El Obispo de Roma invita a desenmascarar los ídolos que nos impiden amar a Dios
(RV).- (Con audio) Cada uno de nosotros
vive de pequeñas o grandes idolatrías, pero el camino que lleva a Dios pasa por el
amor exclusivo a Él, tal como nos lo ha enseñado Jesús. Lo afirmó el Papa Francisco
en la homilía de la Misa de esta mañana celebrada en la capilla de la Casa de Santa
Marta.
Concelebraron con el Obispo de Roma tres prelados: el Arzobispo de
Curitiba, en Brasil, Mons. José Vitti, el de Ibiza, en España, Mons. Juan Segura,
y el de Sagar, en la India, Mons. Chirayath Anthony. Mientras entre los participantes
destacamos un grupo de colaboradores de la Biblioteca Apostólica Vaticana, acompañados
por el viceprefecto Ambrogio Paizzoni, y un grupo del personal laico de la Pontificia
Universidad Lateranense, acompañados por el vicerrector, Mons. Patrick Valdrini.
Cuando
el escriba se acerca a Jesús para preguntarle cuál es, según su opinión, el primero
de todos los mandamientos, es probable que su intención no fuera tan inocente, dijo
el Papa Francisco al comenzar su homilía evaluando el comportamiento de ese hombre
que, en el relato evangélico de la liturgia del día, se dirige a Cristo dando la impresión
de “ponerlo a prueba”, e incluso de “hacerlo caer en la trampa”. Y cuando – según
la cita bíblica de Jesús: “Escucha, Israel. El Señor es nuestro Dios, es el único
Señor” – el escriba replica aprobando, el Papa llamó la atención sobre el comentario
de Cristo, a saber: “No estás lejos del Reino de Dios”.
En sustancia, explicó
el Papa Francisco, con ese “no estás lejos”, Jesús quiso decir al escriba: “Tú conoces
bien la teoría”, pero “aún te falta una distancia del Reino de Dios”, es decir, debes
caminar para transformar en “realidad este mandamiento”, puesto que “la confesión
de Dios” se hace en el “camino de la vida”:
“No basta decir: ‘Pero yo creo
en Dios, Dios es el único Dios’. Va todo bien, pero ¿cómo vives tú esto en el camino
de la vida? Porque nosotros podemos decir: ‘El Señor es el único Dios, no hay otro’,
pero vivir como si Él no fuera el único Dios y tener otras divinidades a nuestra disposición…
Está el peligro de la idolatría: la idolatría que viene a nosotros con el espíritu
del mundo. Y Jesús, en esto era claro: el espíritu del mundo, no. Y Jesús pide al
Padre en la última cena que nos defienda del espíritu del mundo, porque el espíritu
del mundo nos lleva a la idolatría”.
“La idolatría – prosiguió diciendo
el Papa – es sutil”. Y añadió que “todos nosotros tenemos a nuestros ídolos escondidos”
mientras “el camino de la vida para llegar, para no estar lejos del Reino de Dios”
comporta “descubrir a los ídolos escondidos”. Un comportamiento que ya se ve en la
Biblia – recordó Francisco – en el episodio en el que Raquel, mujer de Jacob, finge
que no lleva consigo a los ídolos que, en cambio, tomó de la casa de su padre y escondió
detrás de su montura. También nosotros, afirmó el Santo Padre, “los tenemos escondidos
en nuestra montura... Pero debemos buscarlos y debemos destruirlos”, porque para seguir
a Dios el único camino es el de un amor fundado en la “fidelidad”:
“Y la
fidelidad nos pide que echemos a los ídolos, que los descubramos: están escondidos
en nuestra personalidad, en nuestro modo de vivir. Pero estos ídolos escondidos hacen
que nosotros no seamos fieles en el amor. El Apóstol Santiago, cuando dice 'Quien
es amigo del mundo, es enemigo de Dios', comienza diciendo: '¡Adúlteros!'. Nos reprocha,
pero con ese adjetivo: adúlteros. ¿Por qué? ¡Porque quien es 'amigo' del mundo es
un idólatra, no es fiel al amor de Dios! El camino para no estar lejos, para avanzar,
para ir adelante en el Reino de Dios, es un camino de fidelidad que se asemeja al
del amor nupcial”.
Aun “con las pequeñas y no tan pequeñas idolatrías
que tenemos”, ¿cómo es posible – se preguntó el Papa al concluir su homilía – no ser
fieles “a un amor tan grande?”. Para hacerlo, dijo, es necesario confiar en Cristo,
que es “fidelidad plena” y que “nos ama tanto”:
“Podemos pedir hoy a Jesús:
‘Señor, tú eres tan bueno, enséñame este camino para estar cada día menos lejos del
Reino de Dios, este camino para echar a todos los ídolos’. Es difícil, pero debemos
comenzar... Los ídolos escondidos en las tantas monturas, que nosotros tenemos en
nuestra personalidad, en el modo de vivir: echar al ídolo del carácter mundano que
nos lleva a convertirnos en enemigos de Dios. Pidamos esta gracia a Jesús hoy”.