Las personas consagradas son un signo y un don de Dios, levadura para el crecimiento
de una sociedad más justa y fraterna: el Papa en el Ángelus dominical
(RV).- (audio) El Papa Francisco en
la Jornada Mundial de la Vida Consagrada, en un domingo lluvioso en Roma, fiesta de
la Presentación del Señor, hizo hincapié durante el Ángelus en la plaza de san Pedro,
en la mucha necesidad que tiene hoy la Iglesia y el mundo de la presencia de los religiosos. Una
presencia “que fortalece y renueva el compromiso de la difusión del Evangelio, la
educación cristiana, la caridad hacia los más necesitados, la oración contemplativa”.
“Cada persona consagrada es un don para el pueblo de Dios en camino” ha afirmado Francisco.
Porque "totalmente consagrados a Dios, están totalmente entregados a los hermanos,
para llevar la luz de Cristo, allí donde se encuentra la oscuridad y difundir su esperanza
en los corazones desalentados”. Por esto el Santo Padre dijo que "la Iglesia y
el mundo necesitan este testimonio del amor y de la misericordia de Dios" y es necesario
"valorar con gratitud las experiencias de vida consagrada" rezando para que muchos
jóvenes respondan "sí" al Señor. Una ofrenda de sí mismos a Dios que concierne
también a todos los cristianos, “porque todos estamos consagrados a Él por medio del
bautismo”.
Texto completo de la alocución del Papa antes de la oración
del Ángelus
Queridos hermanos y hermanas ¡Buenos Días! ¡Ustedes están
mojados allí en la Plaza, pero qué valientes!
Hoy celebramos la fiesta de la
Presentación de Jesús en el templo. En esta fecha también se celebra la Jornada de
la Vida Consagrada, que recuerda la importancia para la Iglesia de todos los que han
oído la llamada a seguir a Jesús de cerca en el camino de los consejos evangélicos.
El evangelio de hoy narra que, cuarenta días después del nacimiento de Jesús, María
y José llevaron al niño al templo para consagrarlo y ofrecerlo a Dios, como lo prescribe
la ley judía. Este episodio evangélico es también un icono de la donación de la propia
vida por parte de aquellos que, por un don de Dios, toman los rasgos característicos
de Jesús, virgen, pobre y obediente.
Esta ofrenda de sí mismos a Dios concierne
a todos los cristianos, porque todos estamos consagrados a Él por medio del bautismo.
Todos estamos llamados a ofrecernos al Padre con Jesús y como Jesús, haciendo de nuestra
vida un don generoso, en la familia, en el trabajo, en el servicio a la Iglesia, en
las obras de misericordia. Sin embargo, esta consagración la viven de una manera particular
los religiosos, los monjes, los laicos consagrados que, con la profesión de los votos,
pertenecen a Dios de manera plena y exclusiva. Esta pertenencia al Señor permite a
los que la viven de una manera auténtica ofrecer un testimonio especial al Evangelio
del Reino de Dios. Totalmente consagrados a Dios, están totalmente entregados a los
hermanos, para llevar la luz de Cristo, allí donde se encuentra la oscuridad más densa,
y difundir su esperanza en los corazones desalentados.
Las personas consagradas
son un signo de Dios en los diferentes ambientes de la vida, son levadura para el
crecimiento de una sociedad más justa y fraterna, son profecía del compartir con los
pequeños y los pobres. Así entendida y vivida, la vida consagrada se nos presenta
como es realmente: ¡es un don de Dios! ¡Un don de Dios a la Iglesia. Un don de Dios
a su pueblo! Cada persona consagrada es un don para el pueblo de Dios en camino. Hay
mucha necesidad de estas presencias, que fortalecen y renuevan el compromiso de la
difusión del Evangelio, de la educación cristiana, de la caridad hacia los más necesitados,
de la oración contemplativa; el compromiso de la formación humana, de la formación
espiritual de los jóvenes, de las familias; el compromiso por la justicia y la paz
en la familia humana. Pero pensemos ¿qué pasaría si no estuvieran las religiosas,
las religiosas en los hospitales, las religiosas en las misiones, las religiosas en
las escuelas? Pero imagínense una Iglesia sin las religiosas.... ¡No, no se puede
pensar! Son este don, esta levadura que lleva precisamente adelante al pueblo de Dios.
¡Son grandes estas mujeres, que consagran su propia vida y llevan adelante el mensaje
de Jesús!
La Iglesia y el mundo necesitan este testimonio del amor y de la
misericordia de Dios. ¡Los consagrados, los religiosos, las religiosas también son
este testimonio de que Dios es bueno, que Dios es misericordioso! Por esto es necesario
valorar con gratitud las experiencias de vida consagrada y profundizar en el conocimiento
de los diferentes carismas y espiritualidad. Debemos orar para que muchos jóvenes
respondan "sí" al Señor que los llama a consagrarse totalmente a Él para un servicio
desinteresado a los hermanos. Consagrar la vida para servir a Dios y a los hermanos.
Por
todos estos motivos, como ha sido ya anunciado, el año próximo estará dedicado de
manera especial a la vida consagrada. Encomendemos desde ahora esta iniciativa a la
intercesión de la Virgen María y de San José, que, como padres de Jesús, fueron los
primeros en ser consagrado a Él, y a consagrar sus vidas a Él.
Saludos
y palabras del Papa tras la oración mariana del Ángelus
Después
de la oración mariana del Ángelus, el Papa saludó a las familias, a las parroquias,
a las asociaciones y a todos los peregrinos llegados a Roma, desde Italia y de muchas
partes del mundo. Un saludo particular lo dedicó a los estudiantes españoles de Villafranca
de los Barros y Zafra; a los devotos del beato Stefano Bellesini de Verona, a los
fieles de Taranto y a los coros de Turriaco, Módena y de la provincia de Taranto.
Hoy
se celebra en Italia la Jornada por la Vida, cuyo tema es "Generar el futuro". Extiendo
mi saludo y mi aliento a las asociaciones, movimientos y a los centros culturales
que participan en la defensa y promoción de la vida. Me uno a los Obispos italianos
en reiterar que "todo hijo es el rostro del Señor, amante de la vida, don para la
familia y para la sociedad" (Mensaje para la XXXVI Jornada Nacional por la Vida).
Que cada uno, en su propio papel y en su propio campo, se siente llamado a amar y
a servir a la vida, a aceptarla, respetarla y promoverla, especialmente cuando es
frágil y necesita atención y cuidados, desde el seno materno hasta su fin en esta
tierra.
El Papa saludó al Cardenal Vicario y a todos los que trabajan en la
diócesis de Roma para la promoción de la Jornada por la Vida. Al tiempo que expresó
su agradecimiento a los docentes universitarios que, en esta ocasión, organizaron
conferencias sobre las actuales problemáticas relacionadas con la natalidad.
El
Papa recordó con un pensamiento especial a las queridas poblaciones de Roma y de la
región de Toscana, flageladas por las intensas lluvias de estos días, que han provocado
inundaciones y desbordamientos. Y ha pedido que no les falte “a estos hermanos nuestros,
que están sufriendo, nuestra solidaridad concreta y nuestra oración: ¡queridos hermanos
y hermanas les estoy cercano!”
"Les deseo a todos un buen domingo y un
buen almuerzo. ¡Hasta la próxima!"