“La sed de Jesús no era tanto de agua como de encontrar un alma sedienta de Dios,
para suscitar en ella el deseo de ir más allá de la rutina cotidiana”, Francisco en
el Ángelus
(RV).- (actualizado con audios y video) La mujer samaritana
fue a buscar agua del pozo y encontró en Jesús el agua viva de la misericordia; encontró
lo que buscaba desde siempre, y volvió a los que la juzgaban y rechazaban para anunciarles
que había encontrado uno que le ha cambiado la vida.
En otro domingo lluvioso
Francisco Papa rezó el Ángelus con miles de fieles y peregrinos en la plaza de San
Pedro. Se refirió al Evangelio del encuentro de Jesús con la Samaritana. Jesús pide
a la samaritana que le de beber. Con esto “supera las barreras de hostilidad... y
rompe los esquemas del prejuicio frente a las mujeres”. Jesús le pide de beber para
poner en evidencia “la sed que había en ella misma".
Dijo Francisco: “En este
Evangelio encontramos también nosotros el estímulo para “dejar nuestro cántaro”, símbolo
de todo lo que aparentemente es importante pero que pierde valor frente al “amor de
Dios”, que “ha estado derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se
nos ha dado” (Rm 5,5). Estamos llamados a redescubrir la importancia y el sentido
de nuestra vida cristiana, iniciada en el bautismo y como la samaritana, ha de dar
testimonio a nuestros hermanos, de la alegría del encuentro con Jesús y las maravillas
que su amor, realiza en nuestra existencia”.
Después de la oración del
Ángelus el Papa invitó a pedir por todas las personas golpeadas por la tuberculosis
y por cuantos las sostienen de diversos modos y exhortó a participar el próximo viernes
y sábado en la celebración penitencial que se realizará en muchas diócesis y parroquias
del mundo. “Será una fiesta del perdón”. Audio: (MZ, jGO- RV)
Palabras
del Papa:
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
el Evangelio
de hoy nos presenta el encuentro de Jesús con la mujer Samaritana, sucedido en Sicar,
junto a un antiguo pozo donde la mujer iba cada día, para sacar agua. Aquel día se
encontró a Jesús, sentado, “fatigado por el viaje” (Juan 4, 6). Él inmediatamente
le dice, “dame de beber” (v 7, 7). De este modo supera las barreras de hostilidad,
que existían entre judíos y samaritanos y rompe los esquemas del prejuicio en frente
de las mujeres. El simple pedido de Jesús es el inicio de un diálogo sincero, mediante
el cual Él, con gran delicadeza, entra en el mundo interior de una persona a la cual,
según los esquemas sociales, no tendría ni si quiera que haberle dirigido la palabra.
Pero Jesús lo hace. Jesús no tiene miedo. Jesús cuando ve una persona va adelante
porque ama, nos ama a todos, no pasa de largo jamás ante una persona por prejuicios.
Jesús pone a la Samaritana frente a su realidad, no juzgándola sino haciéndola sentir
considerada, reconocida, y suscitando así en ella el deseo de ir más allá de la rutina
cotidiana.
Aquella de Jesús era una sed no tanto de agua, sino de encontrar
un alma sedienta. Jesús tenía necesidad de encontrar a la samaritana para abrirle
el corazón: le pide de beber para poner en evidencia la sed que había en ella misma.
La mujer queda tocada por este encuentro: dirige a Jesús aquellas preguntas profundas
que todos tenemos dentro, pero que muchas veces ignoramos.
Queridos hermanos
y hermanas, ¡también nosotros tenemos tantas preguntas para hacer, pero no encontramos
el coraje de dirigirlas a Jesús! La Cuaresma es el tiempo oportuno para mirarse dentro,
para hacer surgir nuestros deseos espirituales más verdaderos y pedir la ayuda del
Señor en la oración. El ejemplo de la Samaritana nos invita a expresarnos así: “ Jesús
dame de esa agua así no tendré más sed”.
El Evangelio dice que los discípulos
quedaron maravillados de que su maestro hablara con esa mujer. Pero el Señor es más
grande que los prejuicios, por eso no tiene temor de detenerse con la Samaritana:
la misericordia es más grande que el prejuicio. La misericordia es más grande que
el prejuicio, esto tenemos que aprenderlo bien. La misericordia es más grande que
el prejuicio y Jesús es tan misericordioso, tanto. El resultado de aquel encuentro
junto al pozo fue que la mujer fue transformada: “dejó su cántaro” (v 28) y corre
a la ciudad a contar su experiencia extraordinaria. He encontrado un hombre que me
ha dicho todas la cosas que yo he hecho, quizás es el Mesías. ¡Estaba entusiasmada!
Había ido a buscar agua del pozo, y ha encontrado otra agua, el agua viva de la misericordia
que salta hasta la vida eterna. ¡Ha encontrado el agua que buscaba desde siempre!,
corre al pueblo, aquel pueblo que la juzgaba y la rechazaba, y anuncia que ha encontrado
al Mesías: uno que le ha cambiado la vida. Porque cada encuentro con Jesús, nos cambia
la vida, siempre un paso más adelante, un paso más cerca de Dios. Y así cada encuentro
con Jesús nos cambia la vida. Siempre, ¡Siempre es así!
En este Evangelio encontramos
también nosotros el estímulo para “dejar nuestro cántaro”, símbolo de todo lo que
aparentemente es importante, pero que pierde valor frente al “amor de Dios”. Todos
tenemos uno, todos tenemos uno o más de uno eh? Yo les pregunto a ustedes, también
a mí: cuál es tu cántaro interior, aquel que te pesa, aquel que te aleja de Dios?
Dejémoslo un poco aparte y con el corazón sintamos la voz de Jesús que nos ofrece
otra agua, otra agua que nos acerca al Señor.
Estamos llamados a redescubrir
la importancia y el sentido de nuestra vida cristiana, iniciada en el bautismo y como
la Samaritana, ha dar testimonio a nuestros hermanos de la alegría del encuentro con
Jesús; testimoniar la alegría del encuentro. Cada encuentro con Jesús nos cambia
la vida. También cada encuentro con Jesús nos llena de alegría, aquella alegría interior
que nos viene. Y así el Señor hace estas cosas maravillosas. El Señor sabe actuar
en nuestro corazón cuando nosotros somos valientes y dejamos aparte nuestro cántaro.
Después
de la oración mariana el Santo Padre añadió:
Queridos hermanos y hermanas,
Mañana
se celebra la Jornada Mundial de la Tuberculosis: recemos por todas las personas afectadas
por esta enfermedad, y por todos ellos que en diverso modo les apoyan.
Viernes
y sábado próximos viviremos un momento especial penitencial, llamado “24 horas para
el Señor”. Iniciará con la Celebración en la Basílica de San Pedro, el viernes por
la tarde, después en la noche algunas iglesias del centro de Roma estarán abiertas
para rezar y para las confesiones. Será una fiesta del perdón, que tendrá lugar también
en muchas diócesis y parroquias del mundo.
Y ahora les saludo a todos de corazón,
fieles de Roma y peregrinos de tantos países, en particular aquellos de Zagreb y Zadara
en Croacia, y de Bocholt en Alemania; el colegio “Capitanio” de Seto_Shi, en Japón,
los estudiantes del Illinois (EEUU de America) y aquellos de Ferrol, España.
Saludo
a la comunidad del Pontificio Colegio Alemán-Húngaro, los responsables nacionales
de la FUCI, los catequistas venidos por el curso de “Arte visual y catequesis”, y
los participantes de la convención titulado “En el concebido: el rostro de Jesús”.
Un saludo a los grupos de fieles de Altamura, Matera, Treviglio, Florencia,
Salerno, Venecia, Santa Severina y Verdellino; a los chicos de Cembra y Lavis, y a
aquellos de Conversano, a los niños de Vallemare (Pescara); a los scout de Castillo
San Pedro; a los estudiantes de Cagliari y de Gioia Tauro; al grupo de chicos de catorce
años de Milán.
Saludo finalmente al Centro de Servicio para el Voluntariado,
al círculo ACLI de Masate, a la Asociación Familia Murialdo, de Nápoles; la Policía
Municipal di Orvieto.
A todos les deseo un buen domingo y un buen almuerzo.
¡Hasta la vista!