No nos cerremos al diálogo y al encuentro, sino que estemos abiertos a todo aquello
que es valioso y positivo en quienes no piensan y actúan como nosotros, invitó el
Papa en la catequesis
(RV).- (Actualizado con texto y audio completo de la catequesis del Papa) ¿Cuál es nuestra actitud
frente a tantas personas que, compartiendo nuestra fe en Cristo, pertenecen a otros
confesiones o tradiciones?, preguntó el Obispo de Roma, en la Plaza del santuario
de San Pedro, colmada de fieles y peregrinos del mundo, en la Catequesis dedicada
a los cristianos no católicos.
El Sucesor en la cátedra de Pedro, recordó,
que “a lo largo de la historia esta realidad de las diferentes confesiones y tradiciones
cristianas ha sido con frecuencia causa de conflictos y sufrimiento”, por eso insistió
con la pregunta: “¿cuál es nuestra actitud? ¿Nos resignamos, somos indiferentes? ¿O
creemos que es posible caminar hacia la reconciliación y la plena comunión?”. “Las
divisiones entre los cristianos, además de herir a la Iglesia, hieren al mismo Cristo,
que, antes de su muerte, rogó encarecidamente al Padre por la unidad de todos sus
discípulos”, afirmó Francisco.
El Vicario de Cristo explicó que “la soberbia
y el egoísmo que nos vuelven intolerantes e incapaces de escuchar y aceptar a quien
tiene un punto de vista diverso”, es lo que aparece de uno u otro modo, detrás de
estas heridas.
“Jesús y la riqueza de su amor es lo que nos une -dijo Francisco-,
de Él aprenderemos a perdonar, a sentirnos parte de la misma familia, a considerarnos
un don para los demás y a realizar juntos tantas cosas buenas, tantas obras de caridad
por el bien común”. Y animó a la multitud de fieles y peregrinos: “Como miembros de
la Iglesia, en primer lugar, estamos llamados a rezar, como lo hizo Jesús, por la
unión de los cristianos. Además, el Señor nos pide que no nos cerremos al diálogo
y al encuentro, sino que estemos abiertos a todo aquello que es valioso y positivo
en quienes no piensan y actúan como nosotros, que no nos quedemos en lo que nos divide,
sino que acentuemos lo que nos une: Jesús y la riqueza de su amor”.
Para tu
Radio, jesuita Guillermo Ortiz de RADIO VATICANA
Texto completo de la
catequesis del Papa
La
Iglesia: los cristianos no católicos
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos
días!
En las últimas catequesis, hemos tratado de sacar a la luz la naturaleza
y la belleza de la Iglesia, y nos hemos preguntado qué comporta para cada uno de nosotros
el ser parte de este pueblo, pueblo de Dios, que es la Iglesia. Pero no debemos olvidar
que hay tantos hermanos, que comparten con nosotros la fe en Cristo, pero que pertenecen
a otras confesiones o a tradiciones diferentes de la nuestra. Muchos se han resignado
a esta división – también dentro de nuestra Iglesia católica se han resignado -
que en el curso de la historia, a menudo ha sido causa de conflictos y de sufrimientos:
¡también de guerras eh! ¡Esta es una vergüenza! También hoy las relaciones no son
siempre marcadas por el respeto y la cordialidad. Pero, me pregunto: ¿nosotros, cómo
nos presentamos de frente a todo esto? ¿También nosotros estamos resignados o somos
incluso indiferentes a esta división? ¿O más bien creemos firmemente que se puede
y se debe caminar en la dirección de la reconciliación y de la plena comunión? La
plena comunión, es decir, poder participar todos juntos en el cuerpo y la sangre de
Cristo.
La división entre cristianos, mientras hieren a la Iglesia, hieren
a Cristo y nosotros divididos herimos a Cristo: la Iglesia, en efecto, es el cuerpo
del cual Cristo es la cabeza. Sabemos bien cuánto deseaba Jesús que sus discípulos
permanecieran unidos en su amor. Es suficiente pensar en sus palabras referidas en
el capítulo décimo séptimo del Evangelio de Juan, la oración dirigida al Padre en
la inminencia de la pasión: “Padre santo, cuida en tu nombre a los que me diste, para
que sean uno como nosotros” (Jn, 17,11). Ésta unidad estaba ya amenazada mientras
Jesús estaba todavía entre los suyos: en el Evangelio, en efecto, se recuerda que
los apóstoles discutían entre ellos sobre quién fuera el más grande, el más importante
(cfrLc 9,46).
Pero el Señor, ha insistido tanto en la unidad
en el nombre del Padre, haciéndonos entender que nuestro anuncio y nuestro testimonio
serán más creíbles cuánto más nosotros, en primer lugar, seremos capaces de vivir
en comunión y de amarnos. Es lo que sus apóstoles, con la gracia del Espíritu Santo,
comprendieron después profundamente y cuidaron, tanto que San Pablo llegará a implorar
la comunidad de Corinto con estas palabras: “Hermanos, en el nombre de nuestro Señor
Jesucristo, yo los exhorto a que se pongan de acuerdo: que no haya divisiones entre
ustedes y vivan en perfecta armonía, teniendo la misma manera de pensar y de sentir”
(1 Cor 1,10).
Durante su camino en la historia, la Iglesia es tentada
por el maligno, que trata de dividirla, y por desgracia se ha visto afectada por separaciones
graves y dolorosas. Son divisiones que a veces se han prolongado en el tiempo, hasta
hoy, por lo cual ahora resulta difícil reconstruir todos los motivos y sobre todo,
encontrar soluciones posibles. Las razones que llevaron a las fracturas y separaciones
pueden ser muy diferentes: desde las diferencias sobre principios dogmáticos y morales
y sobre concepciones teológicas y pastorales diversas, a los motivos políticos y de
conveniencia, hasta los enfrentamientos debidos a antipatías y ambiciones personales...
Los que es cierto es que, en un modo o en el otro, detrás de estas laceraciones están
siempre la soberbia y el egoísmo, que son causa de todo desacuerdo y nos hacen intolerantes,
incapaces de escuchar y aceptar a aquellos que tienen una visión o un posición diferente
de la nuestra.
Ahora, de frente a todo esto, ¿hay algo que cada uno de nosotros,
como miembros de la santa madre Iglesia, podemos y debemos hacer? Ciertamente, no
debe faltar la oración, en continuidad y en comunión con la de Jesús, la oración por
la unidad de los cristianos. Y junto con la oración, el Señor nos pide una renovada
apertura: nos pide no cerrarnos al diálogo y al encuentro, sino captar todo aquello
que de válido y positivo se nos ofrece también por quienes piensan diferente de nosotros
o se ponen en una diferente posición. Nos pide no fijar la mirada en lo que nos divide,
sino más bien en lo que nos une, tratando de conocer mejor y amar a Jesús y compartir
la riqueza de su amor. Y esto conlleva concretamente la adhesión a la verdad, junto
con la capacidad de perdonarse, de sentirse parte de la misma familia cristiana, de
considerarse el uno un don para el otro y hacer juntos muchas cosas buenas, y obras
de caridad.
Es un dolor, pero hay divisiones, hay cristianos divididos, nos
hemos dividido entre nosotros. Pero todos tenemos algo en común: todos creemos en
Jesucristo el Señor, todos creemos en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo,
y en tercer lugar, todos caminamos juntos, estamos en camino. ¡Ayudémonos los unos
a los otros! Tú piensas así, tú así…Pero, en todas las comunidades hay buenos teólogos:
que ellos discutan, que ellos busquen la verdad teológica, porque es un deber; pero
nosotros caminemos juntos, rezando los unos por los otros, y haciendo las obras de
caridad. Y así hacemos la comunión en camino, esto se llama: ecumenismo espiritual.
Caminar el camino de la vida todos juntos en nuestra fe, en Jesucristo nuestro Señor.
Se dice que no debe hablarse de cosas personales, pero, no resisto a la tentación…Estamos
hablando de comunión, comunión entre nosotros, y hoy, estoy muy agradecido al Señor,
porque hoy ¡hace 70 años que hice la Primera Comunión! Pero, hacer la Primera Comunión
todos nosotros debemos saber que significa entrar en comunión con los otros, en comunión
con los hermanos de nuestra iglesia, pero también en comunión con todos aquellos que
pertenecen a comunidades diferentes, pero creen en Jesús. Agradezcamos al Señor, todos,
por nuestro bautismo, agradezcamos al Señor todos, por nuestra comunión, y para que
esta comunión sea al final una comunión de todos juntos.
Queridos amigos, ¡entonces
vamos hacia adelante hacia la unidad plena! La historia nos ha separado, pero estamos
en camino hacia la reconciliación y la comunión. Y esto es verdad, ¡esto tenemos que
defender! ¡Todos estamos en camino hacia la comunión! Y cuando la meta nos pueda parecer
demasiado lejana, casi inalcanzable, y nos sintamos atrapados por el desaliento, nos
anime la idea de que Dios no puede cerrar su oído a la voz de su propio Hijo Jesús
y no cumplir con sus y nuestras oraciones, para que todos los cristianos sean verdaderamente
una sola cosa. Gracias.
Traducción del italiano: María Cecilia Mutual, Griselda
Mutual - Radio Vaticana
Texto completo del resumen de la catequesis
del Papa en nuestro idioma:
Queridos hermanos
y hermanas:
Hay muchas personas que, compartiendo con nosotros la fe
en Cristo, pertenecen a otras confesiones o tradiciones. Ante esta situación, que
a lo largo de la historia ha sido con frecuencia causa de conflictos y sufrimiento,
¿cuál es hoy nuestra actitud? ¿Nos resignamos, somos indiferentes? ¿O creemos que
es posible caminar hacia la reconciliación y la plena comunión?
Las
divisiones entre los cristianos, además de herir a la Iglesia, hieren al mismo Cristo,
que, antes de su muerte, rogó encarecidamente al Padre por la unidad de todos los
discípulos.
Diversas razones han conducido a la separación. Pero, de
un modo u otro, tras estas heridas, siempre aparecen la soberbia, el egoísmo, que
nos vuelven intolerantes e incapaces de escuchar y aceptar a quien tiene un punto
de vista diverso.
Como miembros de la Iglesia, en primer lugar, estamos
llamados a rezar, como lo hizo Jesús, por la unión de los cristianos. Y, además, el
Señor nos pide que no nos cerremos al diálogo y al encuentro, sino que estemos abiertos
a todo aquello que es valioso y positivo en quienes no piensan y actúan como nosotros,
que no nos quedemos en lo que nos divide, sino que acentuemos lo que nos une: Jesús
y la riqueza de su amor. Y que caminemos juntos en el camino de la vida, rezando juntos,
ayudándonos juntos. De Jesús aprenderemos a perdonar, a sentirnos parte de la misma
familia, a considerarnos un don para los demás y a realizar juntos tantas cosas buenas,
tantas obras de caridad por el bien común.
Saludo a los peregrinos de
lengua española, en particular a los grupos provenientes de España, Panamá, Argentina,
Puerto Rico, México y otros países. Les invito a rogar al Señor para que todos lleguemos
a ser en verdad una sola familia. Muchas gracias.