Poné fe y tu vida tendrá un sabor nuevo, el Papa a los jóvenes del mundo
(RV).- Ambiente de inmensa fiesta a orillas de Copabana. Un gran encuentro del Papa
con los jóvenes del mundo. La “semana de la juventud”, como la llamó Francisco, tuvo
uno de sus momentos fuertes la tarde del jueves en la playa que identifica Río y de
alguna manera, todo Brasil. Entre cantos, momentos de oración y reflexión, una representación
llamada “Río de Fe” a cargo de 150 muchachos y muchachas, escenificó la vida cotidiana
de la “Ciudad Maravillosa”.
Cinco jóvenes en representación de los cinco continentes
saludaron la llegada del Papa para participar en la JMJ 2013. El evento se desarrolló
en forma de Celebración de la Palabra. “Pon a Cristo en tu vida”, fue la exhortación
del Santo Padre a los jóvenes: “En estos días, Él te espera en su Palabra; escúchalo
con atención y su presencia enardecerá tu corazón. ‘Pon a Cristo’: Él te acoge en
el Sacramento del perdón, para curar, con su misericordia, las heridas del pecado.
No tengas miedo de pedir perdón. Él no se cansa nunca de perdonarnos, como un padre
que nos ama. ¡Dios es pura misericordia! ‘Poné a Cristo’: Él te espera en el encuentro
con su Carne en la Eucaristía, Sacramento de su presencia, de su sacrificio de amor,
y en la humanidad de tantos jóvenes que te enriquecerán con su amistad, te animarán
con su testimonio de fe, te enseñarán el lenguaje de la caridad, de la bondad, del
servicio. También tú, querido joven, querida joven, puedes ser un testigo gozoso de
su amor, un testigo entusiasta de su Evangelio para llevar un poco de luz a este mundo
nuestro”.
Saludo del Papa a los jóvenes del mundo en la Fiesta de Bienvenida
(Audio)
Queridos
jóvenes
Buenas tardes.
Veo en ustedes la belleza del rostro
joven de Cristo, y mi corazón se llena de alegría. Recuerdo la primera Jornada Mundial
de la Juventud a nivel internacional. Se celebró en 1987 en Argentina, en mi ciudad
de Buenos Aires. Guardo vivas en la memoria estas palabras de Juan Pablo II a los
jóvenes: “¡Tengo tanta esperanza en vosotros! Espero sobre todo que renovéis vuestra
fidelidad a Jesucristo y a su cruz redentora” (Discurso a los Jóvenes, 11 de abril
1987: Insegnamenti, X/1 [1987], p. 1261).
Antes de continuar, quisiera
recordar el trágico accidente en la Guyana francesa, que sufrieron los jóvenes que
venían a esta jornada, allí perdió la vida la joven Sophie Morinière, y otros jóvenes
resultaron heridos. Los invito a hacer un instante de silencio y de oración a Dios
nuestro Padre por Sophie, los heridos y sus familiares.
Este año, la
Jornada vuelve, por segunda vez, a América Latina. Y ustedes, jóvenes, han respondido
en gran número a la invitación de Benedicto XVI, que los ha convocado para celebrarla.
A él se lo agradecemos de todo corazón y a él que nos convocó hoy aquí le enviamos
un saludo y un fuerte aplauso. Ustedes saben, ustedes saben que antes de venir a Brasil,
estuve charlando con él y le pedí que me acompañara en el viaje con la oración y me
dijo los acompaño con la oración y estaré junto al televisor, así que ahora nos está
viendo. Mi mirada se extiende sobre esta gran muchedumbre: ¡Son ustedes tantos! Llegados
de todos los continentes. Distantes, a veces no sólo geográficamente, sino también
desde el punto de vista existencial, cultural, social, humano. Pero hoy están aquí,
o más bien, hoy estamos aquí, juntos, unidos para compartir la fe y la alegría del
encuentro con Cristo, de ser sus discípulos. Esta semana, Río se convierte en el centro
de la Iglesia, en su corazón vivo y joven, porque ustedes han respondido con generosidad
y entusiasmo a la invitación que Jesús les ha hecho para estar con él, para ser sus
amigos.
El tren de esta Jornada Mundial de la Juventud ha venido de
lejos y ha atravesado la Nación brasileña siguiendo las etapas del proyecto “Bota
fe - Poné fe”. Hoy ha llegado a Río de Janeiro. Desde el Corcovado, el Cristo Redentor
nos abraza, nos bendice. Viendo este mar, la playa y a todos ustedes, me viene a la
mente el momento en que Jesús llamó a sus primeros discípulos a orillas del lago de
Tiberíades. Hoy Jesús nos sigue preguntando: ¿Querés ser mi discípulo? ¿Querés ser
mi amigo? ¿Querés ser testigo del Evangelio? En el corazón del Año de la fe, estas
preguntas nos invitan a renovar nuestro compromiso cristiano. Sus familias y comunidades
locales les han transmitido el gran don de la fe. Cristo ha crecido en ustedes. Hoy
quiere venir aquí para confirmarlos en esta fe, la fe en Cristo vivo que habita en
ustedes, pero he venido yo también para ser confirmado por el entusiasmo de la fe
de ustedes. Ustedes saben que en la vida de un obispo hay tantos problemas que piden
ser solucionados y con estos problemas y dificultades la fe del obispo puede entristecerse,
qué feo es un obispo triste, qué feo que es. Para que mi fe no sea triste, he venido
aquí para contagiarme con el entusiasmo de ustedes
Los saludo con cariño,
a ustedes aquí presentes, venidos de los cinco continentes y, a través de ustedes,
saludo a todos los jóvenes del mundo, en particular a aquellos que querían venir a
Río de Janeiro y no han podido. A los que nos siguen por medio de la radio, la televisión
e internet, a todos les digo: ¡Bienvenidos a esta fiesta de la fe! En diversas partes
del mundo, muchos jóvenes están reunidos ahora para vivir juntos con nosotros este
momento: sintámonos unidos unos a otros en la alegría, en la amistad, en la fe. Y
tengan certeza de que mi corazón de Pastor los abraza a todos con afecto universal.
Porque lo más importante hoy es esta reunión de ustedes y la reunión de todos los
jóvenes que nos están siguiendo a través de los medios ¡El Cristo Redentor, desde
la cima del monte Corvado, los acoge y los abraza en esta bellísima ciudad de Río!
Un
saludo particular al Presidente del Pontificio Consejo para los Laicos, el querido
e incansable Cardenal Stanislaw Rilko, y a cuantos colaboran con él. Agradezco a
Monseñor Orani João Tempesta, Arzobispo de São Sebastião do Río de Janeiro, la cordial
acogida que me ha dispensado. Además quiero decir aquí que los cariocas saben recibir
bien, saben dar una gran acogida y agradecerle el gran trabajo realizado para preparar
esta Jornada Mundial de la Juventud, junto a sus obispos auxiliares con las diversas
diócesis de este inmenso Brasil. Mi agradecimiento también se dirige a todas las autoridades
nacionales, estatales y locales, y a cuantos han contribuido para hacer posible este
momento único de celebración de la unidad, de la fe y de la fraternidad. Gracias a
los Hermanos Obispos, a los sacerdotes, a los seminaristas, a las personas consagradas
y a los fieles laicos que acompañan a los jóvenes, desde diversas partes de nuestro
planeta, en su peregrinación hacia Jesús. A todos y a cada uno, un abrazo afectuoso
en Jesús y con Jesús.
¡Hermanos y amigos, bienvenidos a la XXVIII Jornada
Mundial de la Juventud, en esta maravillosa ciudad de Río de Janeiro!
Palabras
del Papa en la Fiesta de Bienvenida de los Jóvenes (Audio)
Lecturas: Lc
9,28b-36: “Qué bien se está aquí”
Queridos jóvenes: “Qué
bien se está aquí”, exclamó Pedro, después de haber visto al Señor Jesús transfigurado,
revestido de gloria. ¿Podríamos repetir también nosotros esas palabras? Pienso que
sí, porque para todos nosotros, hoy, es bueno estar aquí reunidos en torno a Jesús.
Él es quien nos acoge y se hace presente en medio de nosotros, aquí en Río. Pero en
el Evangelio también hemos escuchado las palabras del Padre: “Éste es mi Hijo, el
escogido, escuchadle” (Lc 9,35). Por tanto, si por una parte es Jesús el que nos acoge;
por otra, también nosotros hemos de acogerlo, ponernos a la escucha de su palabra,
porque precisamente acogiendo a Jesucristo, Palabra encarnada, es como el Espíritu
nos transforma, ilumina el camino del futuro, y hace crecer en nosotros las alas de
la esperanza para caminar con alegría (cf. Carta enc. Lumen fidei, 7).
Pero,
¿qué podemos hacer? “Bota fé – Pon fe”. La cruz de la Jornada Mundial de la Juventud
ha gritado estas palabras a lo largo de su peregrinación por Brasil. ¿Qué significa
“Pon fe”? Cuando se prepara un buen plato y ves que falta la sal, “pones” sal; si
falta el aceite, “pones” aceite… “Poner”, es decir, añadir, echar. Lo mismo pasa en
nuestra vida, queridos jóvenes: si queremos que tenga realmente sentido y sea plena,
como ustedes desean y merecen, les digo a cada uno y a cada una de ustedes: “pon fe”
y tu vida tendrá un sabor nuevo, tendrá una brújula que te indicará la dirección;
“pon esperanza” y cada día de tu vida estará iluminado y tu horizonte no será ya oscuro,
sino luminoso; “pon amor” y tu existencia será como una casa construida sobre la roca,
tu camino será gozoso, porque encontrarás tantos amigos que caminan contigo. ¡Pon
fe, pon esperanza, pon amor!
Pero, ¿quién puede darnos esto? En el Evangelio
hemos escuchado la respuesta: Cristo. “Éste es mi Hijo, el escogido, escuchadle”.
Jesús es quien nos trae a Dios y nos lleva a Dios, con él toda nuestra vida se transforma,
se renueva y nosotros podemos ver la realidad con ojos nuevos, desde el punto de vista
de Jesús, con sus mismos ojos (cf. Carta enc. Lumen fidei, 18). Por eso hoy les digo
con fuerza: “Pon a Cristo” en tu vida y encontrarás un amigo del que fiarte siempre;
“pon a Cristo” y verás crecer las alas de la esperanza para recorrer con alegría el
camino del futuro; “pon a Cristo” y tu vida estará llena de su amor, será una vida
fecunda.
Hoy me gustaría que todos nos preguntásemos sinceramente: ¿en
quién ponemos nuestra fe? ¿En nosotros mismos, en las cosas, o en Jesús? Tenemos la
tentación de ponernos en el centro, de creer que nosotros solos construimos nuestra
vida, o que es el tener, el dinero, el poder lo que da la felicidad. Pero no es así.
El tener, el dinero, el poder pueden ofrecer un momento de embriaguez, la ilusión
de ser felices, pero, al final, nos dominan y nos llevan a querer tener cada vez más,
a no estar nunca satisfechos. ¡“Pon a Cristo” en tu vida, pon tu confianza en él y
no quedarás defraudado! Miren, queridos amigos, la fe lleva a cabo en nuestra vida
una revolución que podríamos llamar copernicana, porque nos quita del centro y pone
en él a Dios; la fe nos inunda de su amor que nos da seguridad, fuerza, esperanza.
Aparentemente no cambia nada, pero, en lo más profundo de nosotros mismos, todo cambia.
En nuestro corazón habita la paz, la dulzura, la ternura, el entusiasmo, la serenidad
y la alegría, que son frutos del Espíritu Santo (cf. Ga 5,22) y nuestra existencia
se transforma, nuestro modo de pensar y de obrar se renueva, se convierte en el modo
de pensar y de obrar de Jesús, de Dios. En el Año de la Fe, esta Jornada Mundial de
la Juventud es precisamente un don que se nos da para acercarnos todavía más al Señor,
para ser sus discípulos y sus misioneros, para dejar que él renueve nuestra vida.
Querido
joven, querida joven: “Pon a Cristo” en tu vida. En estos días, Él te espera en su
Palabra; escúchalo con atención y su presencia enardecerá tu corazón. “Pon a Cristo”:
Él te acoge en el Sacramento del perdón, para curar, con su misericordia, las heridas
del pecado. No tengas miedo de pedir perdón. Él no se cansa nunca de perdonarnos,
como un padre que nos ama. ¡Dios es pura misericordia! “Pon a Cristo”: Él te espera
en el encuentro con su Carne en la Eucaristía, Sacramento de su presencia, de su sacrificio
de amor, y en la humanidad de tantos jóvenes que te enriquecerán con su amistad, te
animarán con su testimonio de fe, te enseñarán el lenguaje de la caridad, de la bondad,
del servicio. También tú, querido joven, querida joven, puedes ser un testigo gozoso
de su amor, un testigo entusiasta de su Evangelio para llevar un poco de luz a este
mundo nuestro.
“Qué bien se está aquí”, poniendo a Cristo, la fe, la
esperanza, el amor que él nos da, en nuestra vida. Queridos amigos, en esta celebración
hemos acogido la imagen de Nuestra Señora de Aparecida. Con María, queremos ser discípulos
y misioneros. Como ella, queremos decir “sí” a Dios. Pidamos a su Corazón de Madre
que interceda por nosotros, para que nuestros corazones estén dispuestos a amar a
Jesús y a hacerlo amar. ¡Él nos espera y cuenta con nosotros! Amén.