(RV).- (Con audio) Así como sin María
no habría existido Jesús, del mismo modo “sin la Iglesia no podemos ir adelante”.
Lo dijo el Papa al presidir la Misa matutina en la Capilla de la Casa de Santa Marta
en la memoria litúrgica de la Bienaventurada Virgen Dolorosa:
La Liturgia –
afirmó Francisco – después de habernos mostrado la Cruz gloriosa, nos hace ver a la
Madre humilde y mansa. En la Carta a los hebreos “Pablo subraya tres palabras fuertes”,
cuando dice que Jesús “aprendió, obedeció y padeció”. “Es lo contrario de lo que había
sucedido a nuestro padre Adán, que no quiso aprender lo que el Señor mandaba, que
no quiso padecer ni obedecer”. Jesús, en cambio, aun siendo Dios, “se despojó, se
humilló a sí mismo haciéndose siervo. Ésta es la gloria de la Cruz de Jesús”:
“Jesús
vino al mundo para aprender a ser hombre, y siendo hombre, caminar con los hombres.
Vino al mundo para obedecer, y obedeció. Pero esta obediencia la aprendió del sufrimiento.
Adán salió del Paraíso con una promesa, la promesa que iba adelante durante tantos
siglos. Hoy, con esta obediencia, con este aniquilarse a sí mismo, humillarse, de
Jesús, esa promesa devuelve esperanza. Y el pueblo de Dios camina con esperanza cierta.
También la Madre, ‘la nueva Eva’, como la llama el mismo Pablo, participa en este
camino del Hijo: aprendió, sufrió y obedeció. Y se convierte en Madre”.
El
Evangelio nos muestra a María a los pies de la Cruz. Jesús dice a Juan: “He aquí tu
madre”. María – afirmó el Papa – “es ungida Madre”:
“Y esta es también
nuestra esperanza. Nosotros no somos huérfanos, tenemos Madres: la Madre María. Pero
también la Iglesia es Madre y también la Iglesia es ungida Madre cuando recorre el
mismo camino de Jesús y de María: el camino de la obediencia, el camino del sufrimiento;
y cuando tiene esa actitud de aprender continuamente el camino del Señor. Estas dos
mujeres – María y la Iglesia – llevan adelante la esperanza que es Cristo, nos dan
a Cristo, generan a Cristo en nosotros. Sin María, no habría existido Jesucristo;
sin la Iglesia no podemos ir adelante”.
“Dos mujeres y dos Madres” – prosiguió
explicando el Papa Francisco – y junto a ellas nuestra alma, que como decía el monje
Isaac, abad de Stella, “es femenina” y se asemeja “a María y a la Iglesia”:
“Hoy,
viendo a esta mujer ante la Cruz, firme en seguir a su Hijo en el sufrimiento para
aprender la obediencia, al verla vemos a la Iglesia y vemos a nuestra Madre. Y también
vemos nuestra pequeña alma que no se perderá jamás, si sigue siendo también una mujer
cercana a estas dos grandes mujeres que nos acompañan en la vida: María y la Iglesia.
Y así como nuestros Padres del Paraíso salieron con una promesa, hoy nosotros podemos
ir adelante con una esperanza: la esperanza que nos da nuestra Madre María, firme
ante la Cruz, y nuestra Santa Madre Iglesia jerárquica”.