(RV).- (audio) Fue presentado este
miércoles en Roma, en el Instituto patrístico Agustinianum, el volumen “Cristianos
en la sociedad del diálogo y de la convivencia (Libreria Editrice Vaticana), que recoge
una serie de charlas impartidas por el arzobispo de Barcelona, cardenal Lluís Martínez
Sistach, entre 1986 y 2012. El cardenal, recordando la contribución fundamental de
la Iglesia en la sociedad, aborda la cuestión de la laicidad: "Es necesario - según
el arzobispo de Barcelona - distinguir entre lo que es" Estado laico "y lo que es
“una sociedad secular". No se puede ignorar que la laicidad del Estado está al servicio
de una sociedad pluralista, en la esfera religiosa. Mientras una sociedad laica, comporta
la negación social del fenómeno religioso o, al menos, el derecho a vivir la fe en
su dimensión pública. Lo cual es contrario a la laicidad del Estado". Según el
purpurado, "la Iglesia, lejos de cerrarse en sí misma renunciando a la acción, debe
mantenerse viva y aumentar su dinamismo. Los cristianos deben dar respuestas positivas
y convincentes a las preguntas y expectativas de las personas”. “Si sabemos hacerlo
bien -explicó el cardenal Martínez Sistach-, la Iglesia rendirá un gran servicio
a nuestros países”. La sociedad pluralista en que vivimos quiere encontrar el "lugar"
característico de los cristianos y de la Iglesia en esta nueva situación socio-cultural,
sin que ello suponga la pérdida de su identidad". Claro, "la Iglesia no puede pretender
imponer a los demás su propia verdad. “La importancia de la vida social y pública
de la fe cristiana tiene que evitar una hegemonía cultural: la verdad se propone,
pero no se impone”, dijo el cardenal. Pero esto no significa que la Iglesia no deba
ofrecer a la sociedad, el "anuncio del Evangelio". "La presentación del mensaje de
Jesús, de una clara y verdadera -según el cardenal Martínez Sistach- es la tarea prioritaria
de la Iglesia en nuestra sociedad”. En este sentido, "no debería molestar a nadie
la voz profética de la Iglesia sobre la vida familiar, social y política, incluso
cuando va en contracorriente respecto a la opinión pública”. Nuestro conformismo privaría
a la sociedad de una antigua sabiduría que hemos recibido de lo alto y que ha estado
presente y activa en las raíces de nuestra antropología y de nuestra historia”. Finalmente,
según el cardenal, "el Estado no puede ignorar la existencia del fenómeno religioso
en la sociedad. Pretender que el Estado laico deba actuar como si este hecho religioso,
incluso como cuerpo social organizado, no existiera, equivale a situarse a los márgenes
de la realidad. El problema fundamental del laicismo, que excluye del ámbito público
la dimensión religiosa, consiste en el hecho que se trata de una concepción de la
vida social que piensa y quiere organizar una sociedad que no es la sociedad real.
La fe o la no creencia son objeto de una decisión que los ciudadanos deben cumplir
en la sociedad, especialmente en una sociedad culturalmente pluralista en relación
con la religión. El Estado es laico, pero la sociedad no lo es". ER RV