Papa: La Iglesia, que nace del gesto supremo de amor de Jesús, es familia en la que
se ama y se es amado. ¿Te sientes parte de la familia?
(RV).- Con un gesto de respuesta
a los miles de peregrinos que a pesar de la amenaza de lluvia, llegaron a la Plaza
de San Pedro, Papa Francisco entró bajo la lluvia y sin paraguas y en coche abierto
para la catequesis del miércoles.
El Papa “empapado” inició su catequesis sobre
“La Iglesia como Familia de Dios”. Con expresiones del Concilio Vaticano II, desarrolló
su reflexión sobre el misterio de la Iglesia. “La primera es: La Iglesia como familia
de Dios –dijo el Obispo de Roma -. El proyecto de Dios para la humanidad se presenta
muy bien en la parábola del hijo pródigo, o mejor, del padre misericordioso: Constituir
una única familia en la que todos se sientan cercanos y amados por Él”. Después
de referirse a la Historia de la Salvación, Francisco expresó que en la plenitud del
tiempo Dios envía a su Hijo “que reúne una pequeña comunidad que, al escuchar su palabra,
sigue su camino y se constituye en su familia”. Y afirmó que “la Iglesia nace del
gesto supremo de amor de Jesús en la Cruz y se manifiesta cuando el Espíritu Santo
colma el corazón de los Apóstoles y los impulsa a anunciar el Evangelio, difundiendo
el amor”.
Después el Papa cuestionó a cada uno de la multitud: “Pregúntate:
¿Amas la Iglesia? ¿Oras por ella? ¿Te sientes parte de esta familia? ¿Qué haces para
que todos se sientan escuchados y comprendidos? Para terminar invitando a todos
“a vivir la fe, no sólo como un don y un acto personal, sino como respuesta a la llamada
de Dios de vivir juntos, siendo la gran familia de los convocados por Él”. jesuita
Guillermo Ortiz
Texto completo de la síntesis en español de la catequesis
del Papa el miércoles 29 de mayo de 2013
“Queridos hermanos
y hermanas: Deseo iniciar hoy una serie de catequesis con expresiones del
Concilio Vaticano II sobre el misterio de la Iglesia. La primera es: La Iglesia como
familia de Dios. El proyecto de Dios para la humanidad se presenta muy bien en la
parábola del hijo pródigo, o mejor, del padre misericordioso: Constituir una única
familia en la que todos se sientan cercanos y amados por Él. Es aquí donde la Iglesia
encuentra su raíz. En la Historia de la Salvación, Dios llama a Abraham para ser padre
de una multitud; elige a Israel para establecer una Alianza; y en la plenitud del
tiempo envía a su Hijo, que reúne una pequeña comunidad que, al escuchar su palabra,
sigue su camino y se constituye en su familia. La Iglesia nace del gesto supremo de
amor de Jesús en la Cruz y se manifiesta cuando el Espíritu Santo colma el corazón
de los Apóstoles y los impulsa a anunciar el Evangelio, difundiendo el amor. Pregúntate:
¿Amas la Iglesia? ¿Oras por ella? ¿Te sientes parte de esta familia? ¿Qué haces para
que todos se sientan escuchados y comprendidos?”.
“Saludo a los peregrinos
de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España, El Salvador,
Ecuador, Honduras, Perú, Argentina, México y los demás países latinoamericanos. Invito
a todos a vivir la fe, no sólo como un don y un acto personal, sino como respuesta
a la llamada de Dios de vivir juntos, siendo la gran familia de los convocados por
Él. Muchas gracias”.
Traducción del texto completo de la catequesis
del Papa en italiano
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos
días!
El miércoles pasado señalé el profundo vínculo entre el Espíritu Santo
y la Iglesia. Hoy quisiera empezar una serie de catequesis sobre el misterio de la
Iglesia, un misterio que todos vivimos y del que formamos parte. Me gustaría hacerlo
con expresiones presentes en los textos del Concilio Ecuménico Vaticano II.
Hoy
empiezo por la primera: la Iglesia como familia de Dios. En estos meses, más de
una vez he hecho referencia a la parábola del hijo pródigo, o mejor dicho del padre
misericordioso (cf. Lc 15,11-32). El hijo más joven sale de la casa de su padre, dilapida
todo y decide volver porque se da cuenta de que cometió un error, pero ya no se considera
digno de ser hijo y piensa poder ser recibido de nuevo como un siervo. El padre, en
cambio, corre a su encuentro, lo abraza, le devuelve su dignidad de hijo y lo celebra.
Esta parábola, como otras en el Evangelio, muestra bien el diseño de Dios para la
humanidad.
¿Cuál es este proyecto de Dios? Es hacer de todos nosotros una
única familia de sus hijos, en los que cada uno se sienta cerca y se sienta amado
por Él, como en la parábola del Evangelio, sienta el calor de ser la familia de Dios.
En este gran proyecto encuentra su origen la Iglesia, que no es una organización fundada
por un acuerdo de algunas personas, sino -como nos ha recordado tantas veces el Papa
Benedicto XVI- es obra de Dios, nace precisamente de este plan de amor que se desarrolla
progresivamente en la historia. La Iglesia nace de la voluntad de Dios de llamar a
todos los hombres a la comunión con Él, a su amistad, es más a participar como sus
hijos en su misma vida divina. La misma palabra "Iglesia", del griego ekklesia, significa
"convocación": Dios nos convoca, nos invita a salir del individualismo, de la tendencia
a encerrarse en sí mismos y nos llama a ser parte de su familia. Y esta llamada tiene
su origen en la creación misma. Dios nos creó para que vivamos en una relación de
profunda amistad con él, e incluso cuando el pecado rompe esta relación con Él, con
los demás y con la creación, Dios no nos abandona. Toda la historia de la salvación
es la historia de Dios que busca al hombre, le ofrece su amor, lo acoge. Llamó a Abraham
para ser el padre de una multitud; eligió al pueblo de Israel para forjar una alianza
que abrazara a todas las naciones; y envió, en la plenitud de los tiempos, a su Hijo
para que su designio de amor y de salvación se realizara en una nueva y eterna alianza
con la humanidad entera. Cuando leemos los Evangelios, vemos que Jesús reúne a su
alrededor una pequeña comunidad que acoge su palabra, lo sigue, comparte su camino,
se convierte en su familia, y con esta comunidad Él se prepara y edifica su Iglesia.
¿De dónde nace entonces la Iglesia? Nace del gesto supremo de amor en la Cruz,
del costado traspasado de Jesús, del que fluye sangre y agua, símbolos de los sacramentos
de la Eucaristía y del Bautismo. En la familia de Dios, en la Iglesia, la savia vital
es el amor de Dios que se realiza en amarle a Él y a los demás, a todos, sin distinción
ni mesura. La Iglesia es una familia en la que se ama y se es amado.
¿Cuándo
se manifiesta la Iglesia? Lo hemos celebrado hace dos domingos; se manifiesta cuando
el don del Espíritu Santo, llena el corazón de los Apóstoles y les empuja a salir
y a empezar el camino para anunciar el Evangelio, difundir el amor de Dios. Incluso
hoy alguien dice: "Cristo sí, Iglesia no". Aquellos que dicen: “Yo creo en Dios pero
no en los sacerdotes”, ¡eh! Se dice así: "Cristo sí, Iglesia no". Pero es precisamente
la Iglesia la que nos lleva a Cristo y nos dirige a Dios: la Iglesia es la gran familia
de los hijos de Dios. Por supuesto, también tiene aspectos humanos; en los que forman
parte de ella, Pastores y fieles, hay defectos, imperfecciones, pecados: hasta el
Papa los tiene, ¡eh! y ¡tiene tantos! Pero lo hermoso es que cuando nos damos cuenta
de que somos pecadores... lo hermoso es esto: cuando nos damos cuenta de que somos
pecadores, nos encontramos con la misericordia de Dios: Dios siempre perdona. No olvidemos
esto: ¡Dios siempre perdona! Y Él nos recibe en su amor de perdón y de misericordia.
Algunas personas dicen: "Es hermoso, esto: que el pecado es una ofensa a Dios, pero
también una oportunidad; la humillación para darse cuenta de que hay otra cosa más
hermosa, que es la misericordia de Dios". Pensemos en ello.
¿Preguntémonos
hoy: ¿cuánto amo a la Iglesia? ¿Rezo por ella? ¿Me siento parte de la familia de la
Iglesia? ¿Qué hago para que sea una comunidad donde todos se sientan bienvenidos y
comprendidos, para que se sienta la misericordia y el amor de Dios que renueva su
vida? La fe es un don y un acto que nos afecta personalmente, pero Dios nos llama
a vivir, juntos, nuestra fe, como una familia, como Iglesia.
Pidamos al Señor
de una manera especial en este Año de la fe, que nuestras comunidades, toda la Iglesia,
sean cada vez más verdaderas familias que viven y traen el calor de Dios. Gracias.