2014-04-19 13:23:06

"Viernes Santo", por el Padre Guillermo Buzzo


Meditaciones en la fe
(audio) RealAudioMP3
Viernes santo. Un amor que se apaga. Un amor que se enciende. Se levanta la cruz. Se abre el corazón. Sangre, y Agua. Soledad. Una madre desgarrada. Un grito de Hijo. Y el dolor. Y el amor. La lanza nos atraviesa a todos. Estamos allí, contigo. Nos duelen tus clavos. Nos sangra tu herida.
No alcanzaba con haber vivido para los demás. Querías mostrarnos un camino nuevo. Mostrarnos que nada era capaz de hacerte retroceder en el amor. Ni el dolor, ni la muerte, ni el odio. Nada pudo contigo, Señor.
Y si Tú estás con nosotros... ¿Quién podrá arrebatarnos la felicidad? Si Tú vives nuestra vida ¿Quién nos hará temblar? ¿La persecución? ¿El odio? ¿La injusticia? ¿La traición? En todo seremos vencedores. ¡Tú venciste, nosotros también venceremos!
Porque te lastimaron, pero no te doblegaron. Te hirieron, pero no te acobardaron. Te coronaron con espinas, pero fuiste más rey que nunca. Te insultaron, pero no pudieron quitarte la dignidad. Te atravesaron el corazón, pero no pudieron matar el amor.
A cambio de sus maldiciones, ofreciste el perdón más caro, más grande más puro de la historia.
Esa fue tu victoria: Atravesar la muerte, sin flaquear en el amor.
¿Cómo ves, Señor, el mundo desde la cruz? ¿Cómo logras perdonarnos? ¿Cómo logras decir “Perdónalos, Padre, no saben lo hacen? No saben lo que hacen? No sabemos?... A menudo parece que sí sabemos lo que hacemos.
Cada hombre que ha pasado por la historia es una muestra de lo que somos capaces de hacer; de lo que somos capaces de hacer contigo, Señor!
Hoy no adoramos una cruz, sino un crucificado. No besamos un madero. Te besamos a ti, Señor, y queremos que este beso no sea como el de Judas, señal de traición, sino como el de aquella mujer pecadora que lavó tus pies con sus lágrimas, mientras los cubría de besos y perfume, porque había sido perdonada.
Viernes santo: Un amor que se apaga en la cruz, que se consume hasta el final. Un amor que se enciende en nosotros. Que se enciende para siempre, y florece cada vez que elegimos morir a nosotros mismos para que otros tengan vida.
Un amor que se apaga, un amor que se enciende, que crece y que palpita en las entrañas de cada uno de nosotros ansiando ya, desde lo profundo, el anuncio más esperado... Aquel que dice: “¡No está aquí! ¡Ha resucitado!”








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