La verdad histórica puede ayudar a discernir lo que el Espíritu Santo quiere decir
a la Iglesia de hoy: el Papa al Pontificio Comité de Ciencias históricas
(RV).- (se actualizó con video) (audio) El Santo Padre ha
recibido esta mañana a las 11 y media en la Sala de los Papas del palacio apostólico
a los miembros del Pontificio Comité de Ciencias históricas, al final de su Asamblea
plenaria donde recordaron el 60 aniversario de esta institución, creada por el venerable
Pio XII en 1954. “El estudio de la historia, -ha dicho el Papa, recordando las
palabras de Cicerón pronunciadas por Juan XXIII en el discurso inaugural del Concilio
Vaticano II- es uno de los medios para la búsqueda apasionada de la verdad, que siempre
impregna el ánimo del hombre”.
“En sus estudios y en su enseñanza, ustedes
se encuentran frente a las vicisitudes de la Iglesia que camina en el tiempo, con
su gloriosa historia de evangelización, de esperanza, de lucha diaria, de la vida
dedicada al servicio, de constancia en el trabajo fatigoso, así como también de infidelidades,
de abjuraciones, de pecados. Sus investigaciones, marcadas por una verdadera pasión
eclesial y por un amor sincero por la verdad, pueden ser de gran ayuda para aquellos
que tienen la tarea de discernir lo que el Espíritu Santo quiere decir a la Iglesia
de hoy”.
De hecho, ha recordado el Papa, el Comité de Ciencias Históricas
coopera desde hace mucho tiempo con instituciones culturales y centros académicos
de muchas naciones. Es por ello, ha dicho, que “en el encuentro y en la colaboración
con investigadores de otras culturas y religiones, ustedes pueden ofrecer una contribución
específica al diálogo entre la Iglesia y el mundo moderno”. Entre las próximas
iniciativas del Comité de Ciencias históricas Francisco ha señalado la conferencia
internacional con motivo del centenario del estallido de la Primera Guerra Mundial.
“En ella podrán pasar reseña a las investigaciones más recientes, con especial atención
a los esfuerzos diplomáticos de la Santa Sede durante ese trágico conflicto y a la
contribución que dieron los católicos y otros cristianos en el auxilio a los heridos,
a los refugiados, a los huérfanos y las viudas, en la búsqueda de los desaparecidos,
así como en la reconstrucción de un mundo desgarrado por lo que Benedicto XV definió:
"la inútil masacre". Aún resuena hoy en día, tan oportunamente como siempre, el apremiante
llamamiento: "Con la paz no se pierde nada, todo se pierde con la guerra".