El camino es Jesús: ¡hacerlo subir a nuestra barca y remar mar adentro con Él!, el
Papa a los jóvenes
Texto completo de las palabras del Papa a los jóvenes en Cerdeña
¡Queridos
jóvenes de Cerdeña!
¿Parece que hay algunos jóvenes, no? ¿Algunos o muchos?
¡Hay tantos! ¡Gracias de haber venido tantos a este encuentro! Y gracias a sus
‘portavoces’. Verlos me hace pensar en la Jornada Mundial de la Juventud de Río de
Janeiro: quizás algunos de ustedes estuvieron allá, pero muchos seguramente la han
seguido a través de la televisión e Internet. Ha sido una experiencia muy bella, una
fiesta de la fe y de la hermandad, que llena de alegría. La misma alegría que probamos
hoy. Agradecemos al Señor y a la Virgen María, Nuestra Señora de Bonaria: es ella
quien nos ha hecho encontrar aquí. ¡Récenle a menudo, es una buena mamá, se los aseguro!
Algunas
de sus ‘pregunte’, de sus preguntas…pero, ¡también yo hablo un dialecto aquí! Algunas
de sus preguntas son en la misma dirección. Yo pienso en el Evangelio sobre la ribera
del lago de Galilea, donde vivían y trabajaban Simón - donde luego Jesús llamará Pedro
- y su hermano Andrea, junto con Santiago y Juan, también ellos hermanos, todos pescadores.
Jesús es rodeado por la multitud que quiere escuchar su palabra; ve a aquellos pescadores
junto a las barcas mientras limpian las redes. Sube al barco de Simón y le pide alejarse
un poco de la ribera, y así, estando sentado en la barca, habla a la gente. Jesús,
sobre la barca, habla a la gente. Cuando acaba, dice a Simón de remar mar adentro
y tirar las redes. Este pedido es una prueba para Simón - escuchen bien la palabra
‘una prueba’ - ; porque él y los demás habían apenas regresado de una mala noche
de pesca. Simón es un hombre práctico y sincero, y enseguida dice a Jesús: «Maestro,
hemos trabajado la noche entera y no hemos sacado nada».
Éste es el primer
punto: la experiencia del fracaso. En sus preguntas, estaba esta experiencia: El sacramento
de la confirmación, ¿cómo se llama este sacramento? ¿De la confirmación? ¡No, ha cambiado
el nombre! Sacramento del “Adiós”. Hacen esto y se van de la Iglesia. ¿Es verdad o
no? Ésa es una experiencia de fracaso, algo que va torcido, una desilusión… En la
juventud se están proyectado hacia adelante pero a veces ocurre de vivir un fracaso,
una frustración: ¡es una prueba, y es importante! Ahora yo quiero hacerles una pregunta,
pero no respondan con la voz, sino en silencio, cada uno en su corazón, piense. Piensen
en las experiencias de fracaso que ustedes han vivido. Es cierto: todos nosotros las
tenemos, todos nosotros. En la Iglesia hacemos tantas veces esta experiencia:
los sacerdotes, los catequistas, los animadores se cansan mucho, gastan muchas energías,
prueban con todo, y al final no ven resultados siempre correspondientes a sus esfuerzos.
Lo dijeron también sus ‘portavoces’, en las primeras dos preguntas. Se referían a
las comunidades en donde la fe aparece un poco descolorida, no muchos fieles participan
activamente en la vida de la Iglesia, se ven cristianos a veces cansados y tristes,
y muchos jóvenes, después de haber recibido la Confirmación, se van. El sacramento
de la despedida, el sacramento del ‘adiós’. Es una experiencia de fracaso, una experiencia
que nos deja vacíos, nos desanima. ¿Es verdad o no? [Sí, responden los jóvenes] ¿Es
verdad o no? [Sí, responden los jóvenes de nuevo]
2. Frente a esta realidad,
justamente ustedes se preguntan: ¿qué podemos hacer? Ciertamente una cosa que no hay
que hacer, es dejarse vencer por el pesimismo y por la desconfianza. Cristianos pesimistas:
es feo eso. Ustedes jóvenes no pueden y no deben estar sin esperanza, la esperanza
es parte de su ser. ¡Un joven sin esperanza es preocupante! ¡No es un joven! ¡Ha
envejecido! ¡Demasiado pronto! La esperanza es parte de su juventud, si ustedes
no tienen esperanza, piensen seriamente: un joven sin alegría y sin esperanza es preocupante:
no es un joven. Y cuando un joven no tiene alegría, cuando siente la desconfianza
de la vida, cuando un joven pierde la esperanza, ¿dónde va a encontrar un poco de
tranquilidad, un poco de paz? ¿Sin fe, sin esperanza, sin alegría? ¡Ustedes saben,
estos mercaderes de muerte, aquellos que venden muerte, les ofrecen un camino para
cuando ustedes están tristes, sin esperanza, sin fe, sin coraje. Por favor ¡no vendas
tu juventud a éstos que venden muerte! Ustedes entienden de qué cosa estoy hablando.
¡Todos ustedes lo entienden: No vendan! Regresemos a la escena del Evangelio: Pedro,
en aquel momento crítico, se juega a sí mismo. ¿Qué hubiera podido hacer? Hubiera
podido ceder al cansancio y a la desconfianza, pensando que es inútil y que es mejor
retirarse e ir a casa. ¿En cambio qué cosa hace? Con coraje, sale de sí mismo y elige
confiar en Jesús. Dice: «sobre tu palabra, tiraré las redes». ¡Atención! No dice:
¡sobre mis fuerzas, sobre mis cálculos, sobre mi experiencia de experto pescador,
sino “sobre” tu palabra, sobre la palabra de Jesús! Y el resultado es una pesca increíble,
las redes se llenan, tanto que casi se rompen. Éste es el segundo punto: confiar
en Jesús. ¡Confiar en Jesús! Y cuando digo esto, quiero ser sincero y decirles: yo
no vengo aquí a venderles una ilusión. Yo vengo aquí a decirles: hay una persona que
puede llevarte adelante. ¡Confíate de Él! ¡Es Jesús! ¡No es una ilusión! Confiar en
Jesús. El Señor siempre está con nosotros. Viene en la ribera del mar de nuestra vida,
se hace cercano a nuestros fracasos, a nuestra fragilidad, a nuestros pecados, para
transformarlos. ¡Nunca dejen de volver a ponerse en juego, como los buenos deportistas
- algunos de ustedes lo saben bien por experiencia - que saben afrontar la fatiga
del entrenamiento para alcanzar los resultados! Las dificultades no tienen que asustarles,
sino empujarles a ir más allá. Sientan dirigidas a ustedes las palabras de Jesús:
¡Remen mar adentro y tiren las redes, jóvenes de Cerdeña! ¡Remen mar adentro! Sean
cada vez más dóciles a la Palabra del Señor: es Él, es su Palabra, es el seguirlo
lo que hace fructuoso su compromiso de testimonio. Cuando los esfuerzos para despertar
la fe entre sus amigos parecen inútiles, como la fatiga nocturna de los pescadores,
recuerden que con Jesús todo cambia. La Palabra del Señor ha llenado las redes, y
la Palabra del Señor hace eficaz el trabajo misionero de los discípulos. ¡Seguir a
Jesús es comprometedor, quiere decir no conformarse con las pequeñas metas, con el
pequeño cabotaje, sino apuntar hacia arriba con coraje!
No es bueno detenerse
en el «no hemos sacado nada», sino ir más allá, ir al «rema mar adentro, y echa las
redes» de nuevo, ¡sin cansarnos! Jesús lo repite a cada uno de ustedes. ¡Y es Él que
dará la fuerza! Está la amenaza del lamento, de la resignación. ¡Esto lo dejamos a
los que siguen la ‘diosa lamento’! ¿Ustedes siguen la ‘diosa lamento’? ¿Se lamentan
continuamente, como en una vigilia fúnebre? No, el joven no puede hacer esto. La ‘diosa
lamento’ es un engaño, te hace tomar el camino equivocado. Cuando todo parece fijo
y estancado, cuando los problemas personales nos inquietan, los malestares sociales
no encuentran las debidas respuestas, no es bueno darnos por vencidos. El camino es
Jesús: ¡hacerlo subir en nuestra ‘barca’ y remar mar adentro con Él! ¡Él es el Señor!
Él cambia la perspectiva de la vida. La fe en Jesús conduce a una esperanza que va
más allá, a una certeza fundada no sólo en nuestras cualidades y habilidades, sino
sobre la Palabra de Dios, en la invitación que viene de Él. Sin hacer demasiados cálculos
humanos y sin preocuparse de verificar si la realidad que los rodea coincide con sus
seguridades. Remar mar adentro, salir de nosotros mismos, de nuestro pequeño mundo
y abrirnos a Dios, para abrirnos cada vez más también a los hermanos. ¡Abrirnos a
Dios nos abre a los otros! Hacer algún paso más allá de nosotros mismos, pequeños
pasos, saliendo de ustedes mismos, hacia Dios y hacia los otros. Abriendo el corazón
a la fraternidad, a la amistad, a la solidaridad.
3. «Navega mar adentro,
y echen las redes». (v. 4.) Queridos jóvenes sardos, la tercera cosa que quiero decirles,
y así respondo a las otras dos preguntas, es que también ustedes están llamados a
convertirse en ‘pescadores de hombres’. No duden de emplear su vida para testimoniar
con alegría el Evangelio, especialmente a sus coetáneos. Yo quiero contarles una experiencia
personal: Ayer fue el 60 aniversario que sentí la voz de Jesús en mi corazón. Pero
esto lo digo no para que hagan una torta aquí, no, no lo digo por eso. Pero, es un
recuerdo, 60 años de aquel día, no lo olvido nunca. El Señor me hizo sentir fuertemente
que debía ir por ese camino. Tenía 17 años. Pasaron algunos años, antes de que esta
decisión, esta invitación, fuese concreta y definitiva. Luego pasaron tantos años
de algunos éxitos, alegrías, pero también tantos años de fracasos, fragilidad, pecado.
60 años en el camino del Señor, detrás de Él, al lado de Él, siempre con Él. Sólo
les digo esto: ¡No me he arrepentido! ¡No me he arrepentido! ¿Pero por qué? ¿Porque
yo me siento ‘Tarzán’ y soy fuerte para ir hacia delante? ¡No! No me he arrepentido
porque siempre también en los momentos más oscuros, en los momentos del pecado, en
los momentos de la fragilidad, en los momentos de fracaso, he mirado a Jesús, y me
he confiado en Él, y Él, ¡No me ha dejado sólo! ¡Confíen en Jesús! Él siempre va hacia
delante, Él va con nosotros. Piensen. Éste es mi testimonio. Estoy feliz de estos
60 años con el Señor. ¡Vayan adelante! ¿He hablado mucho tiempo? Quedemos unidos en
oración. Y vayamos en esta vida con Jesús. Lo hicieron los Santos. Los Santos son
así: ¡no nacen ya perfectos, ya santos! Se convierten porque, como Simón Pedro, confían
en la palabra de Dios y “reman mar adentro”. Su tierra ha dado muchos testimonios,
también recientes: las Beatas Antonia Mesina, Gabriela Sagheddu, Giuseppina Nicoli;
los Siervos de Dios Edvige Carbonos, Simonetta Tronci y Don Antonio Loi. ¡Son personas
comunes que en lugar de lamentarse han tirado las redes para la pesca. Imiten su ejemplo,
confíense a su intercesión, y sean siempre hombres y mujeres de esperanza. ¡Nada de
lamentos! ¡Nada de desánimo! ¡Nada de tirarse abajo! ¡Nada de ir a comprar consolación
de muerte! Ir adelante con Jesús, Él, ¡no fracasa jamás!, Él no desilusiona, Él, es
leal. Recen por mi y que la Virgen los acompañe.
Encontrar a Jesús,
su amor y misericordia es la aventura más grande y más bella, dijo Francisco a los
jóvenes en Cerdeña
(RV).- (Con audio) “Tengan el coraje
de ir contra corriente, no se dejen llevar por la corriente” invitó el Obispo de Roma
a los jóvenes, porque “encontrar a Jesús, hacer experiencia de su amor y de su misericordia
es la aventura más grande y más bella que le puede suceder a una persona”.
El
Sucesor de Pedro, después de afirmar frente a los jóvenes sardos, que verlos lo hizo
pensar en la Jornada Mundial de la Juventud en Río de Janeiro, se inspiró en la actitud
de Pedro, cuando en el evangelio, después de haber trabajado toda la noche sin haber
pescado nada, confiado en Jesús vuelve a remar mar adentro y echa las redes, para
afirmar que las experiencias de fracaso en la juventud no los debe llevar a dejarse
vencer por el pesimismo y la desconfianza. “¡Un joven sin alegría y sin esperanza
es preocupante!, ¡No es un joven!”, expresó el Papa Francisco.
Pedro con coraje,
sale de sí mismo y elige confiar en Jesús y tira nuevamente las redes. Frente a la
amenaza del lamento y la resignación el camino es Jesús –expresó el Papa-, hacer
subir a Jesús a nuestra barca y remar mar adentro con él. ¡El es el Señor!, el cambia
la perspectiva de vida. La fe en Jesús conduce a una esperanza que va más allá, a
una certeza fundada no solamente en nuestras cualidades y habilidades, sino sobre
la palabra de Dios, sobre la invitación que viene de él.
Remar mar adentro,
salir de sí mismo, de nuestro pequeño mundo y abrirse a Dios para abrirse siempre
más también a los hermanos, ha sido la fuerte invitación del Papa Francisco a los
jóvenes, recordándoles que también ellos están llamados a ser “pescadores de hombres”.
Les pidió que no duden en gastar la vida para dar testimonio con alegría del Evangelio,
porque su contribución es indispensable para la misión de la Iglesia que es la evangelización.