(RV).-(Con audio) Es en el
marco del año centenario de la primera Guerra Mundial, que Papa Francisco realiza
su peregrinaje al cementerio monumental militar de Redipuglia, en la región italiana
de Friuli-Venecia Julia, para rezar por los caídos de todas las guerras. La primera
guerra mundial que inició el 28 de julio de 1914, en los cuatro años y tres meses
de hostilidades, dejó un triste legado de muerte y destrucción. “Reflexionen sobre
su grave responsabilidad ante Dios y ante los hombres - exhortaba Papa Benedicto XV
- de sus resoluciones dependerá la paz y la alegría de un sinnúmero de familias, las
vidas de miles de jóvenes, la felicidad de la gente misma, que ustedes tienen el deber
absoluto de proporcionar. Les inspire el Señor decisiones conforme a su Santa Voluntad,
y haga que ustedes, mereciéndose el aplauso del tiempo presente, se aseguren a su
vez ante las generaciones venideras, el nombre de Constructores de Paz”. Pío
XII, el 24 de agosto de 1939, ante los micrófonos de Radio Vaticana llamaba a los
gobernantes a usar la fuerza de la razón, no la de las armas porque “la política
emancipada de la moral traiciona a aquellos mismos que así la quieren. Nada se pierde
con la paz. Todo puede perderse con la guerra. Vuelvan los hombres a comprenderse.
Vuelvan a tratar. Tratando con buena voluntad y con respeto de los recíprocos derechos
se darán cuenta que a los sinceros y buenos negociantes no les es nunca negado un
honorable éxito. Y se sentirán grandes – de la verdadera grandeza- si imponiendo silencio
a las voces de la pasión, sea colectiva que privada, y dejando a la razón su imperio,
habrán ahorrado la sangre de los hermanos y a la patria, la ruina. Nos
escuchen los fuertes para no hacerse débiles en la injusticia. Nos escuchen los potentes,
si quieren que su potencia no sea destrucción sino sostén para los pueblos y tutela
de la tranquilidad en el orden y el trabajo”. Con ocasión del 50º aniversario
del inicio de la segunda guerra mundial, Papa Juan Pablo II escribe: “Tenemos el deber
de sacar una lección de este pasado, para que jamás pueda repetirse el conjunto de
causas capaz de desencadenar un conflicto semejante”. “Ya sabemos por experiencia
que la división arbitraria de las naciones, los desplazamientos forzosos de las poblaciones,
el rearme sin límites, el uso incontrolable de armas sofisticadas, la violación de
los derechos fundamentales de las personas y de los pueblos, la inobservancia de las
reglas de conducta internacional, así como la imposición de ideologías totalitarias
no pueden llevar más que a la destrucción de la humanidad”. El hoy Papa Emérito
Benedicto XVI, durante su Viaje Apostólico en Líbano, nos recordaba la tragedia de
los conflictos y de la violencia. Desgraciadamente, decía, “el ruido de las armas
continúa escuchándose, así como el grito de las viudas y de los huérfanos. La violencia
y el odio invaden sus vidas, y las mujeres y los niños son las primeras víctimas.
¿Por qué tanto horror? ¿Por qué tanta muerte? Apelo a la comunidad internacional.
Apelo a los países árabes de modo que como hermanos, propongan soluciones viables
que respeten la dignidad de toda persona humana, sus derechos y su religión. Quien
quiere construir la paz debe dejar de ver en el otro un mal que debe eliminar. No
es fácil ver en el otro una persona que se debe respetar y amar, y sin embargo es
necesario, si se quiere construir la paz, si se quiere la fraternidad”. “Que
no se repitan los errores del pasado, sino que se recuerden las lecciones de la historia,
haciendo que prevalezcan siempre las razones de la paz, mediante un diálogo paciente
y valiente”. “Hermanos y hermanas ¡nunca la guerra!”.“¡Deténgase por favor” ¡Se los
pido con todo el corazón! ¡Es hora de detenerse! ¡Deténganse por favor!”. Papa
Francisco, Domingo 27 de julio a la hora del Ángelus (GM – RV)