Jesús afronta el problema del mal en el mundo y resalta la paciencia de Dios, Francisco
en el Ángelus
(RV).- (Con audio. Actualizado con texto completo de las palabras del Papa) Inspirado en el Evangelio
según san Mateo del domingo, en el caluroso mediodía y ante una plaza de San Pedro
repleta de peregrinos con sombreros y sombrillas para protegerse del sol, el Obispo
de Roma recordó que en la parábola el dueño sembró trigo, pero en la noche el enemigo
sembró cizaña del campo y explicó que cizaña en hebraico deriva de la misma raíz del
nombre de “Satanás” y reclama el concepto de “división”.
Los servidores quieren
cortar la cizaña pero el patrón se los impide con esta motivación: “para que no suceda
que arrancando la cizaña corten también el trigo”.
Francisco afirmó que el
mal en el mundo no viene de Dios sino de su enemigo el Maligno, que muy astutamente
siembra el mal en medio del bien, de modo que es imposible separarlos netamente; pero
Dios al final podrá hacerlo.
El segundo tema dijo Francisco es la contraposición
entre la impaciencia de los servidores y la paciencia y misericordia de Dios que ve
mejor que nosotros la basura, pero ve también los gérmenes de bien y espera con paciencia
que maduren, con la certeza de que el mal no tiene ni la primera ni la última palabra. Gracias
a esta paciencia de Dios también la cizaña puede convertirse en trigo, afirmó el Papa,
asegurando que el mal será quitado y eliminado en el tiempo de la cosecha, es decir
en el tiempo del juicio.
El Sucesor de Pedro concluyó exhortando a pedir a
la Virgen que nos ayude a crecer en paciencia, en esperanza y en misericordia.
(jGO-RV)
Palabras
del Papa antes del rezo del Ángelus Audio
Queridos hermanos
y hermanas ¡Buenos días!
En estos domingos la liturgia propone algunas
parábolas evangélicas, o sea breves narraciones que Jesús usaba para anunciar
a la multitud el Reino de los cielos. Entre aquellas presentes en el Evangelio de
hoy, se encuentra una más bien compleja que al inicio no se entiende, la cual Jesús
explica luego a discípulos: es aquella de la semilla buena y de la cizaña,
que enfrenta el problema del mal en el mundo y pone en relieve la paciencia
de Dios (cfr Mt 13,24-30.36-43). La escena se desarrolla en un campo en
donde el propietario siembra la semilla; pero una noche llega el enemigo y siembra
la cizaña, término que en hebreo deriva de la misma raíz del nombre “Satanás” y evoca
el concepto de división. Todos sabemos que el demonio es un cizañero: trata siempre
de dividir a las personas, a las familias, a las Naciones y a los pueblos. Los peones
quisieran de inmediato arrancar la hierba mala, pero el propietario lo impide con
esta motivación: «porque al arrancar la cizaña, corren el peligro de arrancar también
el trigo» (Mt 13, 29). Porque todos sabemos que, cuando la cizaña crece, se
parece mucho a la semilla buena y existe el peligro de confundir una con otra.
La
enseñanza de la parábola es doble. Ante todo dice que el mal en el mundo no proviene
de Dios, sino de su enemigo, el Maligno. Es curioso: él va de noche a sembrar
la cizaña, en la oscuridad, en la confusión… Donde no existe la luz, él va y siembra
la cizaña. Este enemigo es astuto: ha sembrado el mal en medio del bien, de manera
que es imposible para nosotros hombres separarlos netamente; pero al final, Dios,
podrá hacerlo. Él se toma el tiempo.
Y aquí llegamos al segundo tema: la contraposición
entre la impaciencia de los peones y la paciente espera del propietario del
campo, que representa a Dios. A veces nosotros tenemos una gran prisa en juzgar, clasificar,
poner de un lado a los buenos, y del otro a los malos… Pero acuérdense de la oración
del hombre soberbio: “te agradezco, Dios, porque yo soy bueno y no soy como ese otro
que es malo”. Acuérdense de esto. Dios en cambio sabe esperar. Él mira en el “campo”
de la vida de cada persona con paciencia y misericordia: ve mucho mejor que nosotros
la suciedad y el mal, pero también ve los retoños del bien y espera con confianza
que maduren. Dios es paciente, sabe esperar. ¡Que hermoso es esto! Nuestro Dios es
un padre paciente, que nos espera siempre, y nos espera con el corazón en la mano
para acogernos, ¡para perdonarnos! Nos perdona siempre si vamos hacia Él… La actitud
del propietario es aquella de la esperanza fundada sobre la certidumbre de que el
mal no tiene ni la primera ni la última palabra. Y hay más: gracias a esta paciente
espera de Dios la misma cizaña, o sea el corazón malvado con tantos pecados, al
final puede convertirse en semilla buena. Pero atención: la paciencia evangélica no
es indiferencia al mal; ¡no se puede hacer confusión entre bien y mal! Frente a la
cizaña presente en el mundo el discípulo del Señor está llamado a imitar la paciencia
de Dios, a alimentar la esperanza con el apoyo de una inquebrantable confianza en
la victoria final del bien, o sea de Dios.
Al final, de hecho, el mal será
arrancado y eliminado: al tiempo de la cosecha, o sea del juicio, los cosechadores
seguirán la orden del propietario separando la cizaña para quemarla (cfr Mt 13,30).
En aquel día de la cosecha final el juez será Jesús, Aquel que ha sembrado
la semilla buena en el mundo y que se ha vuelto Él mismo “semilla”, ha muerto
y resucitado. Al final todos seremos juzgados con la misma medida ¿Con cuál? ¿Con
cuál medida? con la misma medida con la que hemos juzgado: la misericordia que
habremos tenido para con los demás será usada también con nosotros. Pidamos a
la Virgen, nuestra Madre, que nos ayude a crecer en la paciencia, en la esperanza
y en la misericordia con todos los hermanos.
(Traducción del italiano:
Raúl Cabrera- Radio Vaticano)