La concepción pesimista de la libertad humana lleva a una especie de parálisis de
la inteligencia y de la voluntad, dice el Papa al mundo de la cultura
(RV).- (Con audio) En su encuentro con
el mundo de la cultura en la sede de la Facultad teológica regional de Cágliari, gestionada
por los sacerdotes jesuitas, el Papa Francisco ofreció algunas sugerencias entre las
cuales: tratar de encontrar caminos de esperanza, que abran horizontes nuevos a nuestra
sociedad. Solidaridad como modo de hacer la historia, como ámbito vital en el que
los conflictos, las tensiones, incluso los opuestos alcancen una armonía que genera
vida. Y la Universidad como lugar de formación a la solidaridad, punto de encuentro
entre quien cree y quien no cree, en un esfuerzo en el que la fe puede dar su propia
contribución, sin reducir jamás el espacio de la razón.
Texto completo
del discurso del Papa al mundo de la cultura
Queridos amigos, buenas tardes,
dirijo a todos mi saludo cordial. Agradezco al Padre Decano y a los Magníficos Rectores
por sus palabras de acogida, y deseo todo bien para el trabajo de las tres Instituciones.
Me agrada haber oído que trabajan untos, como amigos: ¡y esto es bueno! Agradezco
y animo a la Pontificia Facultad Teológica, que nos hospeda, en particular a los Padres
Jesuitas, que desarrollan con generosidad su precioso servicio, y al entero Cuerpo
Académico. La preparación de los candidatos al sacerdocio permanece un objetivo primario,
pero también la formación de los laicos es muy importante.
No quiero hacer
una lección académica, si bien el contexto y ustedes que son un grupo cualificado
quizá lo pedirían. Prefiero ofrecer algunas reflexiones en voz alta que parten de
mi experiencia de hombre y de Pastor de la Iglesia. Y por esto me dejo guiar por un
pasaje del Evangelio, haciendo una lectura “existencial”, el de los discípulos de
Emaus: dos discípulos de Jesús que, después de su muerte, se van de Jerusalén y regresan
a su pueblo. He elegido tres palabras clave: desilusión, resignación, esperanza.
Estos
dos discípulos llevan en su corazón el sufrimiento y la desorientación por la muerte
de Jesús, están decepcionados por como fueron a terminar las cosas. Un sentimiento
análogo lo encontramos también en nuestra situación actual: la desilusión, la desilusión,
a causa de una crisis económico-financiera, pero también ecológica, educativa, moral,
humana. Es una crisis que se refiere al presente y al futuro histórico, existencial
del hombre en nuestra civilización occidental, y que termina después por interesar
al mundo entero. Y cuando digo crisis, no pienso en una tragedia. Los chinos, cuando
quieren escribir la palabra crisis, la escriben con dos caracteres: el carácter del
peligro y el carácter de la oportunidad. Cuando hablamos de crisis, hablamos de peligros,
pero también de oportunidad. Éste es el sentido con el que yo utilizo la palabra.
Ciertamente, cada época de la historia lleva en sí elementos críticos, pero, al menos
en los últimos cuatro siglos, no se han visto tan sacudidas las certezas fundamentales
que constituyen la vida de los seres humanos como en nuestra época. Pienso en el deterioro
del ambiente; esto es peligrosos, pensemos un poco hacia delante, a la guerra del
agua que viene; en los desequilibrios sociales, en el terrible poder de las
armas – hemos hablado tanto de esto en estos días –; en el sistema económico-financiero,
que no tiene en el centro al hombre, sino al dinero, el dios dinero; en el desarrollo
y en el peso de los medios de información, con todo su carácter positivo, de
comunicación, de transporte. Es un cambio que concierne el mismo modo en que la humanidad
lleva adelante su existencia en el mundo.
Frente a esta realidad, ¿cuáles son
las reacciones? Volvamos a los dos discípulos de Emaus: decepcionados ante la muerte
de Jesús, se muestran resignados y tratan de escapar de la realidad, dejan Jerusalén.
Las mismas actitudes las podemos leer también en este momento histórico. Frente a
la crisis puede existir la resignación, el pesimismo hacia toda posibilidad de intervención
eficaz. En cierto sentido es un “llamarse afuera” de la misma dinámica del actual
viraje histórico, denunciando sus aspectos más negativos con una mentalidad semejante
a aquel movimiento espiritual y teológico del II siglo después de Cristo que es llamado
“apocalíptico”. Nosotros tenemos la tentación de pensar en clave apocalíptica. Esta
concepción pesimista de la libertad humana y de los procesos históricos lleva a una
especie de parálisis de la inteligencia y de la voluntad. La desilusión lleva también
a una especie de fuga, a buscar “islas” o momentos de tregua. Es algo semejante a
la actitud de Pilato, el “lavarse las manos”. Una actitud que parece “pragmática”
pero que, de hecho, ignora el grito de justicia, de humanidad y de responsabilidad
social y lleva al individualismo, a la hipocresía, e incluso a una especie de cinismo.
Esta es la tentación que nosotros tenemos por delante, si vamos por este camino de
la desilusión o de la decepción.
A este punto nos preguntamos: ¿hay una vía
que recorrer en nuestra situación? ¿Debemos resignarnos? ¿Debemos dejarnos ofuscar
la esperanza? ¿Debemos huir de la realidad? ¿Debemos “lavarnos las manos” y encerrarnos
en nosotros mismos? Pienso no sólo que hay un camino que recorrer, sino que precisamente
el momento histórico que vivimos nos impulse a buscar y a encontrar vías de esperanza,
que abran horizontes nuevos a nuestra sociedad. Y aquí es precioso el papel de la
Universidad. La Universidad como lugar de elaboración y transmisión del saber, de
formación a la “sabiduría” en el sentido más profundo del término, de educación integral
de la persona. En esta dirección, quisiera ofrecer algunos breves pensamientos sobre
los cuales reflexionar.
La Universidad como lugar del discernimiento. Es importante
leer la realidad, mirándola a la cara. Las lecturas ideológicas o parciales no sirven,
alimentan sólo la ilusión y la desilusión. Leer la realidad, pero también vivir esta
realidad, sin temores, sin fugas y sin catastrofismos. Toda crisis, también la actual,
es un pasaje, el dolor de un parto que comporta fatiga, dificultad, sufrimiento, pero
que lleva en sí el horizonte de la vida, de una renovación, lleva la fuerza de la
esperanza. Y esta no es una crisis de “cambio”: es una crisis de “cambio de época”.
Es una época, la que cambia. No son cambios extraordinarios superficiales. La crisis
puede convertirse en un momento de purificación y de reflexión de nuestros modelos
económico-sociales y de cierta concepción del progreso que ha alimentado ilusiones,
para recuperar al ser humano en todas sus dimensiones. El discernimiento no es ciego,
ni improvisado: se realiza sobre la base de criterios éticos y espirituales, implica
interrogarse sobre lo que es bueno, la referencia a los valores propios de una visión
del hombre y del mundo, una visión de la persona en todas sus dimensiones, sobre todo
en la espiritual, trascendente; ¡jamás se puede considerar a la persona como “material
humano”! Ésta es, quizá, la propuesta escondida del funcionalismo. La Universidad
como lugar de “sabiduría” tiene una función muy importante en el formar al discernimiento
para alimentar la esperanza. Cuando el viandante desconocido, que es Jesús Resucitado,
se acerca a los dos discípulos de Emaus, tristes y desconsolados, no trata de esconder
la realidad de la Crucifixión, de la aparente derrota que ha provocado su crisis,
al contrario los invita a leer la realidad para guiarlos a la luz de su Resurrección:
“Insensatos y tardos de corazón... ¿No era necesario que el Cristo padeciera eso y
entrara así en su gloria?” (Lc 24, 25-26). Hacer discernimiento significa no
huir, sino leer seriamente, sin prejuicios, la realidad.
Otro elemento: la
Universidad como lugar en el que se elabora la cultura de la proximidad, cultura de
la proximidad. Ésta es una propuesta: cultura de la cercanía. El aislamiento y la
cerrazón en sí mismos o en los propios intereses jamás son la vía para volver a dar
esperanza y efectuar una renovación, sino que es la cercanía, es la cultura del encuentro.
El aislamiento, no; la cercanía, sí. Cultura del desencuentro, no; cultura del encuentro,
sí. La Universidad es lugar privilegiado en el que se promueve, se enseña, se vive
esta cultura del diálogo, que no nivela indiscriminadamente diferencias y pluralismos
– uno de los riegos de la globalización es éste –, y ni siquiera los lleva al extremo
volviéndolos motivo de desencuentro, pero abre a la confrontación constructiva. Esto
significa comprender y valorizar las riquezas del otro, considerándolo no con indiferencia
o con temor, sino como factor de crecimiento. Las dinámicas que regulan las relaciones
entre las personas, entre los grupos, entre las naciones con frecuencia no son de
cercanía, de encuentro, sino de desencuentro. Me refiero aún al pasaje evangélico.
Cuando Jesús se acerca a los dos discípulos de Emaus, comparte su camino, escucha
su lectura de la realidad, su desilusión, y dialoga con ellos; precisamente de este
modo vuelve a encender en sus corazones la esperanza, abre nuevos horizontes que ya
estaban presentes, pero que sólo el encuentro con el Resucitado permite reconocer.
Jamás tengan miedo del encuentro, del diálogo, de la confrontación, incluso entre
Universidades. A todos los niveles. Aquí estamos en la sede de la Facultad Teológica:
permítanme decirles: no tengan temor de abrirse también a los horizontes de la trascendencia,
al encuentro con Cristo o de profundizar la relación con Él. La fe jamás reduce el
espacio de la razón, sino que lo abre a una visión integral del hombre y de la realidad,
y defender del peligro de reducir al hombre a “material humano”.
Un último
elemento: la Universidad como lugar de formación a la solidaridad. La palabra solidaridad
no pertenece sólo al vocabulario cristiano, es una palabra fundamental del vocabulario
humano. Como dije hoy, es una palabra que en esta crisis corre el riesgo de ser borrada
del diccionario. El discernimiento de la realidad, asumiendo el momento de
crisis, la promoción de una cultura del encuentro y del diálogo, orientan hacia la
solidaridad, como elemento fundamental para una renovación de nuestras sociedades.
El encuentro, el diálogo entre Jesús y los dos discípulos de Emaus, que vuelve a encender
la esperanza y renueva el camino de su vida, lleva a la participación: lo reconocieron
en el partir el pan. Es el signo de la Eucaristía, de Dios que se hace tan cercano
en Cristo hasta el punto de ser presencia constante, de compartir su misma vida. Y
esto dice a todos, incluso a quien no cree, que es precisamente en una solidaridad
no dicha, sino vivida, donde las relaciones pasan de considerar al otro como “material
humano” o como “número”, al considerarlo como persona. No hay futuro para ningún país,
para ninguna sociedad, para nuestro mundo, si no sabremos ser todos más solidarios.
Solidaridad, por tanto, como modo de hacer la historia, como ámbito vital en el que
los conflictos, las tensiones, incluso los opuestos alcanzan una armonía que genera
vida. En esto, pensando en esta realidad del encuentro en la crisis, he encontrado
en los políticos jóvenes otra manera de pensar la política. No digo mejor o no mejor,
sino otra manera. Hablan diversamente, están buscando… su música es diversa de nuestra
música. ¡No tengamos miedo! Escuchémoslos, hablemos con ellos. Ellos tienen una intuición:
abrámonos a su intuición. Es la intuición de la vida joven. Digo los políticos jóvenes
porque es lo que he oído, pero los jóvenes en general buscan esta clave diversa. Para
ayudarnos en el encuentro, nos ayudará la música de estos políticos, “científicos”,
pensadores jóvenes.
Antes de concluir, permítanme subrayar que a nosotros los
cristianos la misma fe nos da una esperanza sólida que impulsa a discernir la realidad,
a vivir la cercanía y la solidaridad, porque Dios mismo ha entrado en nuestra historia,
haciéndose hombre en Jesús, se ha sumergido en nuestra debilidad, haciéndose cercano
a todos, mostrando solidaridad concreta, especialmente a los más pobres y necesitados,
abriéndonos un horizonte infinito y seguro de esperanza.
Queridos amigos, gracias
por este encuentro y por su atención; que la esperanza sea la luz que ilumine siempre
su estudio y su empeño. ¡Y que el coraje sea el tiempo musical para ir hacia adelante!
¡Que el Señor los bendiga!