Jesús se preocupa por la gente que tiene hambre, afirmó Papa Francisco
(RV).- “La fiesta del Corpus
Domini nos pide convertirnos a la fe en la Providencia, saber compartir lo poco que
somos y tenemos y no cerrarnos jamás en nosotros mismos”, "pidamos a nuestra Madre
María que nos ayude en esta conversión, para seguir verdaderamente, cada vez más,
a ese Jesús que adoramos en la Eucaristía", concluyó el Obispo de Roma en su reflexión
previa a la oración mariana de Ángelus con la multitud de peregrinos del santuario
de San Pedro. La fiesta de la Eucaristía, Sacramento del Cuerpo y la Sangre de
Cristo, fue el tema abordado por Francisco. Expresó que Jesús se preocupa por la multitud
hambrienta pero de manera distinta de sus discípulos que proponen despedir a la gente,
respondiendo así a la actitud humana más realista y que no genera problemas. Mientras
que la actitud de Jesús, netamente diversa, que nace de su unión con el Padre y de
la compasión por la gente lo lleva a pensar en la Providencia: de lo poco Dios puede
sacar lo necesario para todos. Jesús dice a sus discípulos que den ellos mismos
de comer a la gente, les pide que hagan sentar a la gente formando comunidades de
cincuenta, toma el pan, los peces, levanta los ojos al cielo, los bendice, los parte
–en clara referencia a la Eucaristía- y hace que los discípulos distribuyan los panes
y los peces que no se acaban y que sacian la multitud. “Este es el milagro –afirmó
el Papa- más que una multiplicación es un compartir, animada por la fe y la oración.”
"Comieron todos y sobró: es el signo de Jesús, pan de Dios para la humanidad. Los
discípulos lo vieron, pero no comprendieron bien el mensaje. Quedaron prendados, como
la multitud, por el entusiasmo del éxito. Una vez más, siguieron la lógica humana
y no la de Dios, que es la del servicio, del amor y de la fe". jesuita Guillermo
Ortiz - RV
Texto completo de la reflexión del Papa:
Queridos
hermanos y hermanas,
el jueves pasado celebramos la fiesta del Corpus
Domini, que en Italia y en otros países se ha trasladado a este domingo. Es la fiesta
de la Eucaristía, Sacramento del Cuerpo y Sangre de Cristo.
El Evangelio
nos propone la narración del milagro de los panes (Lucas 9, 11-17); yo quisiera detenerme
sobre un aspecto que siempre me impacta y me hace reflexionar. Estamos en la orilla
del lago de Galilea, la noche se acerca; Jesús se preocupa por la gente que desde
hace tantas horas está con Él: se cuentan por miles y tienen hambre. ¿Qué hacer?
También los discípulos se plantean el problema y le dicen a Jesús: «Despide a la multitud»,
para que vaya a los pueblos y caseríos de los alrededores y encuentre comida. Pero
Jesús dice: «Denles de comer ustedes mismos» (v. 13). Los discípulos se quedan desconcertados
y responden: «No tenemos más que cinco panes y dos pescados», como diciendo: sólo
lo suficiente para nosotros.
Jesús sabe bien qué hacer, pero quiere
implicar a sus discípulos, quiere educarlos. La actitud de los discípulos es la actitud
humana, que busca la solución más realista, que no provoque demasiados problemas:
Despide a la gente, que cada uno se las arregle como pueda, por otra parte ya hiciste
tanto por ellos: has predicado, has curado a los enfermos...
La
actitud de Jesús es completamente distinta y está dictada por su unión con el Padre
y por la compasión hacia la gente, pero también por su voluntad de dar un mensaje
a los discípulos. Ante a esos cinco panes, Jesús piensa: ¡he aquí la providencia!
A partir de este poco, Dios puede hacer salir lo necesario para todos. Jesús confía
totalmente en el Padre celestial, sabe que para Él todas las cosas son posibles. Por
lo tanto le dice a los discípulos que hagan sentar a la gente en grupos de cincuenta
- no es una casualidad: esto significa que ya no son una multitud, sino se vuelven
comunidades, alimentadas por el pan de Dios. Y luego toma los panes y los peces, levanta
los ojos al cielo, pronuncia la bendición - es una clara referencia a la Eucaristía
- y después los parte y comienza a darlos a los discípulos, y los discípulos los distribuyen...
¡y los panes y los peces no se acaban! He aquí el milagro: más que una multiplicación
es un compartir, animado por la fe y la oración. Comieron todos y sobró: es el signo
de Jesús, pan de Dios para la humanidad.
Los discípulos lo vieron,
pero no comprendieron bien el mensaje. Quedaron prendados, como la multitud, por el
entusiasmo del éxito. Una vez más, siguieron la lógica humana y no la de Dios, que
es la del servicio, del amor y de la fe. La fiesta del Corpus Domini nos pide que
nos convirtamos a la fe en la Providencia, que sepamos compartir lo poco que somos
y que tenemos, y que no nos encerremos nunca en nosotros mismos. Pidamos a nuestra
Madre María que nos ayude en esta conversión, para seguir verdaderamente, cada vez
más, a ese Jesús que adoramos en la Eucaristía.