“La resurrección de Lázaro muestra hasta donde puede llegar la fuerza de la gracia
de Dios, nuestra conversión, nuestro cambio:¡No hay ningún límite a la misericordia
divina ofrecida a todos!”, el Papa en el Ángelus
(RV).- (audio) “Jesús nos invita,
casi nos ordena, a salir de la tumba en la cual nuestros pecados nos han hundido”
expresó Francisco, inspirado en el Evangelio de la Resurrección de Lázaro, ante los
miles de fieles y peregrinos que llegaron a la plaza de San Pedro en el último domingo
de cuaresma, en el que el Obispo de Roma regaló un Evangelio de bolsillo.
“Sobre
la Palabra del Señor nosotros creemos que la vida de quien cree en Jesús y sigue su
mandamiento, después de la muerte será trasnformada en una vida nueva e inmortal”,
afirmó el Sucesor de Pedro. “Como Jesús ha resucitado con el proprio cuerpo, pero
no ha regresado a una vida terrena, así nosotros resurgiremos con nuestros cuerpos
que serán transfigurados en cuerpos gloriosos. Él nos espera junto al Padre, y la
fuerza del Espíritu Santo que lo resucitó a Él, resucitará también al que está unido
a él”, explicó.
El Vicario de Cristo dijo que el grito de Jesús a Lázaro está
dirigido a cada hombre, porque todos estamos signados por la muerte; “es la voz de
Aquel que es el dueño de la vida y quiere que todos tengamos vida en abundancia”.
“Cristo
no se resigna a los sepulcros que nos hemos construido con nuestras elecciones de
mal y de muerte… nos llama insistentemente a salir de la oscuridad de la prisión en
la que nos hemos encerrado, contentándonos con una vida falsa, egoísta, mediocre”
Dejémonos aferrar, liberar, por las palabras que Jesús nos repite a cada uno: “salí
afuera”. Nuestra resurrección empieza cuando decidimos obedecer a la orden de Jesús
de salir a la luz, a la vida.
Francisco Papa dijo también que el gesto de Jesús
de resucitar a Lázaro era demasiado grande, demasiado claramente divino como para
ser tolerado por los sumos sacerdotes, que tomaron la decisión de matar a Jesús.
Después
de la oración dominical del ángelus Francisco saludo a los peregrinos, recordó el
genocidio iniciado en Ruanda en 1994, los cinco años del terremoto en L’Aquila, y
explicó el gesto del regalo del Evangelio de bolsillo en Cuaresma.
Para
Radio Vaticana, jesuita Guillermo Ortiz
Texto completo de
la reflexión del Papa Audio:
Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días!
el Evangelio de este quinto domingo
de Cuaresma nos narra la resurrección de Lázaro. Es el culmen de los “signos” prodigiosos
realizados por Jesús: es un gesto demasiado grande, demasiado claramente divino para
ser tolerado por los sumos sacerdotes, los cuales, cuando supieron del hecho, tomaron
la decisión de matar a Jesús (Jn 11,53).
Lázaro había muerto desde hacía
ya tres días cuando llegó Jesús, y a las hermanas Marta y María, Él les dijo las palabras
que se imprimieron para siempre en la memoria de la comunidad cristiana, dice así
Jesús: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque muera, vivirá.
Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. (Jn 11,25). Sobre esta
la Palabra del Señor nosotros creemos que la vida de quién cree en Jesús y sigue su
mandamiento, después de la muerte será transformada en una vida nueva, plena e inmortal.
Como Jesús ha resucitado con su propio cuerpo, pero no ha vuelto a la vida terrena,
así nosotros resucitaremos con nuestros cuerpos que serán transfigurados en cuerpos
gloriosos. Él nos espera junto al Padre, y la fuerza del Espíritu Santo, que lo ha
resucitado a Él, resucitará también a quién está unido a Él.
Frente
a la tumba sellada del amigo Lázaro, Jesús “gritó con gran voz: ‘¡Lázaro, salí afuera!
El muerto salió, los pies y las manos atados con vendas, y el rostro envuelto con
un sudario. (vv. 43-44). Este grito perentorio está dirigido a cada hombre, porque
todos estamos marcados por la muerte, todos nosotros; es la voz de Aquel que es el
dueño de la vida y quiere que todos “la tengan en abundancia” (Jn 10,10). Cristo no
se resigna a los sepulcros que nos hemos construido con nuestras elecciones de mal
y de muerte, con nuestros errores, con nuestros pecados. ¡Él no se resigna a esto!
Él nos invita, casi nos ordena, que salgamos de la tumba en la cual nuestros pecados
nos han hundido. Nos llama insistentemente a salir de la oscuridad de la prisión en
la que estamos encerrados, conformándonos con una vida falsa, egoísta, mediocre. “¡Salí
afuera”!, nos dice. “¡Salí afuera”! Es una bella invitación a la verdadera libertad.
Dejémonos aferrar por estas palabras que Jesús hoy repite a cada uno de nosotros.
Una invitación a dejarnos liberar de las “vendas”, de las “vendas del orgullo. Porque
el orgullo nos hace esclavos, esclavos de nosotros mismos, esclavos de tantos ídolos,
de tantas cosas. Nuestra resurrección comienza desde aquí: cuando decidimos obedecer
a esta orden de Jesús saliendo a la luz, a la vida; cuando de nuestro rostro caen
las máscaras - tantas veces nosotros estamos enmascarados por el pecado, ¡las máscaras
deben caer! - y nosotros encontramos el coraje de nuestro rostro original, creado
a imagen y semejanza de Dios.
El gesto de Jesús que resucita a Lázaro
muestra hasta dónde puede llegar la fuerza de la Gracia de Dios, y por lo tanto, donde
puede llegar nuestra conversión, nuestro cambio. Pero escuchen bien: ¡no hay ningún
límite a la misericordia divina ofrecida a todos! ¡No hay ningún límite a la misericordia
divina ofrecida a todos! Acuérdense bien esta frase. Y podemos decirla todos juntos:
¡No hay ningún límite a la misericordia divina ofrecida a todos! Digámosla juntos:
¡No hay ningún límite a la misericordia divina ofrecida a todos! El Señor está siempre
listo para levantar la piedra tumbal de nuestros pecados, que nos separa de Él, luz
de los vivientes.
Después de la oración mariana del Ángelus el Papa
dijo:
Queridos hermanos y hermanas:
Se llevará a cabo
mañana en Ruanda la conmemoración del vigésimo aniversario del inicio del genocidio
perpetrado contra los tutsis en el 1994. Con esta circunstancia deseo expresar mi
cercanía paternal al pueblo ruandés, animándole a continuar con determinación y esperanza,
el proceso de reconciliación que ya ha manifestado sus frutos, y el empeño de reconstruir
humana y espiritualmente el país. A todos les digo: ¡No tengan miedo! En la roca del
Evangelio construyan su sociedad, en el amor y en la concordia, ¡porque sólo así se
genera una paz duradera! Invoco sobre toda la querida nación de Ruanda a la protección
maternal de Nuestra Señora de Kibeho. Recuerdo con afecto a los obispos ruandeses
que han estado aquí, en el Vaticano, la semana pasada. Y a todos los invito, ahora,
a rezar a la Virgen Nuestra Señora de Kibeho.
(Reza Ave María)
Saludo
a todos los peregrinos presentes, especialmente a los que participan en el ‘Congreso
del Movimiento de Compromiso Educativo de la Acción Católica Italiana’. ¡Invertir
en educación significa invertir en esperanza! Saludo a los fieles de Madrid
y Menorca; a aquellos de la Diócesis de Concordia-Pordenone; el grupo brasileño "Fraternidad
y Tráfico Humano"; a los estudiantes de Canadá, Australia, Bélgica y a los de Cartagena-Murcia;
a los alpinos de Como y de Roma. Saludo a los grupos de niños que han recibido
o se están preparándose para la Confirmación, los jóvenes de diferentes parroquias
y los numerosos estudiantes. Han pasado exactamente cinco años del terremoto
que azotó a L'Aquila y su territorio. En este momento queremos unirnos con aquella
comunidad que ha sufrido tanto, que todavía sufre, lucha y espera, con mucha confianza
en Dios y en la Virgen María. Oremos por todas las víctimas: que vivan para siempre
en la paz del Señor. Y recemos por el camino de resurrección del pueblo de L'Aquila:
la solidaridad y el renacimiento espiritual, son la fuerza de la reconstrucción material.
Recemos por las víctimas del virus del Ébola que se ha desarrollado en
Guinea y países vecinos. Que el Señor sostenga los esfuerzos para combatir el inicio
de esta epidemia y para asegurar cuidado y asistencia a todos los necesitados. Y
ahora me gustaría hacer un simple gesto para ustedes. En los últimos domingos he sugerido
a todos ustedes que se hicieran con un pequeño Evangelio, para llevar uno mismo durante
el día para poder leerlo a menudo. Entonces me acordé de la antigua tradición de la
Iglesia, durante la Cuaresma, de entregar el Evangelio a los catecúmenos, los que
se preparan para el bautismo. Así que hoy quiero darles a ustedes que están en Piazza
–pero en un seño para todos- un Evangelio de bolsillo. Será distribuido de forma gratuita.
Hay lugares en la plaza para esta distribución. Yo los veo: allí, allí, allí, allí....
Acérquense a los lugares y tomen el Evangelio ¡Tómenlo, tómelo con usted, y léanlo
cada día: ¡es exactamente Jesús el que les habla allí! ¡Es la palabra de Jesús: esta
es la Palabra de Jesús! Y como Él les digo: ¡gratuitamente han recibido,
gratuitamente den! ¡Den el mensaje del Evangelio! Pero a lo mejor alguno de ustedes
non cree que esto sea gratuito. “¿Pero cuando qué? ¿Cuánto debo pagar, Padre? Pero
hagamos una cosa, a cambio de este regalo, hagan un acto de caridad, un gesto de amor
desinteresado, una oración por los enemigos, una reconciliación de alguna cosa...
Hoy se puede leer el Evangelio con muchos instrumentos tecnológicos. Se puede llevar
la Biblia con uno mismo en un teléfono móvil, una tableta. Lo importante es leer la
Palabra de Dios, con todos los medios, pero leer la Palabra de Dios: ¡es Jesús que
nos habla allí! es acogerla con el corazón abierto. ¡Entonces la buena semilla da
fruto! ¡Les deseo un buen domingo y buen almuerzo! ¡Hasta la vista!