Siéntanse amados por el Señor y también por tantas personas buenas
(RV).- (Con audio) “En sus rostros veo
fatiga, pero veo también esperanza. Siéntanse amados por el Señor, y también por tantas
personas buenas, que con sus oraciones y con sus obras, ayudan a aliviar los sufrimientos
del prójimo. Yo me siento en casa aquí entre ustedes”, expresó el Obispo de Roma en
el encuentro en la Catedral de Cerdeña, con los pobres y carcelados asistidos por
Cáritas, en su peregrinación del 22 de setiembre a la Virgen del Buen Aire.
Dijo
inmediatamente que somos todos hermanos, que no hay uno mejor que otro y que él único
Padre es nuestro Padre celeste, y el único Maestro es Jesucristo. ¡Mirémoslo a Él!,
invitó. Esto nos da tanta fuerza, tanto consuelo en nuestras fragilidades, en nuestras
miserias y en nuestras dificultades”.
“Mirando a Jesús nosotros vemos que
Él ha elegido el camino de la humildad y del servicio. Es más, Él mismo en persona
es este camino: “Yo soy el camino” - dijo a los discípulos. Jesús no fue indeciso,
no fue indiferente: hizo una elección y la llevó adelante hasta el final. Eligió hacerse
hombre, y como hombre de hacerse siervo, hasta la muerte en la cruz. Éste es el camino
de la caridad. Por ello vemos que la caridad no es asistencialismo: es una elección
de vida, es un modo de ser, de vivir; es el camino de la humildad y de la solidaridad.
La humildad de Cristo no es un moralismo, un sentimiento. La humildad de Cristo es
real, es la elección de ser pequeño, de estar con los pequeños, con los excluidos,
de estar entre nosotros, pecadores. Pero atención, ¡no es una ideología! Es un modo
de ser y de vivir que parte del amor, que parte del corazón de Dios Padre”.
Seguidamente
Papa Francisco dijo hablando de Jesús, que no basta mirar, ¡hay que seguir! Jesús
es el camino, y un camino sirve para transitar, para recorrer. Entonces, ante todo
yo quiero agradecer al Señor –dijo, por su empeño en el seguirlo, también en la fatiga,
en el sufrimiento, entre las paredes de una cárcel. ¡Sigamos teniendo fe en Él, donará
a su corazón esperanza y alegría!
El Sucesor de Pedro afirmó que no podemos
seguir a Jesús en el camino de la caridad si no nos queremos primero que todo entre
nosotros, si no nos esforzamos en colaborar, en comprendernos recíprocamente y en
perdonarnos, reconociendo cada uno los propios límites y los propios errores. “¡Debemos
hacer las obras de misericordia con misericordia! ¡Las obras de caridad con caridad,
con ternura, y siempre con humildad! ¿Saben? ¡A veces también se encuentra la arrogancia
en el servicio a los pobres! Algunos se hacen lindos, se llenan la boca con los pobres;
algunos instrumentalizan a los pobres por intereses personales o del propio grupo.
¡Lo sé, esto es humano, pero no va bien! Y digo más: ¡esto es pecado! ¡Un pecado grave!
¡Sería mejor que estas personas se quedaran en casa!”
El Vicario de Cristo
dijo que siguiendo a Cristo en el camino de la caridad sembramos esperanza. Como Iglesia
todos tenemos una responsabilidad fuerte que es aquella de sembrar la esperanza con
obras de solidaridad, buscando siempre de colaborar en el mejor modo con las instituciones
públicas, en el respeto de las respectivas competencias. “La Caritas es expresión
de la comunidad, y la fuerza de la comunidad cristiana es hacer crecer la sociedad
desde el interno, como la levadura. Pienso en sus iniciativas con los detenidos en
las cárceles, pienso al voluntariado de muchas asociaciones, a la solidaridad con
las familias que sufren de más a causa de la falta de trabajo. En esto les digo: ¡Coraje!
¡No se dejen robar la esperanza y vayan hacia adelante! ¡Gracias, queridos amigos!
Los bendigo a todos, junto con sus familias”.
(Jesuita Guillermo Ortiz – RV).
Texto
completo del discurso del Papa Francisco
Queridos hermanos y hermanas,
Gracias a todos por estar aquí, hoy. En sus rostros veo fatiga, pero también
veo esperanza. Siéntanse amados por el Señor, y también por tantas personas buenas,
que con sus oraciones y con sus obras, ayudan a aliviar los sufrimientos del prójimo.
Yo me siento en casa aquí. Y espero que también ustedes se sientan en casa en esta
Catedral: como se dice en América Latina, “esta casa es su casa”. Es su casa.
Aquí
sentimos en modo fuerte y concreto que somos todos hermanos. Aquí el único Padre es
nuestro Padre celeste, y el único Maestro es Jesucristo. Entonces la primera cosa
que querría compartir con ustedes es justamente esta alegría de tener a Jesús como
Maestro, como modelo de vida. ¡Mirémoslo a Él! Esto nos da tanta fuerza, tanto consuelo
en nuestras fragilidades, en nuestras miserias y en nuestras dificultades. Todos
nosotros tenemos dificultades, todos. Todos los que estamos aquí tenemos dificultades.
Todos los que estamos aquí, todos, tenemos miserias. Y todos tenemos fragilidad. Ninguno
aquí es mejor que el otro, todos somos iguales ante el Padre. Todos.
Y mirando
a Jesús nosotros vemos que Él ha elegido el camino de la humildad y del servicio.
Es más, Él mismo en persona es este camino. Jesús no fue indeciso, no fue indiferente:
hizo una elección y la llevó adelante hasta el final. Eligió hacerse hombre, y como
hombre hacerse siervo, hasta la muerte en la cruz. Éste es el camino del amor, no
hay otro. Por ello vemos que la caridad no es un simple asistencialismo, y menos aún,
un asistencialismo para tranquilizar conciencias, no, eso no es amor, ¡eso es negocio!
El amor es gratuito. La caridad, el amor, es una elección de vida, es un modo de ser,
de vivir; es el camino de la humildad y de la solidaridad. No hay otro camino para
este amor: ser humildes y solidarios. Esta palabra “solidaridad”, en esta cultura
del descarte – lo que no sirve, se tira – para quedar sólo quienes se sienten justos,
que se sienten puros, que se sienten limpios, pobrecillos. Esta palabra “solidaridad”
corre el riesgo de ser cancelada del diccionario. Porque es una palabra que da fastidio,
porque te obliga a mirar al otro y a darte al otro con amor. Es mejor cancelarla del
diccionario. Y nosotros ¡no!, nosotros decimos: ¡éste es el camino! La humildad y
la solidaridad ¿por qué? ¿La inventamos nosotros los sacerdotes? ¡No! ¡Es de Jesús,
Él la dijo! Y queremos ir por este camino. La humildad de Cristo no es un moralismo,
un sentimiento.
La humildad de Cristo es real, es la elección de ser pequeño,
de estar con los pequeños, con los excluidos, de estar entre nosotros, pecadores.
Pero atención, ¡no es una ideología! Es un modo de ser y de vivir que parte del amor,
que parte del corazón de Dios Padre.
Ésta es la primera cosa, y me gusta
tanto hablar de ella con ustedes. Miremos a Jesús: Él es nuestra alegría, pero también
nuestra fuerza, nuestra certeza, porque es el camino seguro: humildad, solidaridad,
servicio. No hay otro camino. En la estatua de Nuestra Señora de Bonaria Cristo aparece
entre los brazos de María. Ella, como buena madre, nos lo indica, nos dice de tener
confianza en Él.
Pero no basta mirar, ¡hay que seguir! Y éste es el segundo
aspecto. Jesús no ha venido al mundo a hacer un desfile, para hacerse ver. No, no
ha venido para esto. Jesús es el camino, y un camino sirve para transitar, para recorrer.
Entonces, ante todo yo quiero agradecer al Señor por su empeño en el seguirlo, también
en la fatiga, en el sufrimiento, entre las paredes de una cárcel. ¡Sigamos teniendo
fe en Él, donará a su corazón esperanza y alegría! Quiero agradecerle por todos ustedes
que se dedican generosamente, aquí en Cagliari y en toda la Cerdeña, a las obras de
misericordia. Deseo animarles a continuar en este camino, a avanzar juntos, tratando
de conservar ante todo la caridad entre ustedes. Esto es muy importante. No podemos
seguir a Jesús en el camino de la caridad si no nos queremos, primero que todo, entre
nosotros, si no nos esforzamos en colaborar, en comprendernos recíprocamente y en
perdonarnos, reconociendo cada uno los propios límites y los propios errores. ¡Debemos
hacer las obras de misericordia pero con misericordia! Con el corazón. ¡Las obras
de caridad con caridad, con ternura, y siempre con humildad! ¿Saben? ¡A veces también
se encuentra la arrogancia en el servicio a los pobres! Estoy seguro de que ustedes
la han visto. La arrogancia en el servicio a quienes necesitan de nuestro servicio.
Algunos se hacen “lindos”, se llenan la boca con los pobres; algunos instrumentalizan
a los pobres por intereses personales o del propio grupo. ¡Lo sé, esto es humano,
pero no va bien! No es de Jesús esto. Y digo más: ¡esto es pecado! Es un pecado grave,
porque es “usar” a los necesitados, a los que necesitan, que son la carne de Jesús,
para “mi vanidad”. ¡Esto es pecado grave! ¡Sería mejor que estas personas se quedaran
en casa!
Pues: seguir a Jesús en el camino de la caridad, ir con Él a las
periferias existenciales. “¡La caridad de Jesús es una urgencia!”, escribía San Pablo
(Cfr. 2 Co 5, 14) Para el buen Pastor lo que está lejano, periférico, lo que está
apartado y despreciado es objeto de un cuidado mayor, y la Iglesia no puede que hacer
suya esta predilección y esta atención. En la Iglesia los primeros, son aquellos
que tienen más necesidad: humana, espiritual, material. Más necesidad.
Siguiendo
a Cristo en el camino de la caridad, nosotros sembramos esperanza. Sembrar esperanza.
Ésta es la tercera convicción que me gusta compartir con ustedes. La sociedad italiana
tiene hoy mucha necesidad de esperanza y Cerdeña de modo particular. Quien tiene responsabilidades
políticas y civiles tiene la propia tarea, que como ciudadanos hace falta sostener
de modo activo. Algunos miembros de la comunidad cristiana son llamados a empeñarse
en este campo de la política, que es una forma alta de caridad, como decía Pablo VI.
Pero como Iglesia todos tenemos una responsabilidad fuerte que es aquella de sembrar
la esperanza con obras de solidaridad, buscando siempre de colaborar en el mejor
modo con las instituciones públicas, en el respeto de las respectivas competencias.
La Caritas es expresión de la comunidad, y la fuerza de la comunidad cristiana es
hacer crecer la sociedad desde el interno, como la levadura. Pienso en sus iniciativas
con los detenidos en las cárceles, pienso al voluntariado de muchas asociaciones,
a la solidaridad con las familias que sufren de más a causa de la falta de trabajo.
En este les digo: ¡Coraje! ¡No se dejen robar la esperanza y vayan hacia adelante!
Que no se la roben, al contrario, ¡sembrar esperanza! ¡Gracias, queridos amigos! Los
bendigo a todos, junto con sus familias.