, el misterio del amor de Dios.


La esperanza cristiana engloba a toda la persona, pues no es, la esperanza, un mero deseo o un optimismo, sino la plena realización del misterio del amor divino, en el que hemos renacido y en el que ya vivimos.
Nosotros deseamos, anhelamos la venida de Nuestro Señor Jesucristo, y Él se hace cada día más cercano a nosotros para llevarnos finalmente a la plenitud de su comunión y su paz.


Debemos preguntarnos, sin embargo, con gran sinceridad, ¿somos testigos realmente luminosos y creíbles de esta espera, de esta esperanza? ¿Nuestras comunidades viven aún en el signo de la presencia del Señor Jesús y en la espera ardiente de su venida, o aparecen cansadas, entorpecidas, bajo el peso de la fatiga y la resignación? 


Por ello, la Iglesia tiene la misión de mantener encendida la lámpara de esa esperanza, como signo seguro de la salvación. Debemos preguntarnos si de verdad somos testigos luminosos y creíbles de esa esperanza, si nuestras vidas, nuestras comunidades manifiestan la presencia del Señor y esta espera ardiente de su venida, si no corremos el riesgo de agotar el aceite de nuestra fe y perder la alegría.

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España, México, Costa Rica, Argentina y otros países latinoamericanos. Que María Santísima, Madre de la esperanza, nos enseñe a gustar ya desde ahora del amor de Cristo que un día se nos manifestará en plenitud. Muchas gracias.








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