2013-05-08 13:24:54

Una imagen de la Virgen de Luján acompaña al Papa Francisco


(RV).- RealAudioMP3 En su audiencia general, en la Plaza de San Pedro - con la participación también de este miércoles, de más de 70 mil fieles de todo el mundo, con una gran alegría y devoción – el Papa Francisco centró su catequesis en el Espíritu Santo, fuente inagotable de la vida divina en nosotros que nos dice: «Dios te ama: ¡nos dice esto! Dios Te ama, te quiere». E invitó a amar verdaderamente a Dios y a los demás, como Jesús y a dejarnos guiar por el Espíritu Santo que nos repite sin cesar que Dios es amor, que Él nos espera siempre, que Él es el Padre y nos ama como verdadero papá. Y en este día, en que en Argentina se celebra a Nuestra Señora de Luján, cerca del Papa Francisco había una imagen de la Virgen conocida y amada con esta advocación. Antes de empezar la audiencia general el Santo Padre se detuvo un momento en oración ante ella ofreciéndole también un buqué de flores blancas.
Antes de resumir su catequesis y de saludar en nuestro idioma, el Pontífice recordó de forma especial a la Virgen de Luján, Celestial Patrona de Argentina, en cuyas manos encomendó todas las alegrías y preocupaciones de los argentinos, pidiendo un aplauso bien fuerte para la Santísima Virgen:

PALABRAS DEL PAPA EN ESPAÑOL:
Queridos hermanos y hermanas:
El tiempo pascual es por excelencia el tiempo del Espíritu Santo que culmina con la Solemnidad de Pentecostés. En el Credo profesamos la fe en el Espíritu Santo, que es Dios, «Señor y dador de vida». Él es la fuente inagotable de la vida divina en nosotros. Es «el agua viva» que Jesús prometió a la Samaritana para saciar para siempre la sed, para colmar los anhelos más profundos y más altos del corazón humano. Porque Jesús ha «venido para que tengan vida y la tengan abundante» (Jn 10,10). El Espíritu Santo, que procede del Padre y del Hijo, Cristo lo ha derramado en nuestro corazón, para hacernos hijos de Dios y para que nuestra vida sea guiada, animada y alimentada por él. Esto es precisamente lo que entendemos al decir que el cristiano es un hombre espiritual: una persona que piensa y actúa siguiendo la inspiración del Espíritu Santo. Así, la existencia del cristiano, dice san Pablo, es animada por el Espíritu Santo y rica de sus frutos, que son: «Amor, alegría, paz, comprensión, servicialidad, bondad, lealtad, amabilidad, dominio de sí» (Ga 5,22-23). El don precioso del Espíritu Santo es, pues, la vida misma de Dios, en cuanto verdaderos hijos suyos por adopción.

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Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en especial a la Delegación del Estado de México, así como a los venidos de España, Colombia, México, Venezuela y otros países latinoamericanos. En este día, en el que se celebra Nuestra Señora de Luján, Celestial Patrona de Argentina …. Un aplauso a la Virgen de Luján …. Mas fuerte, non sento… mas fuerte…. En este día de la Virgen de Luján deseo hacer llegar a todos los hijos de esa querida tierra argentina mi sincero afecto a la vez que pongo en mano de la Santísima Virgen todas sus alegrías y preocupaciones.

En su catequesis central en italiano el Papa empezó recordando que el tiempo pascual que estamos viviendo con gozo, guiados por la liturgia de la Iglesia, es por excelencia el tiempo del Espíritu Santo donado «sin medida» (cfr Jn 3,34) por Jesús crucificado y resucitado. Este tiempo de gracia concluye con la fiesta de Pentecostés, en la que la Iglesia revive la efusión del Espíritu sobre María y los Apóstoles reunidos en oración en el Cenáculo:

Pero ¿quién es el Espíritu Santo? En el Credo profesamos con fe: «Creo en el Espíritu Santo que es Señor y da la vida». La primera verdad a la que adherimos en el Credo es que el Espíritu Santo es Kýrios, Señor. Ello significa que Él es verdaderamente Dios como lo son el Padre y el Hijo, objeto, por parte nuestra, del mismo acto de adoración y de glorificación que dirigimos al Padre y al Hijo. De hecho, el Espíritu Santo es la tercera Persona de la Santísima Trinidad; es el gran don de Cristo Resucitado que abre nuestra mente y nuestro corazón a la fe en Jesús como el Hijo enviado por el Padre y que nos guía a la amistad, a la comunión con Dios.

Tras detenerse en el hecho que el Espíritu Santo es la fuente inagotable de la vida de Dios en nosotros y recordando el anhelo del hombre de todos los tiempos y de todos los lugares de una vida plena y bella, justa y buena, una vida que no esté amenazada por la muerte, sino que pueda madurar y crecer hasta su plenitud, el Papa evocó las palabras de Jesús:

Jesús promete a la Samaritana donar un “agua viva”, con abundancia y para siempre, a todos aquellos que lo reconocen como el Hijo enviado por el Padre para salvarnos (cfr Jn 4, 5-26; 3,17). Jesús ha venido a donarnos esta “agua viva” que es el espíritu Santo, para que nuestra vida sea guiada por Dios, sea animada por Dios, sea nutrida por Dios. Cuando decimos que el cristiano es un hombre espiritual nos referimos justamente a esto: el cristiano es una persona que piensa y actúa según Dios, según el Espíritu Santo. Y nosotros, ¿pensamos según Dios? ¿Actuamos según Dios? O ¿nos dejamos guiar por tantas otras cosas que no son Dios?

« El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que nos ha sido dado» (5,5), añadió el Santo Padre Francisco, con la Carta a los Romanos.

El “agua viva”, el Espíritu Santo, Don del Resucitado que toma morada en nosotros, nos purifica, nos ilumina, nos renueva, nos trasforma porque nos hace partícipes de la vida misma de Dios que es Amor. Por esto, el Apóstol Pablo afirma que la vida del cristiano está animada por el Espíritu y de sus frutos, que son «amor, alegría y paz, magnanimidad, afabilidad, bondad y confianza, mansedumbre y temperancia» (Gal 5,22-23). El Espíritu Santo nos introduce en la vida divina como “hijos en el Hijo Unigénito”. En otro pasaje de la Carta a los Romanos, que hemos recordado varias veces, san Pablo lo sintetiza con estas palabras: «Todos los que son conducidos por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no han recibido un espíritu de esclavos para volver a caer en el temor, sino el espíritu de hijos adoptivos, que nos hace llamar a Dios ‘Padre’. El mismo espíritu se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios. Si somos hijos, también somos herederos, herederos de Dios y coherederos de Cristo, porque sufrimos con él para ser glorificados con él» (8,14-17). Este es el don precioso que el Espíritu Santo trae a nuestros corazones: la vida misma de Dios, vida de verdaderos hijos, una relación de confidencia, de libertad y de confianza en el amor y en la misericordia de Dios, que tiene también como efecto una mirada nueva hacia los demás, cercanos y lejanos, vistos siempre como hermanos y hermanas en Jesús a los cuales hay que respetar y amar.

El Espíritu Santo nos enseña a mirar con los ojos de Cristo, a vivir la vida como la ha vivido Cristo, a comprender la vida como la ha comprendido Cristo. He aquí por qué el agua viva que es el Espíritu Santo sacia nuestra vida, porque nos dice que somos amados por Dios como hijos, que podemos amar a Dios como sus hijos y que con su gracia podemos vivir como hijos de Dios, como Jesús, explicó el Obispo de Roma, al concluir su catequesis y exhortando a escuchar al Espíritu Santo, para avanzar en el amor, la misericordia y el perdón:

Y nosotros ¿amamos verdaderamente a Dios y a los demás, como Jesús? Dejémonos guiar, dejémonos guiar por el Espíritu Santo. Dejemos que Él nos hable al corazón y nos diga esto: que Dios es amor, que Él nos espera siempre, que Él es el Padre y nos ama como verdadero papá; nos ama verdaderamente. Y esto solo lo dice el Espíritu Santo al corazón. Sintamos al Espíritu Santo, escuchemos al Espíritu Santo y vayamos adelante por este camino del amor, de la misericordia, del perdón. ¡Gracias!

(CdM - RV)









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