Visita que refuerza los lazos de amistad y hermandad que unen a la Sede de Pedro y
a la Sede de Marcos
(RV).- (Con audio) El Santo Padre Francisco comenzó sus actividades públicas esta
mañana a las 11,00 recibiendo en audiencia a Su Santidad Tawadros II, Papa de Alejandría
y Patriarca de la Sede de San Marcos, cabeza de la Iglesia Ortodoxa Copta de Egipto,
quien desde ayer y hasta el próximo 13 de mayo se encuentra de visita en Roma.
El
Papa Francisco dijo a Su Santidad Tawadros II junto a los queridos hermanos en Cristo
que es una gran alegría y un verdadero momento de gracia poder recibirlos aquí, ante
la tumba del Apóstol Pedro, en el recuerdo del histórico encuentro que hace cuarenta
años unió a sus Predecesores, el Papa Pablo VI y el Papa Shenouda III, fallecido recientemente,
en un abrazo de paz y de fraternidad, después de siglos de recíproca lejanía.
Y
tras darle la bienvenida y agradecerle sus palabras el Papa extendió su saludo cordial
en el Señor a los Obispos, al clero, a los monjes y a la entera Iglesia Copta Ortodoxa.
La visita de
hoy refuerza los lazos de amistad y de hermandad que ya unen a la Sede de Pedro y
a la Sede de Marcos, heredera de un inestimable legado de mártires, teólogos, santos
monjes y fieles discípulos de Cristo, que durante generaciones y generaciones han
testimoniado el Evangelio, con frecuencia en situaciones de gran dificultad.
Al
recordar que hace cuarenta años, la Declaración común de sus Predecesores representó
una piedra miliar en el camino ecuménico, y de ella se desarrolló una Comisión de
diálogo teológico entre ambas Iglesias, que ha dado buenos resultados y ha preparado
el terreno para el más amplio diálogo entre la Iglesia católica y la entera familia
de las Iglesias Ortodoxas Orientales, que prosigue fructuosa hasta hoy, el Papa Francisco
afirmó:
En aquella
solemne Declaración, nuestras Iglesias reconocían que confiesan, en línea con las
tradiciones apostólicas, “una única fe en un solo Dios Uno y Trino” y la “divinidad
del Único Hijo Encarnado de Dios […] Dios perfecto con respecto a Su Divinidad y perfecto
hombre con respecto a Su humanidad”. Reconocían que la vida divina nos es dada y alimentada
a través de los siete sacramentos, y se sentían asociadas en la veneración común de
la Madre de Dios.
Francisco también manifestó su dicha al poder confirmar
hoy cuanto sus ilustres Predecesores declararon solemnemente. “Estamos felices – dijo
– de reconocernos unidos por el único Bautismo, del que es expresión especial nuestra
oración común, que anhela el día en que, cumpliéndose el deseo del Señor, podremos
comulgar en el único cáliz”.
Ciertamente,
también somos conscientes de que el camino que nos espera es quizá aún largo, pero
no queremos olvidar el largo camino ya recorrido, que se ha concretado en luminosos
momentos de comunión, entre los cuales me agrada recordar el encuentro de febrero
del año 2000 en el Cairo entre el Papa Shenouda III y el Beato Juan Pablo II, durante
el Gran Jubileo, peregrino en los lugares de origen de nuestra fe. Estoy convencido
de que, con la guía del Espíritu Santo, nuestra perseverante oración, nuestro diálogo
y la voluntad de construir día tras día la comunión en el amor recíproco nos permitirán
dar nuevos e importantes pasos hacia la plena unidad.
Después de manifestar
que conoce los múltiples gestos de atención y de fraterna caridad que el Patriarca
Tawadros ha reservado, desde los primeros días de su ministerio a la Iglesia Copta
Católica, y de recordar la institución de un “Consejo nacional de las Iglesias cristianas”,
como signo importante de la voluntad de todos los creyentes en Cristo de desarrollar
en la vida cotidiana relaciones cada vez más fraternas y de ponerse al servicio de
la entera sociedad egipcia, el Papa Francisco añadió:
“Sepa que su esfuerzo
en favor de la comunión entre los creyentes en Cristo, así como su atento interés
por el destino de su país y por el papel de las comunidades cristianas en la sociedad
egipcia, encuentran un eco profundo en el corazón del Sucesor de Pedro y de la entera
comunidad católica”.
“Si sufre un
miembro, todos los demás sufren con él. Si un miembro es honrado, todos los demás
toman parte en su gozo” (1 Co 12, 26). Ésta es una ley de la vida cristiana, y en
este sentido podemos decir que existe también un ecumenismo del sufrimiento: como
la sangre de los mártires ha sido semilla de fuerza y de fertilidad para la Iglesia,
del mismo modo el compartir los sufrimientos cotidianos puede llegar a ser instrumento
eficaz de unidad. Y estos es verdad, en cierto modo, también en el ámbito más amplio
de la sociedad y de las relaciones entre cristianos y no cristianos: en efecto, del
sufrimiento común, pueden germinar, con la ayuda de Dios, perdón y reconciliación.
Por
último, el Papa Francisco aseguró a Su Santidad Tawadros su oración a fin de que la
entera grey que ha sido encomendada a sus atenciones pastorales sea siempre fiel a
la llamada del Señor, e invocó la común protección de los Santos Pedro Apóstol y Marcos
Evangelista para que ellos, dijo, “que colaboraron eficazmente durante su vida en
la difusión del Evangelio, intercedan por nosotros y acompañen el camino de nuestras
Iglesias”.
Texto completo del discurso del Santo Padre Francisco al Papa
de Alejandría y Patriarca de la Sede de San Marcos:
Santidad, queridos
hermanos en Cristo:
Es para mí una gran alegría y un verdadero momento de gracia
poder recibirlos aquí, ante la tumba del Apóstol Pedro, en el recuerdo del histórico
encuentro que hace cuarenta años unió a nuestros Predecesores, el Papa Pablo VI y
el Papa Shenouda III, fallecido recientemente, en un abrazo de paz y de fraternidad,
después de siglos de recíproca lejanía. Por tanto, con profundo afecto le doy la bienvenida
a Usted, Santidad, y a los distinguidos Miembros de Su Delegación, y le agradezco
sus palabras. A través de ustedes extiendo mi saludo cordial en el Señor a los Obispos,
al clero, a los monjes y a la entera Iglesia Copta Ortodoxa.
La visita de hoy
refuerza los lazos de amistad y de hermandad que ya unen a la Sede de Pedro y a la
Sede de Marcos, heredera de un inestimable legado de mártires, teólogos, santos monjes
y fieles discípulos de Cristo, que durante generaciones y generaciones han testimoniado
el Evangelio, con frecuencia en situaciones de gran dificultad.
Hace cuarenta
años, la Declaración común de nuestros Predecesores representó una piedra miliar en
el camino ecuménico, y de ella se desarrolló una Comisión de diálogo teológico entre
nuestras Iglesias, que ha dado buenos resultados y ha preparado el terreno para el
más amplio diálogo entre la Iglesia católica y la entera familia de las Iglesias Ortodoxas
Orientales, que prosigue fructuosa hasta hoy.
En aquella solemne Declaración,
nuestras Iglesias reconocían que confiesan, en línea con las tradiciones apostólicas,
“una única fe en un solo Dios Uno y Trino” y la “divinidad del Único Hijo Encarnado
de Dios […] Dios perfecto con respecto a Su Divinidad y perfecto hombre con respecto
a Su humanidad”. Reconocían que la vida divina nos es dada y alimentada a través de
los siete sacramentos, y se sentían asociadas en la veneración común de la Madre de
Dios.
Estamos dichosos de poder confirmar hoy cuanto nuestros ilustres Predecesores
declararon solemnemente, estamos felices de reconocernos unidos por el único Bautismo,
del que es expresión especial nuestra oración común, que anhela el día en que, cumpliéndose
el deseo del Señor, podremos comulgar en el único cáliz.
Ciertamente, también
somos conscientes de que el camino que nos espera es quizá aún largo, pero no queremos
olvidar el largo camino ya recorrido, que se ha concretado en luminosos momentos de
comunión, entre los cuales me agrada recordar el encuentro de febrero del año 2000
en el Cairo entre el Papa Shenouda III y el Beato Juan Pablo II, durante el Gran Jubileo,
peregrino en los lugares de origen de nuestra fe. Estoy convencido de que, con la
guía del Espíritu Santo, nuestra perseverante oración, nuestro diálogo y la voluntad
de construir día tras día la comunión en el amor recíproco nos permitirán dar nuevos
e importantes pasos hacia la plena unidad.
Santidad, conozco los múltiples
gestos de atención y de fraterna caridad que Usted ha reservado, desde los primeros
días de su ministerio, a la Iglesia Copta Católica, a su Pastor, el Patriarca Ibrahim
Isaac Sidrak y a su Predecesor, el Cardenal Antonios Naguib. La institución de un
“Consejo nacional de las Iglesias cristianas”, que Usted ha querido fuertemente, representa
un signo importante de la voluntad de todos los creyentes en Cristo de desarrollar
en la vida cotidiana relaciones cada vez más fraternas y de ponerse al servicio de
la entera sociedad egipcia, de la que son parte integrante. Sepa que su esfuerzo en
favor de la comunión entre los creyentes en Cristo, así como su atento interés por
el destino de su país y por el papel de las comunidades cristianas en la sociedad
egipcia, encuentran un eco profundo en el corazón del Sucesor de Pedro y de la entera
comunidad católica.
“Si sufre un miembro, todos los demás sufren con él. Si
un miembro es honrado, todos los demás toman parte en su gozo” (1 Co 12, 26). Ésta
es una ley de la vida cristiana, y en este sentido podemos decir que existe también
un ecumenismo del sufrimiento: como la sangre de los mártires ha sido semilla de fuerza
y de fertilidad para la Iglesia, del mismo modo el compartir los sufrimientos cotidianos
puede llegar a ser instrumento eficaz de unidad. Y estos es verdad, en cierto modo,
también en el ámbito más amplio de la sociedad y de las relaciones entre cristianos
y no cristianos: en efecto, del sufrimiento común, pueden germinar, con la ayuda de
Dios, perdón y reconciliación.
Santidad, al asegurarle mi oración a fin de
que la entera grey que ha sido encomendada a sus atenciones pastorales sea siempre
fiel a la llamada del Señor, invoco la común protección de los Santos Pedro Apóstol
y Marcos Evangelista: que ellos, que colaboraron eficazmente durante su vida en la
difusión del Evangelio, intercedan por nosotros y acompañen el camino de nuestras
Iglesias.